Toldo verde, ladrillo visto: el ¡®feo¡¯ patrimonio arquitect¨®nico del barrio espa?ol
Un ensayo del arquitecto Pablo Arboleda y el fot¨®grafo Kike Carbajal reivindica las edificaciones que se levantaron en las periferias urbanas en la segunda mitad del siglo XX
En las periferias cl¨®nicas de Espa?a el paisaje se compone del verde botella de los toldos y el marr¨®n rojizo del ladrillo visto. Kil¨®metros de calles tienen ese aspecto y kil¨®metros de vidas nacieron, crecieron y murieron, y a¨²n lo hacen, en esas calles. A estos barrios se les ha dicho feos, malos, cutres. Se hicieron de aquella manera: son los lugares donde se congreg¨® la clase trabajadora que, en la segunda mitad del siglo XX, llegaba del campo a la ciudad dejando vac¨ªa Espa?a. Pero, en tiempos de hiperdise?o y ...
En las periferias cl¨®nicas de Espa?a el paisaje se compone del verde botella de los toldos y el marr¨®n rojizo del ladrillo visto. Kil¨®metros de calles tienen ese aspecto y kil¨®metros de vidas nacieron, crecieron y murieron, y a¨²n lo hacen, en esas calles. A estos barrios se les ha dicho feos, malos, cutres. Se hicieron de aquella manera: son los lugares donde se congreg¨® la clase trabajadora que, en la segunda mitad del siglo XX, llegaba del campo a la ciudad dejando vac¨ªa Espa?a. Pero, en tiempos de hiperdise?o y brilli brilli, hay quien tiene aprecio a los tristes barrios obreros.
El libro Toldo verde (Ediciones Asim¨¦tricas) combina ensayo, narraci¨®n po¨¦tica y fotograf¨ªa para tratar el toldo como un fen¨®meno pol¨ªtico, econ¨®mico y cultural. Surge de la uni¨®n de dos titanes del asunto: Pablo Arboleda, arquitecto e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, fundador del exitoso grupo de Facebook Amigos del toldo verde, y Kike Carbajal, fot¨®grafo y autor del fotoensayo Toldo verde, ladrillo visto, quien tiene en su haber 20.000 fotograf¨ªas de tem¨¢tica barrial. Junto con el hermoso dise?o gr¨¢fico de Jaime Narv¨¢ez, del colectivo La Troupe. Son autores del ¡°peor libro de viajes de la historia¡±: el que te lleva muy cerquita de tu casa a un lugar donde nunca ocurre nada rese?able.
Les uni¨® su pasi¨®n por el toldo: Arboleda y Carbajal se pusieron a pasear por los distritos de Madrid y decidieron que estos barrios eran patrimonio. Muchos consideran que en patrimonio entran catedrales g¨®ticas o palacios decimon¨®nicos, pero para los autores esto tambi¨¦n lo es. Sobre todo, por su capacidad para delimitar el tiempo, un tiempo muy concreto: el del desarrollismo franquista. ¡°M¨¢s que reivindicar, tratamos de poner el tema encima de la mesa. Estamos hablando de una especie de patrimonio dual, parad¨®jico. Por un lado, lo podemos tratar de dignificar, pero tambi¨¦n somos conscientes de las disfunciones urbanas que se crearon, la desigualdad generada, los fallos en el espacio p¨²blico¡±, dice Arboleda.
La segunda mitad del siglo XX, en pleno franquismo, fue la ¨¦poca de mayor construcci¨®n de vivienda en la historia de Espa?a. En solo 14 a?os, entre 1961 y 1975, se levantaron cuatro millones de pisos, en una operaci¨®n sin precedentes. Si bien la construcci¨®n fue primero realizada por el Estado (mediante el Instituto Nacional de Vivienda), acab¨®, despu¨¦s del Plan de Estabilizaci¨®n de 1959 (obra del Gobierno tecnocr¨¢tico formado, entre otros, por miembros del Opus Dei), siendo fiada a las grandes constructoras privadas, muchas de las cuales siguen dominando el sector. Son procesos de gran inter¨¦s en estos momentos de crisis de vivienda, cuando, con frecuencia, se tratan de juzgar las luces y sombras de la pol¨ªtica habitacional franquista. Ah¨ª se cambi¨® radicalmente el aspecto de las grandes ciudades espa?olas, muchas veces sin seguir ning¨²n criterio est¨¦tico (v¨¦ase el volumen Espa?a fea, de Andr¨¦s Fern¨¢ndez Rubio, para un repaso de los desastres urban¨ªsticos patrios).
