Rumania, la transici¨®n en suspenso
Treinta a?os despu¨¦s de la ejecuci¨®n de Ceausescu, la justicia a¨²n debe dirimir la responsabilidad de un millar de muertes durante la revoluci¨®n
Treinta a?os despu¨¦s de la muerte de Nicolae Ceausescu, cuya ca¨ªda arrastr¨® a Rumania en el episodio m¨¢s traum¨¢tico del colapso del tel¨®n de acero, la historia no ha puesto a¨²n punto final a su siniestro legado. Hace un mes arranc¨® en Bucarest el macrojuicio que determinar¨¢ la autor¨ªa del casi millar de muertes de la revoluci¨®n rumana, casi todas tras la desaparici¨®n del Conducator, y que los fiscales consideran cr¨ªmenes contra la humanidad. Este a?o, adem¨¢s, podr¨ªan ser imputados los primeros responsables de orfanatos ¡ªcuya horrible existencia desvel¨® la ca¨ªda del r¨¦gimen¡ª? por la muerte entre 1966 y 1989 de 15.000 a 20.000 ni?os. La imagen del espanto con que muchos identifican la Rumania de Ceausescu fue esa cadav¨¦rica legi¨®n de seres en los huesos.
La ejecuci¨®n del dictador y de su esposa, Elena, tras 23 a?os en el poder, abri¨® de golpe la compuerta? de un caudal de represi¨®n, sospecha permanente ¡ªazuzada por la infame Securitate, la polic¨ªa secreta¡ª y miseria atroz instrumentados por quien Occidente lleg¨® a considerar el verso libre del comunismo.
A mediados de diciembre de 1989, el pa¨ªs parec¨ªa ser una carta m¨¢s en el castillo de naipes del Este. El traslado del pastor L¨¢szl¨® T?k¨¦s, cr¨ªtico del r¨¦gimen, de su iglesia en Timisoara, prendi¨® la mecha de las protestas. Diez d¨ªas despu¨¦s, el 25, los cad¨¢veres de los Ceausescu, ejecutados tras un juicio sumar¨ªsimo, eran mostrados a las c¨¢maras en un alarde de exhibicionismo vindicante, como el del iraqu¨ª Sadam Husein 14 a?os despu¨¦s. Con el magnicidio, la sangre empez¨® a correr por el pa¨ªs. Pero ?qu¨¦ sucedi¨® para que en Rumania se desbordara la marea de libertad que avanzaba pac¨ªficamente por el Este europeo?
De la sangre derramada se acusa al expresidente Ion Iliescu, que asumi¨® la presidencia el 22 de diciembre, el d¨ªa que huy¨® Ceausescu; a su exviceprimer ministro y al jefe de la Fuerza A¨¦rea. La Fiscal¨ªa sostiene que lideraron la revoluci¨®n y crearon deliberadamente una atm¨®sfera de caos para alcanzar el poder, lo que result¨® en ¡°cientos de muertes innecesarias¡±. Ergo evitables, como, seg¨²n los expertos del Instituto para la Investigaci¨®n de los Cr¨ªmenes Comunistas ¡ªuna instancia oficial¡ª, fueron tambi¨¦n la mayor¨ªa de las muertes en los orfanatos, el letal resultado de la voluntad de perpetuaci¨®n de un r¨¦gimen cada vez m¨¢s alienado y totalitario: la prohibici¨®n del aborto y la contracepci¨®n, para incrementar la natalidad, m¨¢s una econom¨ªa estrangulada y en manos del FMI, condujo a la pr¨¢ctica inanici¨®n a miles de gestantes y beb¨¦s mientras los Ceausescu nadaban en una megal¨®mana opulencia.
A diferencia de sus pares de Polonia, Hungr¨ªa o Bulgaria, que a instancias de Mija¨ªl Gorbachov hab¨ªan entendido la necesidad del di¨¢logo, Ceausescu se enroc¨®, llegando a pedir una intervenci¨®n del Pacto de Varsovia en octubre contra la apertura polaca. ¡°El r¨¦gimen rumano fue el ¨²nico incapaz de cambiar. Desde 1965 Ceausescu hab¨ªa promovido en la c¨²pula del partido, el Estado y la Securitate a leales que le mostraran obediencia y servidumbre. En 1989 no hab¨ªa nadie que pudiera proponer reformas o soluciones pol¨ªticas siguiendo el modelo de Gorbachov¡±, explica por correo electr¨®nico el investigador Dumitru Lacatusu, del Centro de Consulta Hist¨®rica. ¡°La Securitate ten¨ªa v¨ªa libre para hacer lo que hac¨ªa desde 1948 [cuando se fund¨® al modo del NKVD sovi¨¦tico]: reprimir cualquier intento de revuelta, como en 1987 en Brasov¡±, escenario de una masiva huelga fabril.
¡°Ceausescu present¨® las protestas de Timisoara como la acci¨®n de agentes extranjeros y terroristas y orden¨® al Ej¨¦rcito y al Ministerio del Interior (Securitate y Militia) que las aplastaran. Y amenaz¨® a sus fieles con dimitir, lo que hizo que estos cerraran filas y se encastillaran. En resumen¡±, a?ade Lacatusu, ¡°la rumana fue la ¨²nica revoluci¨®n violenta porque la ¨¦lite comunista estaba compuesta ¨²nicamente por fieles, por la falta de alternativa a Ceausescu, su rechazo a cualquier tipo de reforma y la defensa del r¨¦gimen por la Securitate¡±.
