Postdata: sobre exclusivas y estrenos
Se habla de pr¨¢cticas mafiosas en el conflicto de ¡®El hormiguero¡¯ con ¡®La revuelta¡¯. En realidad, los enfrentamientos son m¨¢s habituales de lo que parece
No soy consumidor habitual pero disfrut¨¦. Por casualidad, pude ver c¨®mo David Broncano reaccionaba ante la zancadilla de El hormiguero por tener el primero a un tal Jorge Mart¨ªn y destapaba uno de los secretos a voces de los talk shows: la existencia de prioridades, exclusivas y, cuando las negociaciones se enquistan, vetos. Son raros los programas de prime time, como La revuelta, tan conscientes de su diferencia, que aceptan personajes que ya han desfilado por la competencia o que incluso entrevistan a personas no famosas.
Bien. Pero, por muy feo que resulte visto desde fuera, tiene sentido establecer exigencias a los invitados o sus representantes. No hablo espec¨ªficamente de las pretensiones de Pablo Motos, experto en torpedear a sus competidores. La realidad es que cada nuevo lanzamiento (de pel¨ªcula, serie, libro o disco) irrumpe en el mercado con pretensiones imperiales, buscando copar todos los medios. Productores y creadores quieren salir en peri¨®dicos y revistas, en los informativos, en espacios nocturnos de TV, en los programas de radio convencional e incluso en los matinales de la radio musical. Y la mayor parte de ellos no son tan ingeniosos como para evitar repetirse. Hagan la prueba. Si se sienten mal¨¦volos, sigan la promoci¨®n de los estrenos de teatro: los actores, aunque se trate de Macbeth, insistir¨¢n en que se trata de ¡°una funci¨®n muy divertida¡±.
Todo ello me recuerda la guerra de los estrenos en Radio 3, de Radio Nacional de Espa?a, durante los a?os ochenta y los noventa. Debo explicarlo: algunos locutores hac¨ªan lo que fuera necesario por ser los primeros en pinchar determinados discos. Demonios, cuando se trataba de artistas nacionales incluso se peleaban por estrenar las maquetas, las grabaciones previas a los discos. Y si era un grupo que todav¨ªa estaba no fichado, se usaba el palo y la zanahoria, variaciones sobre el ¡°yo puedo conseguiros un contrato¡±.
El mecanismo esencial: el locutor hac¨ªa regularmente la tourn¨¦e de las compa?¨ªas en busca de novedades; negociaba en esas mismas oficinas tener la exclusiva del disco ansiado durante equis d¨ªas o semanas. El quid pro quo pod¨ªa incluir el apoyo radiof¨®nico a otros productos, menos vistosos, de la discogr¨¢fica.
Dado que los conflictos internos se pudr¨ªan en la Casa de la Radio, los oyentes no se enteraban de las miserias. Hab¨ªa amenazas, chantajes y todo tipo de marruller¨ªas, ante el pasmo de aquellos directores de Radio 3 que no proced¨ªan del mundillo musical. Ignoraban que semejantes grescas ocurr¨ªan tambi¨¦n en la rama radiof¨®nica de la BBC, donde un John Peel, por decir un nombre sagrado, se pon¨ªa en pie de guerra si no pod¨ªa estrenar lo nuevo de algunos de sus favoritos.
Internet lo cambi¨® todo, claro. De repente, manos misteriosas filtraban a la red m¨²sicas que todav¨ªa no hab¨ªan llegado al mercado. Cualquier listo de una emisora marginal pod¨ªa competir con los popes de Radio 3. El paisaje humano de la emisora estatal tambi¨¦n se transform¨®, con las jubilaciones, algunos despidos y los ascensos. Ahora, los discos ya no se lanzan: primero aparecen, pr¨¢cticamente de la noche a la ma?ana en Spotify y dem¨¢s servicios de streaming. Quiz¨¢s resulte un sano correctivo para los que priorizan la exclusividad y equiparan ¡°nuevo¡± con ¡°bueno¡±.
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