¡®El aspirante¡¯: impactantes vomitonas de violencia y humillaci¨®n en las novatadas universitarias

¡°Ustedes eligen: estar con los que mandan, o con los que obedecen¡±. La terrible frase, cargada de clasismo, de fascismo, no est¨¢ sacada de ning¨²n panfleto pol¨ªtico. Tampoco de un libro de historia militar. Procede de la diatriba de un veterano en las llamadas jornadas de integraci¨®n universitarias: el eufemismo que envuelve a las novatadas, prohibidas oficialmente, erradicadas en multitud de centros en los ¨²ltimos a?os gracias al esfuerzo de autoridades y alumnado, y que, sin embargo, a¨²n colean cada a?o con el inicio del curso en ciertos puntos negros de toda Espa?a.

Pocas violencias m¨¢s dolorosas que la humillaci¨®n p¨²blica. Y he ah¨ª la base de las novatadas. En 2015, Juan Gautier compuso El aspirante, un formidable cortometraje sobre una de estas jornadas, una tradici¨®n a erradicar por completo, una lacra. Veinticuatro horas de vejaciones p¨²blicas, y toleradas durante demasiados a?os, con el objetivo de ¡°integrar a los nuevos¡± en el ambiente. Gautier, hijo de director de colegio mayor, sab¨ªa de lo que hablaba. Con un excitante manejo de la c¨¢mara y un montaje perfecto, colocaba al espectador lo m¨¢s cerca posible de las sensaciones del novato. Tambi¨¦n de las del veterano. Era un impacto. Nueve a?os despu¨¦s ha decidido convertir aquella pieza en un largometraje. Y el efecto es el mismo. El v¨¦rtigo, la desolaci¨®n.

El aspirante, con producci¨®n de Andrea Gautier, hermana del director, es una vomitona de violencia y dolor juvenil. Metaf¨®rica y expl¨ªcita. ¡°?Vienen de sus pueblos de mierda a la gran ciudad y aqu¨ª se convertir¨¢n en hombres!¡±. Aterradora por lo sibilino de los m¨¦todos de los veteranos, desde la simple broma (nunca son simples) hasta la tortura psicol¨®gica. Lemas militares, c¨¢nticos, palos, alcohol. ?rdenes, caricias, exigencias, falsa complicidad, condescendencia malsana, gritos. No todos lo aguantan en la residencia en la que se ambienta, Pocos, en realidad. Y, como en el corto original, Gautier toma sucesivas decisiones de calado cinematogr¨¢fico, empezando por los planos casi siempre cerrados (hay poqu¨ªsimos planos generales), para inmiscuir a¨²n m¨¢s a la platea en lo que est¨¢ ocurriendo, y por el excelente manejo de los extras y lo que hay detr¨¢s en las fiestas multitudinarias.

Gautier no juzga. Se dedica a mostrar lo que ha habido durante a?os y a?os. No hay homil¨ªas, discursos en contra ni activismo. Solo hechos, circunstancias y retrato de caracteres. Coloca el principal punto de vista y el protagonismo no en un chaval introvertido, t¨ªmido y desamparado, sino en alguien con cierto morro, que sabe lo que hay y est¨¢ dispuesto a aguantarlo; con personalidad, que soporta, pero que se atreve a mirar a los ojos a sus torturadores. Y, lo mejor, no es un personaje ideal: comete errores, grandes errores. Por supuesto, tambi¨¦n retrata a la otra variante, al cohibido que nunca sabe c¨®mo reaccionar, al sufridor. La masculinidad animal domina el conjunto, pero las chicas que aparecen de soslayo no quedan mucho mejor: espectadoras c¨®mplices con sus risas y su silencio. Todo es complejo, amargo y cinematogr¨¢ficamente vibrante. Y los int¨¦rpretes est¨¢n fant¨¢sticos: la preciosa sonrisa y la mirada con car¨¢cter de Lucas Nabor; el peligroso desvalimiento de Jorge Motos; la sumisa normalidad de Catalina Sopelana; y los magn¨ªficos veteranos, Eduardo Rosa y Pedro Rubio, ambiguos, odiosos, pero nunca monocordes en su maldad, hijos de perra que lo ser¨¢n el resto de sus vidas.

Con ecos de Historias del Kronen en las aptitudes y el desgarro final, El aspirante, y esto tambi¨¦n es notable, no es solo una pel¨ªcula sobre j¨®venes universitarios. Es un trabajo en el que subyace una cultura de la violencia, de la masculinidad t¨®xica, de la competitividad malsana. Los amos y los siervos. El conflicto de clases. Aspirantes, s¨ª, pero aspirantes a existir en paz en la batalla de la vida.