Truman Capote, el ni?o que sali¨® de casa por la puerta principal
El autor de ¡®A sangre fr¨ªa¡¯ marc¨® la literatura de no ficci¨®n y logr¨® conectar con la violencia inexplicable que asola EE UU, pero sobre todo dej¨® el mito de una persona destruida por el personaje. Este lunes se cumple el centenario de su nacimiento
Hablar de Truman Capote es comenzar una conversaci¨®n de m¨²ltiples dimensiones, de muchas capas, que incluye hablar de un crimen tremendo (el asesinato de la familia Clutter), de una novela inaugural (A sangre fr¨ªa) y de un escritor cuya leyenda crece probablemente a¨²n m¨¢s que su consideraci¨®n literaria. El autor nacido hace ahora un siglo en Nueva Orleans (Luisiana) y muerto hace 40 a?os en un estado muy penoso dej¨® huella en la literatura con obras como Desayuno en Tyffany¡¯s, Otras voces, otros ¨¢mbitos o ...
Hablar de Truman Capote es comenzar una conversaci¨®n de m¨²ltiples dimensiones, de muchas capas, que incluye hablar de un crimen tremendo (el asesinato de la familia Clutter), de una novela inaugural (A sangre fr¨ªa) y de un escritor cuya leyenda crece probablemente a¨²n m¨¢s que su consideraci¨®n literaria. El autor nacido hace ahora un siglo en Nueva Orleans (Luisiana) y muerto hace 40 a?os en un estado muy penoso dej¨® huella en la literatura con obras como Desayuno en Tyffany¡¯s, Otras voces, otros ¨¢mbitos o Plegarias atendidas (todas en Anagrama), pero sobre todo leg¨® el mito de su audacia y su autodestrucci¨®n, el yin y el yang de la creaci¨®n, engrandecido por pel¨ªculas como la que protagoniz¨® Philip Seymour Hoffman en 2005, el documental The Capote Tapes o la serie Feud.
Su ambici¨®n fue su pasaporte. Primero, para escapar del ambiente rural y de abandono en el que qued¨® cuando su madre le dej¨® a cargo de familiares en Luisiana para irse a vivir su propia vida. Despu¨¦s, para desembarcar en Nueva York, la meca de un escritor y un aspirante a la alta sociedad, y convertir su particular estilo de vestir, su voz aflautada y su abierta homosexualidad en atrevidos distintivos de car¨¢cter. Sin escondrijos. M¨¢s tarde, para proclamar a los cuatro vientos su intenci¨®n de inventar el g¨¦nero de la novela de no ficci¨®n, que materializ¨® en A sangre fr¨ªa. Y, por ¨²ltimo, para airear en donde quisieran escucharle la elaboraci¨®n de una novela, Plegarias atendidas, que consideraba que iba a suponer lo que hab¨ªa supuesto En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, y que lo que consigui¨®, por el contrario y en los escasos cap¨ªtulos que logr¨® escribir, fue acabar con ¨¦l. Grandes retos ¡ªtodos ellos¡ª que compet¨ªan cada d¨ªa con el alcohol y las drogas que acompa?aban su talento.
Pero vamos por partes. Tenemos ya a Truman Capote fuertemente consolidado en la sociedad de Nueva York y en la literatura tras ¨¦xitos como Desayuno en Tiffany¡¯s, adem¨¢s de guiones y relatos muy bien recibidos. Su conversaci¨®n inteligente, mordaz, su fama y su gracia le han convertido en el invitado que todos desean. Es el amigo de los escritores, los famosos, los artistas. La persona que cambia el derrotero de una fiesta. Puro ¨¦xito y glamur, valor seguro. Y ese es Truman Capote cuando, tras leer la noticia que publica New York Times la ma?ana del 16 de noviembre de 1959 en una columna de su portada (¡°Rico agricultor, tres miembros de su familia, asesinados¡±), decide salir de su zona de confort y viajar, cargado con su peculiar vestuario de rico exc¨¦ntrico de Nueva York, rumbo a la Am¨¦rica real, rural y nada refinada de Holcomb, Kansas. El hombre nacido en el sur e instalado en el universo cosmopolita de Nueva York da marcha atr¨¢s rumbo a una zona interior donde los reba?os de ganado y los elevadores de grano ¡°se alzan con la gracia de templos griegos¡±; un territorio solitario al que los propios habitantes de Kansas llaman escuetamente ¡°all¨¢¡±, como describe en el c¨¦lebre arranque de su novela.
