En el centenario de la muerte de Giacomo Puccini: mujeriego o feminista, fascista o apol¨ªtico, sentimental o modernista
La editorial Acantilado conmemora la efem¨¦ride del genial compositor con la publicaci¨®n del estudio de Alexandra Wilson sobre su controvertida recepci¨®n en la prensa italiana entre las d¨¦cadas de 1890 y 1920
Hace cien a?os amaneci¨® gris y lluvioso en Bruselas. El 29 de noviembre de 1924, Giacomo Puccini fallec¨ªa inesperadamente a las once y media de la ma?ana en la cl¨ªnica privada del doctor Leroux, ubicada en la confluencia de la avenida de la Couronne con la plaza Raymond Blyckaerts (hoy convertida en un bloque de apartamentos que lo recuerda con una placa). Un ataque al coraz¨®n termin¨® con su vida a los 65 a?os y despu¨¦s de someterse a un tratamiento experimental de radioterapia contra el c¨¢ncer de garganta que padec¨ªa. Un suplemento de...
Hace cien a?os amaneci¨® gris y lluvioso en Bruselas. El 29 de noviembre de 1924, Giacomo Puccini fallec¨ªa inesperadamente a las once y media de la ma?ana en la cl¨ªnica privada del doctor Leroux, ubicada en la confluencia de la avenida de la Couronne con la plaza Raymond Blyckaerts (hoy convertida en un bloque de apartamentos que lo recuerda con una placa). Un ataque al coraz¨®n termin¨® con su vida a los 65 a?os y despu¨¦s de someterse a un tratamiento experimental de radioterapia contra el c¨¢ncer de garganta que padec¨ªa. Un suplemento de una revista relat¨® entonces todos los detalles de su infausto viaje a la capital belga en compa?¨ªa de su hijo Antonio, mientras trataba de concluir su ¨®pera Turandot, e incluso se conserva una filmaci¨®n de su multitudinario funeral, que congreg¨® a unas ochenta mil personas.
Entre los adornos florales que acompa?aron el f¨¦retro de Puccini, hab¨ªa algunos de personas an¨®nimas que admiraban sus ¨®peras. Por ejemplo, en un ramo de violetas pod¨ªa leerse ¡°Un souvenir de Musetta¡± y otro con dos rosas atadas rudimentariamente indicaba ¡°Pobre Mim¨ª¡±, en alusi¨®n a los dos personajes femeninos de La boh¨¨me. Pero destac¨® una corona de orqu¨ªdeas enviada por el rey V¨ªctor Manuel III y, especialmente, un inmenso ramo de crisantemos y lirios con el nombre del dictador fascista Benito Mussolini. Lo recuerda Alexandra Wilson, en su libro de 2007, El ¡°problema¡± Puccini. ?pera, nacionalismo y modernidad, que Acantilado acaba de publicar para conmemorar el centenario de la muerte del compositor italiano.
?Qu¨¦ ¡°problema¡± tiene Puccini? Hablamos de un valor seguro para cualquier teatro de ¨®pera, que siempre ha gozado de una enorme aceptaci¨®n por parte del p¨²blico. Se trata, adem¨¢s, de un compositor cuyas arias se han convertido en iconos pop, como Nessun dorma de Turandot, desde Luciano Pavarotti y Los Tres Tenores hasta Got Talent y La Voz. ?peras como La boh¨¨me, Tosca y Madama Butterfly est¨¢n presentes en pel¨ªculas como Hechizo de luna, Quantum of Solace y Atracci¨®n fatal, e incluso en el videojuego Hitman: Blood Money o en Los Simpson. Sin embargo, Puccini gener¨® una creciente desconfianza en la prensa del joven estado italiano entre las d¨¦cadas de 1890 y 1920.
