Si un hombre de Marte
Estamos en 2024 y se sigue sospechando que el ¡®quid¡¯ de la cuesti¨®n est¨¢ en que no hay qui¨¦n sepa d¨®nde est¨¢ la l¨ªnea divisoria entre la tonter¨ªa y la inteligencia
La primera vez que di con el concepto de inteligencia artificial (IA) fue en los ochenta, en los diarios de Monterroso. He buscado en La letra E, donde reuni¨® sus diarios, y he visto que nombr¨® a la IA a finales de septiembre de 1984. As¨ª que cuarenta a?os exactos han pasado desde entonces y, aunque detesto los n¨²meros redondos, no por ello voy a privar a los lectores de lo que anot¨® Monterroso en su diario: ¡°Hacia 1950-1955, la inteligencia mecanizada parec¨ªa estar ya a tiro de piedra: lo malo era que por cada estorbo que se dejaba atr¨¢s aparec¨ªa siempre otro nuevo cerrando el paso a la creaci¨®n efectiva de una autentica m¨¢quina de pensar. ?Hab¨ªa una raz¨®n profunda para esa inacabable y misteriosa esquividad de la meta?¡±.
Estamos en 2024 y contin¨²a habiendo estorbos en el camino y se sigue sospechando que el quid de la cuesti¨®n est¨¢ en que no hay qui¨¦n sepa d¨®nde est¨¢ la l¨ªnea divisoria entre la tonter¨ªa y la inteligencia. Lo que s¨ª sabemos es que hay ciertas capacidades humanas que son caracter¨ªsticas de la inteligencia. Todas ellas aparecen en una lista que manejaba Monterroso y tan solo una de esas capacidades ¡ªla de ¡°hallar sentido en mensajes ambiguos o contradictorios¡±¡ª acusa el paso del tiempo ya que, como dec¨ªa Juan Tall¨®n el viernes en M¨¢laga, todo se est¨¢ volviendo tan extra?o que lo extra?o se est¨¢ convirtiendo en lo com¨²n.
Ha habido un vuelco en la valoraci¨®n de lo ins¨®lito y lo corriente y, dado que, con la reciente hegemon¨ªa de lo extra?o, aumentan los mensajes, no ambiguos, sino rasos y directamente sin sentido, la pregunta que deber¨ªamos formularnos es c¨®mo har¨¢ la IA para detectar estos cambios tan sensibles en una de las capacidades humanas hasta ahora m¨¢s caracter¨ªsticas de la inteligencia.
Es m¨¢s, y yendo algo m¨¢s lejos, ?sabr¨¢ captar la IA que, junto a esas modificaciones que han creado sinsentidos completos, se han puesto de moda los disc¨ªpulos de Pirr¨®n, aquel fundador del escepticismo que dijo muy pocas cosas dos siglos antes de Cristo, pero una ha atravesado el tiempo?: ¡°Lo importante no es aceptar alg¨²n tipo de filosof¨ªa, sino vivir sin creencias, lo cual llevar¨¢ razonablemente a la felicidad¡±. Y obs¨¦rvese que una reciente frase de Albert Serra, el cineasta triunfador en San Sebasti¨¢n, parece tambi¨¦n viajar por la ¨®rbita de Pirr¨®n: ¡°No me interesan las causas, ni la ideolog¨ªa, solo el cine¡±.
Antes del cine y de la literatura, tuve a una soterrada IA frente a m¨ª, se ocultaba en las mu?ecas mec¨¢nicas del parque del Tibidabo, de Barcelona. Una de ellas era toda una ¡°m¨¢quina del destino¡± que, a trav¨¦s de la gitana aut¨®mata que echaba las cartas, te escup¨ªa por una ranura un papelillo con la historia futura de tu vida.
La primera vez que la gitana me envi¨® el papelito era septiembre de 1954 y la inteligencia mecanizada parec¨ªa estar ya a tiro de piedra. Seg¨²n Cirlot, le habr¨ªa bastado a un hombre de Marte con ver a uno solo de nuestros mu?ecos mec¨¢nicos para comprender lo que es el hombre y el sentido de su cultura desde los monumentos megal¨ªticos hasta las utop¨ªas pol¨ªticas.
Babelia
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