Capote ha elegido volver atr¨¢s, a un ambiente m¨¢s parecido al de su renegada ni?ez. Y ha elegido un crimen nada f¨¢cil. Es decir, cuando analizamos los asesinatos encontramos (sobre todo) cr¨ªmenes de g¨¦nero, de venganza, de encargo, de odio, de despecho o por enajenaci¨®n. Cr¨ªmenes que responden a un intento de posesi¨®n y a una intenci¨®n de causar da?o. El asesinato del granjero de Holcomb, su mujer y sus hijos, por el contrario, no muestra m¨®vil alguno ni planes preconcebidos, sino una macabra repetici¨®n del horror, habitaci¨®n por habitaci¨®n, hasta acabar con todos los miembros de un hogar en el que no se ha encontrado el dinero al que se aspiraba. Y estos son los cr¨ªmenes m¨¢s dif¨ªciles de entender. De explicar. La violencia gratuita que desplegaron los asesinos de Holcomb fue el gancho para Capote, que decidi¨® sembrar en su reconstrucci¨®n la gran semilla de un g¨¦nero que iba a cambiar las cosas, al menos en cuanto a etiquetado se refiere.
¡°Al poner la etiqueta de novela de no ficci¨®n, Capote inaugur¨® un g¨¦nero que en realidad ya estaba inaugurado por libros previos como Operaci¨®n masacre, de Rodolfo Walsh, o Hiroshima, de John Hersey¡±, asegura Leila Guerriero, ella misma autora de obras de no ficci¨®n como la m¨¢s reciente, La llamada (Anagrama). ¡°Tambi¨¦n gener¨® un equ¨ªvoco, porque la idea de novela y de no ficci¨®n mueve a confusi¨®n. Pero hay un logro enorme en Capote, y es haber puesto el ojo en una matanza, un asesinato que no habr¨ªa trascendido como por ejemplo trascendi¨® el del clan Mason en la casa de Polanski. Eligi¨® la historia, descubri¨® la tremenda fuerza del c¨®mo, el c¨®mo contar, y la transform¨® en algo completamente universal que habla de la existencia y la miseria humana, las clases sociales, los chismes y prejuicios de un pueblo chico. El libro marc¨® un camino¡±.
Eduardo Lago, especialista en literatura estadounidense, reconoce el impacto que caus¨® A sangre fr¨ªa y cree que forma parte de una corriente que se estaba construyendo en ese momento en EEUU. ¡°?l no lo cre¨®, sino que se sum¨® a lo que otros grandes autores del llamado Nuevo Periodismo estaban haciendo, desde Tom Wolfe a Norman Mailer, Gay Talese y otros (y otras, ya nadie se acuerda de Joan Didion o Janet Malcolm al hablar de esto). Fue uno m¨¢s, pero A sangre fr¨ªa sigue siendo un logro magistral digno de ser rele¨ªdo y celebrado¡±.
La historia es conocida: tras viajar a Holcomb y decidir convertir aquel caso en novela, Capote se obsesion¨® hasta el punto de desarrollar una extra?a relaci¨®n de dependencia con uno de los asesinos y de esperar con siniestro sentido narrativo a que les colgaran en la horca para poner punto final al libro. Por ello este se public¨® en 1966, siete a?os despu¨¦s del crimen, pese a la desesperaci¨®n de los editores. Periodismo de cocci¨®n lenta. Pura literatura. Y lo dem¨¢s es leyenda: su enorme ¨¦xito, pero tambi¨¦n sus angustias, su hundimiento, su p¨¦rdida de la seguridad de escritor y las crecientes adicciones, que paseaba por los plat¨®s sin pudor. Como dice el escritor Rodrigo Fres¨¢n, gran conocedor de la literatura norteamericana, el personaje pudo finalmente con la persona en una autodestructiva no ficci¨®n de s¨ª mismo, en la misma l¨ªnea que tambi¨¦n siguieron Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway o David Foster Wallace. ¡°Salinger se salv¨® desapareciendo¡±.