Wilson convierte esa paradoja entre la aceptaci¨®n del p¨²blico y el rechazo de la cr¨ªtica en un ameno relato de casi cuatrocientas p¨¢ginas sobre el contexto cultural en que vivi¨® y cre¨® Puccini. Tanto el compositor como su m¨²sica chocaron contra el nacionalismo italiano y el modernismo europeo, al tiempo que se convirtieron en ¡°lienzos en blanco sobre los que proyectar cualquier ambici¨®n ideol¨®gica¡± (p. 291). Empezando por el fascismo italiano, que adopt¨® h¨¢bilmente a Puccini como icono tras su muerte. Lo hizo el propio Duce en un discurso en el que lo convirti¨® en su compositor favorito y dijo que hab¨ªa solicitado su adhesi¨®n al partido fascista pocos meses antes de su inesperada muerte. En realidad, Puccini hab¨ªa aceptado el ofrecimiento de un carn¨¦ honor¨ªfico, aunque en una carta tras la Marcha sobre Roma leemos lo siguiente: ¡°Sin duda, Dios ha enviado a Mussolini para salvar a Italia¡±.
El libro avanza en sentido cronol¨®gico y se abre con un cap¨ªtulo dedicado a la construcci¨®n de Puccini como sucesor de Verdi. Fue una maniobra de su editor Ricordi, tras el ¨¦xito del estreno de Manon Lescaut (1893), pero en medio de la crisis cultural que sigui¨® a la unificaci¨®n italiana. De hecho, el joven compositor de Lucca no trataba temas pol¨ªticos ni tampoco nacionalistas, aunque se le asoci¨® con la imagen de ¡°un italiano exuberante que adem¨¢s compon¨ªa¡± (p. 59). Vemos a Puccini en la prensa como un hombre corriente y un genio moderno que disfrutaba de sus pasatiempos favoritos como los coches r¨¢pidos, los barcos lujosos o la caza. Se trata de una imagen que conecta la alta y la baja cultura, pero completamente diferente a la estrategia publicitaria pol¨¦mica de futuristas como Filippo Tommaso Marinetti o del superuomo que cultivaba el poeta Gabriele D¡¯Annunzio, ambos muy influenciados por Wagner.
Los dos siguientes cap¨ªtulos tratan, precisamente, sobre su confrontaci¨®n con la recepci¨®n de Wagner en Italia, que coincidi¨® con los estrenos de La boh¨¨me (1896) y Tosca (1900). Los cr¨ªticos italianos tem¨ªan la ¡°contaminaci¨®n y poluci¨®n¡± (p. 36) de la ¨®pera alemana, pero tambi¨¦n se le acus¨®, en La boh¨¨me, de componer ¡°impresiones accidentales, superficiales y ef¨ªmeras¡± (p. 81) en lugar de la cohesi¨®n org¨¢nica del ¨²ltimo Verdi. Tosca, por su parte, se asoci¨® con la falta de sinceridad y la elecci¨®n de un tema decadente y franc¨¦s que combinaba sexo, violencia, pol¨ªtica y mentiras. Y los cr¨ªticos no dudaron en tildarla de ¡°pseudom¨²sica¡± o de ¡°mont¨®n de basura polvorienta¡± (p. 133). Por si fuera poco, la modernidad de Madama Butterfly (1904), donde Puccini conecta con el inter¨¦s contempor¨¢neo por el japonismo, el divisionismo pict¨®rico y la obra literaria de Joris-Karl Huysmans, fue reducida a ¡°mercanc¨ªas baratas producidas en serie¡± y se escribi¨® que Puccini ¡°no era un artista, sino un artesano¡± (p. 162).
El mejor cap¨ªtulo del libro se dedica a la politizaci¨®n de las preocupaciones est¨¦ticas, en el vitri¨®lico op¨²sculo contra Puccini publicado en 1912 por Fausto Torrefranca. Un libro influido por las nacientes disciplinas de la psicolog¨ªa, la sociolog¨ªa, la criminolog¨ªa y la sexolog¨ªa, pero tambi¨¦n conectado con un nacionalismo m¨¢s beligerante que empez¨® a sustituir el viejo patriotismo del Risorgimento. Wilson revela que ese retrato de Puccini como compositor ¡°decadente y afeminado¡± combina el discurso de la extrema derecha italiana sobre la raza con varios panfletos antifeministas y antisemitas publicados por entonces en Italia, como Sexo y car¨¢cter, de Otto Weininger, donde se presenta a la mujer como un obst¨¢culo para que la humanidad alcanzase la perfecci¨®n moral, intelectual y espiritual. Torrefranca asocia a Puccini con los atributos mis¨®ginos de infantilismo, fragilidad y enfermedad, y lo retrata como ¡°una mujer de clase baja, una modistilla¡± (p. 197), en clara alusi¨®n al personaje de Mim¨¬ en La boh¨¨me.
