Cabreriza, el pueblo que ver¨¢ caer este invierno su iglesia barroca del siglo XVIII
Los propietarios de las antiguas viviendas del municipio soriano, deshabitado desde los setenta, asumen que una nevada provocar¨¢ el derrumbe de las dos extraordinarias c¨²pulas del templo
Sobre la cubierta de una de las capillas de la iglesia de Cabreriza (Soria) crecen, despreocupadas, las ramas de un sa¨²co. Hasta la fecha, nadie ha sabido resolver el enigma de d¨®nde nacen las ra¨ªces del ¨¢rbol, a varios metros de altura sobre el suelo. El otro misterio consiste en c¨®mo el templo de un remoto y deshabitado pueblo de la provincia de Soria, al que solo se llega por una pista sin asfaltar de m¨¢s de siete kil¨®metros, puede concitar a media docena de visitantes la ma?ana de un domingo. Esta ¨²ltima inc¨®gnita tiene m¨¢s f¨¢cil soluci¨®n. La respuesta radica en las dos c¨²pulas barrocas que cierran el crucero y una de las capillas del edificio, un par de ins¨®litas manifestaciones art¨ªsticas que siembran en el visitante una cascada de interrogantes. ?Qu¨¦ hace semejante obra de arte del siglo XVIII en medio de la nada? Y, sobre todo, ?c¨®mo es posible que las grietas anuncien el inminente colapso de la cubierta del templo?
Porque quienes fueron los ¨²ltimos habitantes de Cabreriza ¡ªun municipio virtualmente abandonado, aunque a¨²n mantiene una casa habitada por temporadas, a nueve kil¨®metros de Berlanga de Duero y 60 al sur de la capital soriana¡ª lo tienen asumido. ¡°Si la iglesia no cae este invierno, ser¨¢ el siguiente¡±, reconoce Ramiro Calvo, hijo del ¨²ltimo alcalde del pueblo, antes de su fusi¨®n con Berlanga de Duero, en 1966. Aquella modificaci¨®n administrativa en tiempos de la dictadura, y en un contexto de emigraci¨®n a las grandes urbes, marc¨® un antes y un despu¨¦s para los vecinos. ¡°El pueblo estaba arreglado, todas las casas, salvo una, estaban habitadas; a¨²n recuerdo los nombres de las familias¡±, sostiene Ramiro, que mantiene aqu¨ª un inmueble que visita frecuentemente desde Almaz¨¢n, a 40 kil¨®metros, donde reside. El ¨¦xodo, desde entonces, fue imparable. Los ¨²ltimos ni?os que nacieron en Cabreriza hicieron lo propio a mediados de los setenta y viven hoy en Tarragona, a 400 kil¨®metros.
Las viviendas comenzaron a desmoronarse, mimetiz¨¢ndose con este cerro que domina un paisaje mon¨®tono de inmensos campos de cultivo de trigo y cebada, y alguna que otra ganader¨ªa. En todo lo alto, la espada?a de la iglesia de Nuestra Se?ora de la Asunci¨®n anunciaba una tragedia patrimonial: si nadie lo imped¨ªa, sus bienes comenzar¨ªan a desfilar, v¨ªctima de la perversa costumbre de los obispados de vaciar sus templos antes de consumarse el abandono y, c¨®mo no, del inevitable expolio. Nada que no haya pasado antes, salvo porque en este edificio de origen medieval se esconden dos joyas especialmente vulnerables. ¡°Lo que no esperas, despu¨¦s de sortear las zarzas que invaden la puerta de entrada, es encontrarte en el interior de la iglesia de un pueblo remoto como este con dos impresionantes c¨²pulas de estilo barroco ricamente decoradas¡±, reconoce Pablo Mart¨ªnez Lablanca, joven historiador empe?ado en la divulgaci¨®n de tesoros a punto de desaparecer.
