Reconstrucci¨®n de un mundo mutilado por las excavadoras de Ceaucescu
Un nuevo libro muestra 80 fotograf¨ªas in¨¦ditas de la demolici¨®n de un emblem¨¢tico barrio de Bucarest por decisi¨®n del dictador
Uranus era un barrio de Bucarest de calles peque?as, inclinadas y pavimentadas y casas antiguas con aires bohemios, muchas de ellas creaciones originales de los arquitectos de la ¨¦poca. Los vecinos de este n¨²cleo neur¨¢lgico de la capital rumana proven¨ªan de clase media. Eran comerciantes, artesanos y propietarios de peque?os negocios. Su pecado no fue otro que situarse en la zona m¨¢s segura de la urbe, junto al r¨ªo D?mbovi?a.
Tras el se¨ªsmo de 7,2 de la escala Richter, que provoc¨® el derrumbe de cientos de edificaciones y 1.500 muertos en 1977, el dictador Nicolae Ceaucescu se volvi¨® paranoico, por lo que mand¨® construir su casa en el lugar m¨¢s seguro de Bucarest, la colina conocida como El arsenal, donde hoy se encuentra la Casa del Pueblo, un mastod¨®ntico edificio en el que trabajaron m¨¢s de 20.000 personas d¨ªa y noche hasta tres d¨ªas antes de la Navidad de 1989, cuando fusilaron al dictador y a su esposa, Elena.
Los planes de construcci¨®n se hab¨ªan vuelto cada vez m¨¢s dementes hasta el punto que se demoli¨® la zona cuatro veces a medida que crec¨ªa el proyecto. En total, siete kil¨®metros cuadrados se convirtieron en un enorme amasijo de escombros en el primer lustro de la d¨¦cada de los ochenta del siglo XX. Durante este proceso de sistematizaci¨®n de Bucarest dise?ado por el Conducator, sin una planificaci¨®n urban¨ªstica ordenada, se arrasaron alrededor de 10.000 viviendas, y m¨¢s de 50.000 habitantes se vieron impelidos a mudarse. El destrozo se conoce como Ceau?ima, juego de palabras en rumano que compara de manera sarc¨¢stica las pol¨ªticas del s¨¢trapa con el bombardeo nuclear en Hiroshima.
¡°Aparte de su megaloman¨ªa, el dictador sufr¨ªa el s¨ªndrome de Hubris, un trastorno narcisista de la personalidad que se caracteriza por su ego desmedido¡±, asevera el arquitecto y fot¨®grafo Andrei Pandele. En su libro Din epoca de aur (en la ¨¦poca de oro, como se refer¨ªa Ceausescu a este periodo), publicado recientemente por la editorial Vremea, Pandele revela un mundo casi inimaginable, pero que realmente existi¨®.
En sus fotograf¨ªas asoma un pasado cercano de la capital de Ruman¨ªa, una ciudad que intenta desembarazarse de las secuelas de esos a?os oscuras para modernizarse y convertirse en una urbe vanguardista. ¡°Ceausescu no pod¨ªa imaginar una idea, un concepto o una noci¨®n abstracta; de modo que ped¨ªa que le mostraran una maqueta a tama?o real para visualizar el proyecto que deseaba¡±, explica Pandele, quien sac¨® miles de fotos subversivas las d¨¦cadas de los setenta y ochenta, en plena Guerra Fr¨ªa, gracias a que los fines de semana trabaja como fot¨®grafo para un peri¨®dico deportivo. Su libro recoge 210 im¨¢genes, de las que 80 son in¨¦ditas.
Su osad¨ªa provoc¨® que la milicia lo interrogara decenas de veces. ¡°No estaba prohibido hacer fotos de manera oficial, pero s¨ª estaba mal visto, as¨ª que aprend¨ª bien la legislaci¨®n para pararles los pies porque me di cuenta de que, en el aspecto psicol¨®gico, los milicianos como los perros agresivos eran duros con los que tienen miedo y se volv¨ªan d¨®ciles con los que no¡±, recalca. Sus im¨¢genes presentan la cruel mutilaci¨®n de Bucarest, como si fuera devastada por una guerra, con iglesias asoladas y edificios de monumental hermosura del periodo de Entreguerras derribados.
