Aquel verano de¡ Jorge Valdano: unos tipos devenidos en h¨¦roes
Casi 40 a?os despu¨¦s, el campe¨®n del mundo de f¨²tbol comparte sus recuerdos de M¨¦xico 1986, el Mundial en el que la selecci¨®n argentina se hizo con el t¨ªtulo
Me plantaron en el f¨²tbol y ah¨ª crec¨ª. Siempre tuve sentido de equipo, de modo que muchas de mis historias personales se hacen solubles en un colectivo. Mucho m¨¢s en aquellos tiempos.
Es M¨¦xico en 1986, un pa¨ªs que no conoc¨ªa y al que fui formando parte de la selecci¨®n argentina de f¨²tbol. Hab¨ªa un Mundial. ?ramos un equipo futbol¨ªsticamente desafinado y con un esp¨ªritu endeble. Aquello ten¨ªa muy mala pinta. Adem¨¢s, hac¨ªa un calor de morirse, la altitud no me dejaba vivir, me aburr¨ªa como una momia y el lugar de residencia era de quinta categor¨ªa. As¨ª empez¨® el mejor verano de mi vida.
Llegamos antes que nadie, pero como fugitivos. Escapamos del ambiente irrespirable que hab¨ªa en Argentina y de un intento gubernamental de sustituir a Bilardo, nuestro entrenador. Poner tierra de por medio fue el modo que eligi¨® Bilardo de desalentar a los conspiradores. Pero adem¨¢s, el grupo padec¨ªa ese tipo de enfermedad an¨ªmica con un perfil muy tenue, pero que si no lo tratas te va apagando hasta morir de nada. Ocurre muchas veces en el f¨²tbol. Crec¨ªa la inseguridad. Tambi¨¦n porque, seg¨²n Virgilio, ¡°el resultado valida los hechos¡±, y los nuestros eran desastrosos.
Solo hab¨ªa un consuelo: ten¨ªamos tiempo. Una plantilla madura lo aprovech¨® para solucionar los problemas con una autogesti¨®n ejemplar. Parec¨ªamos el Parlamento de un pa¨ªs devastado. Decenas de reuniones, muchas veces conflictivas y en ocasiones hasta violentas fueron purificando el ambiente. El entrenador tom¨® decisiones acertadas y contribuy¨® al fortalecimiento emocional con actitudes singulares. Para lo primero sirvi¨® su obsesi¨®n, que nos manten¨ªa en estado de alerta permanente. Para lo segundo, sirvi¨® su extravagancia. Pod¨ªa romper todos los esquemas poni¨¦ndose a bailar un rock enloquecido bajo el atronador aplauso de la plantilla. Peque?as cosas, casi infantiles, que contribu¨ªan al buen rollo. Adem¨¢s, un episodio desgraciado solucion¨® un problema social de ra¨ªz. Daniel Passarella, capit¨¢n del Mundial del 78, hab¨ªa roto su relaci¨®n con Maradona, capit¨¢n del 86. Una tensi¨®n que contaminaba la convivencia. En v¨ªsperas del comienzo del campeonato Passarella sufri¨® una intoxicaci¨®n que le oblig¨® a una larga hospitalizaci¨®n. Maradona ya no tuvo interferencia para actuar como gran capit¨¢n. Hay veces que los astros se alinean con f¨®rmulas sorprendentes.
Nuestro primer partido fue contra Corea y salimos con miedo. En la semana hab¨ªamos jugado un partido contra los juveniles del Am¨¦rica de M¨¦xico y empezamos perdiendo. En el segundo tiempo solo pudimos empatar cuando Bilardo se puso de ¨¢rbitro. Pero le ganamos a Corea, empatamos el segundo partido contra Italia, que era el ¨²ltimo campe¨®n del mundo y, desde ah¨ª, empezamos a sentirnos m¨¢s seguros, m¨¢s confiados, m¨¢s unidos. Ganar une.
En cuartos enfrentamos a Inglaterra, en aquel partido que oper¨® como venganza de la derrota en Malvinas y que convirti¨® a Maradona en un nuevo general San Mart¨ªn. Aquella transformaci¨®n de Diego de ciudadano a pr¨®cer, dot¨® a la concentraci¨®n de un inter¨¦s sociol¨®gico a?adido. Su f¨²tbol era m¨¢gico, pero no solo hab¨ªa f¨²tbol en el fen¨®meno Maradona. Viv¨ªamos con Dios. El Dios con m¨¢s debilidades humanas que se haya conocido. Mezcla fascinante.
Tiempo despu¨¦s, el periodista ingl¨¦s Borney Ronay escribi¨® un art¨ªculo sobre aquel m¨ªtico Argentina-Inglaterra y, sobre nosotros, dijo: ¡°Aquellos jugadores viv¨ªan en caba?as de madera, se afeitaban al aire libre, preparaban barbacoas y saltaban como locos en el autob¨²s antes de comenzar los partidos¡±. Y terminaba pregunt¨¢ndose: ¡°?C¨®mo pudimos perder contra esa gente?¡±. Yo se lo voy a aclarar a mi admirado Borney, que exagera un poco, algo que est¨¢ en la naturaleza de todo prejuicio. Aunque es verdad que viv¨ªamos de un modo precario, el glamour no es importante para ganar. Aquel d¨ªa los atropell¨® un Diego iluminado, que intuy¨® que ese era el momento perfecto para pasar a la historia.
Frente a Alemania, en la final, ¨¦ramos un equipo herm¨¦tico que sab¨ªa jugar con un genio inspirad¨ªsimo en el mejor momento de su carrera. 45 d¨ªas no caben en 800 palabras. Mucho menos la emoci¨®n y el miedo de la traves¨ªa como representantes de un pa¨ªs con una relaci¨®n exagerada con el f¨²tbol. Mir¨¢ndolo desde la complacencia actual, las preguntas siguen sin poder contestarse: ?C¨®mo puede ser que en poco m¨¢s de un mes ese fr¨¢gil grupo alcanzara la solidez del acero? ?C¨®mo es que terminamos siendo campeones del mundo sin jugar una pr¨®rroga ni tirar un penalti? Aquella banda de moral quebradiza que lleg¨® a M¨¦xico, casi 40 a?os despu¨¦s sigue siendo un grupo de amigos con nuestro correspondiente grupo de WhatsApp. En cuanto a m¨ª, gracias a aquella experiencia he sido un poco m¨¢s feliz cada d¨ªa del resto de mi vida. ?Qu¨¦ m¨¢s se le puede pedir a un verano?
Babelia
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