En la posguerra, mediante el plan Bidagor, Madrid absorbe los municipios colindantes (Vallecas, Carabanchel, Chamart¨ªn, Hortaleza...) cre¨¢ndose el Gran Madrid. Entre 1940 y 1985 se levanta el 60% del Madrid actual. Y en 25 a?os la capital pasa de 800.000 habitantes a 3,2 millones, atra¨ªdos por la creciente oferta laboral en la industria y en la construcci¨®n (y a pesar de que en 1956 se promulg¨® una ley para impedir la llegada de extreme?os, manchegos y andaluces sin direcci¨®n fija).
¡°Los barrios de toldo verde fueron primero ocupados por la migraci¨®n interna, de otras regiones; m¨¢s recientemente por la migraci¨®n externa, de otros pa¨ªses; y ahora regresa a los barrios la gente que es expulsada de los centros urbanos, extendiendo los fen¨®menos de gentrificaci¨®n¡±, explica Carbajal, que por cierto, vive en el centro. ¡°Ah¨ª lo ¨²nico que queda son turrones para turistas y gofres con forma de polla¡±, ilustra.
La primera residencia de muchos de los que iban llegando fueron chabolas que deb¨ªan construirse y techarse durante la noche para no ser derribadas al amanecer por las autoridades (como se refleja, en el caso de Barcelona, en la exitosa pel¨ªcula El 47, protagonizada por Eduard Fern¨¢ndez). Ah¨ª fundan heroicas asociaciones de vecinos que pelean largamente hasta conseguir la urbanizaci¨®n (a base, s¨ª, de ladrillo rojizo y toldo verde). El Madrid actual, la gran ciudad contempor¨¢nea, se funda sobre esta llegada de esos migrantes internos. Madrid est¨¢ hecho m¨¢s de afuera que de dentro.
El toldo verde, pues, m¨¢s que un elemento arquitect¨®nico, es una met¨¢fora: ¡°Nos habla de la historia del ¨¦xodo rural, de c¨®mo se construyeron las grandes periferias, es una historia de desigualdad y de lucha, una historia del capitalismo fundacional de nuestro pa¨ªs, de la m¨²sica, de la cultura¡ Me interesa la noci¨®n de patrimonio vivo, no solo como un legado que recibimos de otras generaciones, sino como algo se puede desarrollar cada d¨ªa¡±, apunta Arboleda.
En las im¨¢genes de Carbajal aparecen esos bares de barrio sin las ¨ªnfulas hipster del centro, bares sin adornos (no frills, como los denomina la periodista brit¨¢nica afincada en Lavapi¨¦s Leah Pattem), conocidos cari?osamente como bares de viejos, grasabares o bares Paco, de nombre normal y corriente como Casa Romero, El foro o La ca?ada. Balcones con macetas, banderas de Espa?a, camisetas tendidas, escaleras plegables, bicicletas, bombonas de butano o aparatos de aire acondicionado. Esos compactos iridiscentes que ahora solo sirven para espantar a las palomas que, al parecer, prefieren la m¨²sica en streaming. Los melanc¨®licos espacios entre los bloques, donde alguien pasea al lado de un banco. O el caos est¨¦tico, bastante hipn¨®tico, en esas fachadas donde cada vecino coloca ventanas o cerramientos diferentes, generando un deslavazado tetris suburbano.