La raz¨®n de tal opulencia art¨ªstica se encuentra en el patrocinio de la und¨¦cima marquesa de Berlanga, Mar¨ªa Luc¨ªa T¨¦llez-Gir¨®n, quien orden¨® levantar el edificio de Cabreriza mediado el siglo XVIII. ¡°El hecho de hallar una obra de esta categor¨ªa en un lugar remoto tiene cierta semejanza con Berlanga de Duero, una villa no muy grande donde los sucesivos marqueses reunieron semejante conjunto monumental¡±, explica el historiador. ¡°De las dos c¨²pulas, la m¨¢s impresionante es la que se sit¨²a sobre el crucero: sus nervios est¨¢n decorados con motivos vegetales, aparecen representaciones religiosas en c¨ªrculos y a¨²n se conservan los tonos azules originales¡±, detalla Mart¨ªnez Lablanca. La otra cierra la cubierta de una capilla, su estructura se divide en varios gajos a trav¨¦s de nervios ornamentados en colores ocres y marrones rojizos, mientras que las pechinas lucen im¨¢genes b¨ªblicas.
Basta recorrer la nave hacia el crucero, frente al antiguo altar mayor, para comprobar que es la b¨®veda m¨¢s valiosa la que se encuentra en peor estado: una tremenda grieta se abre en la superficie producto de las filtraciones, mientras que fragmentos de escayola policromada, tan t¨ªpicamente barrocos, se esparcen por el suelo, desprendidos. A los pies de la iglesia, el drama no es menor. Un letal boquete deja pasar los potentes rayos del sol, mientras se vislumbra la espada?a, de la que pende una maltrecha cruz de hierro. En 2011, los ladrones se llevaron las campanas. Dos a?os m¨¢s tarde, Ramiro Calvo y su hermano estuvieron a punto de presenciar un nuevo expolio. ¡°Cuando llegamos, alguien intentaba llevarse el campano: ¨¦ramos dos contra dos, casi hubo m¨¢s que palabras, nos jugamos la vida¡±. Finalmente, lo evitaron. Nada hab¨ªan podido hacer por la pila bautismal, desaparecida m¨¢s de una d¨¦cada antes.
Actualmente, los propietarios de los edificios que quedan en pie en Cabreriza tratan de mantener la dignidad del pueblo. Reunidos en una asociaci¨®n, reinvierten el dinero que obtienen por el coto de caza en el arreglo de las calles y en alg¨²n que otro elemento, como la fuente que mana abundante agua en la parte baja, primorosamente restaurada. ¡°Hace 10 o 15 a?os, le propusimos al Obispado de Osma-Soria que nos donara la iglesia, la ¨ªbamos a arreglar, ten¨ªamos ya un presupuesto de dos constructores de Almaz¨¢n¡±, rememora Ramiro Calvo, anunciando el amargo desenlace: ¡°Nos dijeron que no y nosotros decidimos que no ¨ªbamos a arreglarles la casa a ellos con nuestro dinero¡±. ¡°Ni hacen ni dejan hacer ¡ªcontin¨²a¡ª, son como los perros peque?os¡±.
Desde el punto de vista del patrimonio, el templo de Nuestra Se?ora de la Asunci¨®n de Cabreriza padece los dos males m¨¢s comunes de la provincia de Soria, extensibles a toda la Espa?a despoblada. Por un lado, ¡°la iglesia no est¨¢ catalogada y no goza de una protecci¨®n espec¨ªfica, lo que la expone a¨²n m¨¢s al abandono¡±, relata Pablo Mart¨ªnez Lablanca. Por el otro, ¡°en una zona tan castigada por la despoblaci¨®n, como la comarca de Berlanga, el expolio es algo habitual¡±, indica el historiador, miembro del colectivo Rom¨¢nico sin Techo, que trata de visibilizar la situaci¨®n de cerca de medio centenar de templos que est¨¢n a punto de desaparecer. Al menos, que se sepa.
A pesar de todo, las c¨²pulas barrocas de Cabreriza aguardan, resignadas, la llegada del fr¨ªo invierno soriano y la m¨¢s que segura visita de alguna nevada que eche abajo, sin soluci¨®n, sus detalles decorativos, las im¨¢genes revestidas de color, la interesante informaci¨®n que no paran de revelar sus maltrechos muros. ¡°Es una situaci¨®n que me produce rabia, no solo por el valor art¨ªstico de la iglesia, sino tambi¨¦n porque es una circunstancia conocida y que llevamos denunciando desde hace tiempo¡±, confiesa Pablo Mart¨ªnez, igualmente concienciado del doloroso ep¨ªlogo que aguarda al edificio: ¡°M¨¢s pronto que tarde, se vendr¨¢ abajo, como ocurri¨® hace un a?o en La Barbolla¡±. El reloj est¨¢ en marcha.
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