La acreditaci¨®n de prensa, que siempre le colgaba del cuello, permiti¨® a Pandele fotografiar de manera discreta la ciudad cuando volv¨ªa de una competici¨®n al trabajo y escaquearse del f¨¦rreo control de la Securitate, el temible servicio secreto del r¨¦gimen. ¡°No me escond¨ªa en absoluto por mi envergadura (1.90 de estatura), sino que fing¨ªa estar prestando atenci¨®n a otro sitio¡±, recuerda. ¡°Tomaba fotos sin mirar por el visor de la c¨¢mara a lo que pensaba que podr¨ªa extinguirse; eso me hizo equivocarme muchas veces, a lo mejor acertaba, uno de cada siete disparos¡±, agrega el autor, que tambi¨¦n ha publicado otros vol¨²menes fotogr¨¢ficos como Diciembre del 89 en 89 im¨¢genes, Testigo sorpresa: fotograf¨ªas sin censura del comunismo y Casa del Pueblo. Un final en M¨¢rmol.
Hoy, el inconcluso Parlamento de Bucarest, conocido como la Casa del Pueblo ¡ªel segundo edificio p¨²blico m¨¢s grande del mundo despu¨¦s del Pent¨¢gono¡ª se erige como el recuerdo de los horrores perpetrados por el Genio de los C¨¢rpatos, como le gustaba llamarse al dictador rumano que ostent¨® el poder desde 1965 hasta 1989. Ante la destrucci¨®n acometida por el l¨ªder rumano, las protestas en el extranjero aumentaron y llevaron al ingeniero Eugen Iord?chescu a sugerir al dictador el traslado de las iglesias a otro lugar. Ceaucescu no le crey¨®, pero le permiti¨® seguir adelante. Su m¨¦todo result¨® efectivo e Iord?chescu termin¨® por rescatar 13 templos. ¡°La planificaci¨®n urban¨ªstica era de tipo primitivo y dictatorial, ning¨²n edificio o barrio pod¨ªa resistir si perturbaba sus planes de crear un centro pol¨ªtico-administrativo¡±, remarca el historiador Mihai Burcea, experto en totalitarismos.
¡°Ceaucescu sent¨ªa desarraigo, proven¨ªa de un peque?o pueblo campesino, as¨ª que la ciudad le parec¨ªa hostil¡±, indica Pandele. El delirio del dictador comenz¨® tras una visita a Corea del Norte en 1971, que cambi¨® su manera de actuar. ¡°Decidi¨® que la parte pol¨ªtica era d¨¦bil y que todo deber¨ªa hacerse acorde a lo que ¨¦l ordenara¡±, cuenta. Nadie opinaba lo contrario a lo que dictaba el Hijo amado. Hab¨ªa un refr¨¢n que se aplicaba a rajatabla: ¡°No pienses y si lo haces, no lo digas y si lo cuentas, no lo escribas y si lo escribes, no lo firmes y si lo firmas, no te sorprenda¡±. Por este motivo, aquel que no hac¨ªa nada, no se equivocaba y acababa siendo recompensado por las autoridades.
Durante el levantamiento del nuevo barrio, el Conducator decidi¨® pagar la deuda externa de unos 10.000 millones de d¨®lares, lo que signific¨® racionar la comida y reducir el gasto energ¨¦tico, lo que trajo sufrimiento a la poblaci¨®n. ¡°En el bloque en el que viv¨ªamos trabaj¨¢bamos con gorro y guantes, pero segu¨ªamos temblando del fr¨ªo¡±, rememora Pandele. ¡°Lleg¨® a prohibirse la circulaci¨®n de coches en el invierno de 1985, pese a que Rumania era el ¨²nico pa¨ªs con petr¨®leo de la Europa del Este¡±, prosigue.
En su libro hay una ic¨®nica imagen en la que aparece un autob¨²s con tanques de gas con forma de misiles en el techo. En realidad, se trataba de botellas que se fabricaban en Rumania de baja calidad que sirvieron m¨¢s como decoraci¨®n, ya que estaban casi todo el tiempo vac¨ªas. ¡°Pedales no hab¨ªa en los autobuses, pero la fotograf¨ªa muestra a personas como si estuvieran pedaleando¡±, apunta. En otra instant¨¢nea, realizada a comienzos de la d¨¦cada de los setenta, patrullas de milicias deambulan con perros por los parques. ¡°Esta imagen refleja la atm¨®sfera de represi¨®n que sufrimos¡±, concluye Pandele.
Babelia
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