¡®Bird¡¯: Andrea Arnold se lanza al realismo m¨¢gico ¡®hooligan¡¯

En Bird, la nueva pel¨ªcula de la directora brit¨¢nica Andrea Arnold, el britpop es cosa de padres. Al menos, del padre de Bailey, la ni?a protagonista de 12 a?os, interpretada por Nykiya Adams. Su progenitor es un Peter Pan tatuado hasta las cejas que recurre a canciones mel¨®dicas de aquel movimiento musical para sacarle a un sapo de oro la baba (con su potente compuesto psicotr¨®pico) que vender¨¢ como droga. Interpretado por Barry Keoghan, este padre-ni?o, irresponsable y tierno a partes iguales, se mueve en patinete el¨¦ctrico por los suburbios de Kent mientras su hija se refugia en un extra?o universo a medio camino entre una casa okupa y una fantas¨ªa infantil animalista.

Arnold nos cuenta la historia inici¨¢tica de la solitaria y silenciosa Bailey, una ni?a que recoge en su m¨®vil momentos de su vida y de la de su hermano mayor, Hunter. No es la primera vez que esta directora aborda el desamparo adolescente (Fish Tank, 2009) o animal (Vaca, 2021), pero en un salto extra?o, por momentos emocionante, une ambos a trav¨¦s de una pel¨ªcula que cruza el realismo social con el realismo m¨¢gico. Con esa mirada h¨ªbrida, Arnold moldea a trav¨¦s del lenguaje del m¨®vil y de un peque?o proyector casero la expresi¨®n ¨ªntima y secreta de Bailey, cuya conexi¨®n con el mundo es a la vez tecnol¨®gica y animalista.

La diminuta c¨¢mara de Bailey proyecta sus im¨¢genes sobre un rinc¨®n de la pared grafiteada de su cuarto, evocando el tr¨¢nsito de la ni?ez a la edad adulta de un personaje que manifiesta su metamorfosis de diferentes formas. Frente a la rebeld¨ªa m¨¢s evidente surge otra m¨¢s enigm¨¢tica cuando observa de cerca a los insectos y animales que la rodean hasta que un d¨ªa encuentra a un amigo como ellos, un tipo extra?o ¡ªquiz¨¢ imaginario¡ª llamado Bird, en la piel del actor alem¨¢n Franz Rogowski. Bird es una suerte de hu¨¦rfano cuyo dolor se hermana con el de una ni?a que tambi¨¦n se siente abandonada por sus padres.

Es muy interesante c¨®mo Arnold convierte un lenguaje tan tosco como el del m¨®vil en una delicada extensi¨®n de la imaginaci¨®n de su protagonista. O c¨®mo logra que un descerebrado como el padre que da vida Keoghan (cuyo histrionismo acaba conquistando al espectador, especialmente en la recta final del filme) exprese lo que no sabe expresar a trav¨¦s de sus canciones. En Bird suenan temas de Blur o The Verve como burla de su propia nostalgia, amortiguada adem¨¢s porque Keoghan tambi¨¦n escucha a una banda de rock con futuro, Fontaines DC.

Con todo, y pese a sus arritmias por intentar crear un realismo m¨¢gico hooligan, lo mejor de Bird es que en ning¨²n momento es lo que se espera. Su lirismo puede resultar empalagoso, pero como ese britpop un poco mo?as con el que Keoghan estimula al pobre sapo, lo que Arnold extrae de la vida marginal de sus criaturas tambi¨¦n resulta bastante alucin¨®geno.