Adrian Cioroianu, historiador, periodista, pol¨ªtico y exministro de Exteriores, recuerda de la ca¨ªda del tirano su inesperado debut en el periodismo. ¡°Era estudiante y estaba de vacaciones en mi ciudad natal, Craiova (suroeste). El d¨ªa 22 sal¨ª a la calle con una bandera tras o¨ªr en televisi¨®n que Ceausescu hab¨ªa huido de una reuni¨®n del comit¨¦ central del partido. Dos o tres docenas de compa?eros nos encerramos en la Casa del Estudiante. El d¨ªa 23 me estren¨¦ como periodista en el primer n¨²mero libre del diario local¡±, rememora.
El fervor juvenil le hizo ver el proceso contra Ceausescu como un mal necesario. ¡°Su ejecuci¨®n me pareci¨® l¨®gica. El dictador parec¨ªa tan intangible y tan invulnerable que, en mi cabeza, solo su muerte pod¨ªa significar el triunfo de la revoluci¨®n. Pero ahora comprendo que diciembre de 1989 tuvo varios niveles: una revuelta popular real (del 16 al 21), luego un golpe dentro del partido (22-25), y el desaf¨ªo de la oposici¨®n anticomunista, que surgi¨® entonces. Pero creo que fue una verdadera revoluci¨®n, por sus consecuencias en los a?os siguientes¡±.
Como si las tres d¨¦cadas transcurridas desde entonces fueran un par¨¦ntesis de responsabilidad y orfandad hist¨®rica, los dos expertos dudan a la hora de hablar del t¨¦rmino transici¨®n: de su concepto, pero tambi¨¦n de su lapso. ¡°Rumania es, despu¨¦s de 1989, una democracia renacida. Y en democracia una transici¨®n pol¨ªtica nunca termina. El problema, en mi opini¨®n, es que desde los primeros a?os noventa no ha habido deseo pol¨ªtico real de arrojar luz. Los cr¨ªmenes del 16-22 pueden ser elucidados, por la responsabilidad de la jerarqu¨ªa. Pero en los registrados a partir del 22, es arduo probar qu¨¦ fue caos revolucionario, y qu¨¦ manipulaci¨®n, intencionada o no. La paradoja es que la justicia se est¨¢ acercando a la verdad ahora, cuando el n¨²mero de los potenciales culpables se ha reducido por razones naturales¡±. El propio Iliescu tiene 89 a?os y una fr¨¢gil salud para afrontar un juicio que amenaza con demorarse: solo en la primera fase est¨¢ previsto que declaren 5.000 testigos.
El estancamiento pol¨ªtico que sigui¨® a 1989 es clave, para Lacatusu, a la hora de analizar las sombras de la transici¨®n. ¡°La ¨¦lite que tom¨® el poder, que se presentaba como fruto de la revoluci¨®n, convirti¨® el Frente de Salvaci¨®n Nacional [FSN, reci¨¦n creado por Iliescu] en partido y aparato estatal, y su primer gesto fue llamar a Mosc¨². Esa ¨¦lite no dud¨® en usar la violencia pol¨ªtica contra los cr¨ªticos pero a la vez presentaba su r¨¦gimen como una verdadera democracia. Iliescu firm¨® la paz con la nomenclatura anterior y con la Securitate, cuyos mandos fueron reabsorbidos por el nuevo sistema. Fue en 1996, con el triunfo electoral del CDR [coalici¨®n de centroderecha], cuando los pol¨ªticos se distanciaron del comunismo pero, tras un mandato de cuatro a?os, incluso el presidente Emil Constantinescu se declar¨® derrotado por la Securitate. Al menos hasta la entrada de Rumania en la OTAN [en 2004], miembros de la Securitate se mantuvieron en instituciones del Estado. La imitaci¨®n de la democracia fue una caracter¨ªstica de la transici¨®n rumana. Solo la orientaci¨®n euroatl¨¢ntica de la OTAN y la UE [2007] aceler¨® la transici¨®n¡±.
La completa alienaci¨®n del pasado se da a¨²n de bruces con el hecho de que la vieja nomenclatura se travistiese de dem¨®crata para encarnar durante lustros el nuevo sistema. Y las pruebas documentales tampoco ayudan, recuerda Lacatusu: ¡°Para hacer justicia a las v¨ªctimas, es clave que se hagan p¨²blicos los documentos, no solo de la revoluci¨®n, sino de todo el periodo comunista. Pero incluso el Consejo Nacional para el Estudio de los Archivos de la Securitate (CNSAS), la instituci¨®n que se ha hecho cargo de sus archivos, solo tiene documentos fechados hasta el 22 de diciembre [de 1989]¡±.
Tropas especiales contra unidades del Ej¨¦rcito
La revoluci¨®n m¨¢s sangrienta del tel¨®n de acero se cobr¨® un n¨²mero de muertos indeterminado. La cifra m¨¢s prudente habla de 862; otras fuentes elevan el balance hasta casi 1.300. El historiador Adrian Cioroianu ofrece otra estimaci¨®n: ¡°Desde el 22 de diciembre [d¨ªa de la huida de Bucarest de Ceausescu] murieron 940 personas; una cifra enorme comparada con los alrededor de 150 fallecidos en los d¨ªas previos¡±.
El mayor derramamiento de sangre se produjo cuando ¡°fuerzas especiales de camuflaje, que hab¨ªan sido entrenadas en plan guerrilla para luchar contra una hipot¨¦tica ocupaci¨®n extranjera del pa¨ªs, se enfrentaron a unidades del Ej¨¦rcito con el objetivo de provocar p¨¢nico y confusi¨®n. Y es lo que hicieron, incluso enfrent¨¢ndose a dichas unidades. Las fuerzas regulares respondieron ca¨®ticamente, disparando a cualquier cosa que les resultara extra?a¡±. Ello explicar¨ªa el alto n¨²mero de v¨ªctimas, seg¨²n el historiador.
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