Pero su obra, su manera de convertir el horror en belleza, trascendi¨®, influy¨® en muchos escritores (y directores de documentales asesinos de Netflix), destaca Fres¨¢n. ¡°El valor de A sangre fr¨ªa es el de ser un gran libro en sus p¨¢ginas y tambi¨¦n fuera de ellas. Su intrahistoria es hoy casi tan importante como la obra en s¨ª. Es decir: muchos no la han le¨ªdo, pero s¨ª saben de esa black and white party¡±, asegura Fres¨¢n, que cita la reciente biograf¨ªa traducida por Libros del Kultrum (Truman Capote. Remembranzas y confidencias de sus amistades, enemigos, conocidos y detractores).
Eduardo Lago apunta a las razones ¨²ltimas de ese logro magistral, y es que ¡°consigui¨® conectar con el n¨²cleo de violencia inexplicable que asola el alma de Estados Unidos desde su nacimiento como naci¨®n y persistente en las continuas matanzas colectivas. Esta es una sociedad enferma, como evidencia la posibilidad de que Trump vuelva a ganar. Capote capta esa lacra en su novela. Sus protagonistas son v¨ªctimas de un mal social inextricable¡±.
Capote, asegura Lago, ¡°aisl¨® un caso real, le dedic¨® lo mejor de su vida y cristaliz¨® su indagaci¨®n en una forma perfecta que logra destilar la realidad inyectando en su escritura period¨ªstica las claves del arte de la ficci¨®n. Nadie lo ha hecho como ¨¦l¡±. Cre¨® as¨ª, asegura, un modelo que copiaron otros como Mailer con La canci¨®n del verdugo. Hoy, una exposici¨®n sobre la brutalidad de la realidad norteamericana en la galer¨ªa Luhring Augustine de Nueva York tiene como imagen la portada de A sangre fr¨ªa.
Mart¨ªn Caparr¨®s, tambi¨¦n destacado autor de no ficci¨®n, confiesa que nunca lo termin¨®. ¡°Me aburri¨®, pero siempre me impresion¨® el papel fundacional que se le atribuye y que muestra la hegemon¨ªa cultural norteamericana¡±. El autor recuerda la citada Operaci¨®n masacre (1957) o el Relato de un n¨¢ufrago (1955) de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. ¡°No digo que Capote las haya copiado ¡ªni probablemente conocido¡ª pero s¨ª me sorprende que le sigamos atribuyendo, junto con Mailer, Wolfe y compa?¨ªa, la creaci¨®n de una forma de contar que ya hab¨ªa sido maravillosamente practicada en ?am¨¦rica y sigui¨® si¨¦ndolo. En s¨ªntesis: creo que el Relato y la Operaci¨®n han influido mucho m¨¢s en nuestras generaciones de cronistas que A sangre fr¨ªa, con perd¨®n. Y una pizca de orgullo¡±.
Tanto Fres¨¢n como Caparr¨®s consideran que M¨²sica para camaleones, lo ¨²ltimo que edit¨® en vida a partir de piezas sueltas antes publicadas en la revista Interview de Andy Warhol, es su mayor legado. ¡°Es una suerte de summa art¨ªstica-existencial a la vez que un manual de escritura mucho m¨¢s efectivo (y econ¨®mico) que tanto taller literario¡±, dice Fres¨¢n. Pero fue Plegarias atendidas, la gran obra de ambici¨®n proustiana que nunca termin¨® y de la que apenas public¨® algunos cap¨ªtulos, la que termin¨® de derribarle. Abandonado por la ¨¦lite que antes le hab¨ªa acogido despu¨¦s de que aireara sus trapos sucios en estos cap¨ªtulos, Capote qued¨® aislado, desconcertado. ¡°Fue un depredador de sus contempor¨¢neos¡±, asegura Leila Guerriero. Y lo pag¨®. Convertido al final en caricatura, borracho en los plat¨®s y expulsado de la alta sociedad a la que crey¨® pertenecer, Capote apareci¨® muerto finalmente en el piso de una amiga en Los ?ngeles. Era el 25 de agosto de 1984. No lleg¨® a cumplir 60.
Cuando explic¨® la extra?a relaci¨®n que desarroll¨® con el asesino Perry Edward Smith, un muchacho sin suerte como ¨¦l, Truman Capote dec¨ªa: ¡°Siento que Perry y yo crecimos en la misma casa. Pero ¨¦l sali¨® por la puerta de atr¨¢s. Y yo por la principal¡±. Y esa casa es, sin duda, la literatura.