Tampoco cambiaron las cosas los siguientes estrenos internacionales de Puccini. La fanciulla del West, que lleg¨® a Italia en el a?o del giubileo que conmemoraba los cincuenta a?os de la fundaci¨®n del reino en 1861, se asoci¨® a ¡°la progresiva desnacionalizaci¨®n del teatro l¨ªrico italiano¡± (p. 238). Y La rondine, estrenada en 1917, con su preponderancia por ritmos de vals vieneses, fue tachada de ¡°anfibia¡± y ¡°bastarda¡± (p. 262). Pero los elogios un¨¢nimes llegar¨ªan, en 1919, con Gianni Schicchi, la tercera parte de Il trittico, aclamada en Roma como ¡°un triunfo nacional y un bienvenido retorno del mejor Puccini¡± (p. 269) y una muestra de que ¡°Italia se hab¨ªa alzado sobre la sangre y el sacrificio de [la Primera Guerra Mundial] para redescubrir su soleada sonrisa¡± (p. 277). De hecho, la muerte del compositor promovi¨® un cambio de mentalidad entre los cr¨ªticos que comenzaron a reconocer ¡°su ¨¦xito internacional y el hecho de que encarnara la italianidad y al mismo tiempo fuera capaz de hablar un lenguaje universal¡± (p. 287).
En 1926 se estren¨® p¨®stumamente Turandot, cuya primera funci¨®n se interrumpi¨® donde el compositor la hab¨ªa dejado inacabada. Este hecho se convirti¨® ¡°en un servicio f¨²nebre revestido en esta ocasi¨®n de un especial sentido, ya que Puccini era un compositor nacional sin sucesor evidente¡± (p. 293). En todo caso, la interpretaci¨®n modernista de esa ¨®pera es otro de los logros de este libro, al relacionarla con la aparente decadencia de lo humano frente a la m¨¢quina, con el uso de marionetas y m¨¢scaras y con los fluidos l¨ªmites entre realidad y ficci¨®n presentes en el teatro moderno de Luigi Pirandello. Sin embargo, el libro termina con un ep¨ªlogo provocador en el que se explica por qu¨¦ la popularidad y el sentimentalismo de Puccini han sido un obst¨¢culo para reconocer su modernidad. Wilson concluye conectando su forma de componer, donde lo moderno se combina con lo popular y se utilizan efectivas t¨¦cnicas de manipulaci¨®n emocional, con la incipiente m¨²sica de cine que tanto aprendi¨® de las ¨®peras de Puccini.
El libro incluye dos magn¨ªficos ap¨¦ndices con peri¨®dicos y revistas publicados durante la ¨¦poca de Puccini, as¨ª como una gu¨ªa de los autores que escrib¨ªan para estas publicaciones. La edici¨®n en espa?ol de Acantilado se beneficia de la cuidada traducci¨®n de Juan Lucas que ha corregido alg¨²n error del original, como el nombre del compositor espa?ol Enric Morera (p. 240). Wilson ha seguido editando otras importantes monograf¨ªas sobre el compositor italiano, como su monumental y colectiva Puccini in Context (Cambridge, 2023), y acaba de publicar, en el Telegraph, una revisi¨®n feminista de Puccini. Se trata de un ameno an¨¢lisis de este donju¨¢n que se describi¨® como ¡°un poderoso cazador de aves salvajes, libretos de ¨®pera y mujeres atractivas¡±. Pero tambi¨¦n de un compositor cuyas numerosas relaciones familiares, amistosas y sentimentales con mujeres le otorgaron un profundo conocimiento de la psique y el deseo femeninos que reflej¨® poderosamente en sus ¨®peras.