¡°Es la disparidad que surge en una sociedad que se trataba de hacer muy uniforme¡±, dice Carbajal, ¡°cada uno adaptaba su vida a un espacio que era muy homog¨¦neo. Y la vida era muy hacia fuera, no como en los nuevos desarrollos donde todo mira hacia adentro, en las urbanizaciones¡± (una idea que explora Jorge Dioni en su libro La Espa?a de las piscinas). Las im¨¢genes de Toldo verde se corresponden con breves textos hist¨®ricos, urban¨ªsticos y muchas veces po¨¦ticos que los autores conciben como postales. Postales de lugares de los que nunca se ha hecho una postal.
Urbanismo emocional
As¨ª que estos lugares, a¨²n calificados de feos y cutres, son espacios de gran emotividad para varias generaciones espa?olas (v¨¦ase el tratamiento del tema en la pel¨ªcula Barrio, de Fernando Le¨®n de Aranoa, o el ¨¦xito la serie Cu¨¦ntame).s ¡°?Qui¨¦nes somos para decir que eso es feo?¡±, se pregunta Arboleda. ¡°Muchas personas pueden sentir un v¨ªnculo emocional con su calle, con su plaza. La est¨¦tica no es necesariamente visual, tiene un sentido mucho m¨¢s amplio. Puede traernos recuerdos, por ejemplo, de un primer beso¡±.
Este libro es tambi¨¦n una invitaci¨®n a explorar esos lugares que jam¨¢s aparecer¨¢n en una gu¨ªa tur¨ªstica (aunque, con la fiebre tur¨ªstica rampante, que todo lo turistifica, esto sea una afirmaci¨®n arriesgada). ¡°Entiendo que pasear por los barrios en vez de irse a un destino tur¨ªstico no es algo para todo el mundo, pero es recomendable para ver qu¨¦ pasa ah¨ª, c¨®mo vive la gente, qu¨¦ es la ciudad. Hay quien nos dice que ahora pasea mirando para arriba, eso para nosotros es la bomba¡±, a?ade el arquitecto.
El libro hace hincapi¨¦ en la historia de las grandes constructoras (Agroman, FCC, Urbis, Ban¨²s, Dragados y Construcciones¡) porque en aquellos a?os de extraordinaria expansi¨®n se puede datar el origen de la end¨¦mica dependencia del ladrillo y de la triada que vertebra la econom¨ªa espa?ola: ladrillo-finanzas-turismo.
¡°Las constructoras son (junto con las asociaciones de vecinos) las grandes protagonistas de la ¨¦poca¡±, dice Carbajal. ¡°La dictadura de Franco era un sistema corrupto y clientelar donde el r¨¦gimen y los constructores se intercambiaban favores. Constructores y bancos se convierten en l¨ªderes de la econom¨ªa, todav¨ªa hoy suponen un alto porcentaje del Ibex 35¡å. Fueron tiempos marcados por la expropiaci¨®n, la recalificaci¨®n, la urbanizaci¨®n y la especulaci¨®n, sin preocupaci¨®n por la calidad constructiva, lo est¨¦tico o lo arquitect¨®nico: un proceso que gener¨® enorme riqueza para las ¨¦lites urban¨ªsticas.
Genealog¨ªa del toldo verde
Aunque el toldo verde sea met¨¢fora para toda una tipolog¨ªa barrial, una ¨¦poca, unas gentes, los autores dedican los ¨²ltimos compases del libro a investigar el toldo en toda su materialidad, visitando la f¨¢brica Toldos Pacheco, en Tomelloso, dirigida por Vicente Pacheco, un aut¨¦ntico erudito del toldo. ¡°Para nuestra sorpresa dimos con el aut¨¦ntico t¨®tem de los toldos, una persona apasionada, que mantiene el Museo del Toldo: ha generado un archivo, ha generado historia, la ha reconstruido sin apoyo institucional ni acad¨¦mico¡±, comenta Arboleda.
En su viaje a Tomelloso aprendieron sobre la historia del toldo desde tiempos prehist¨®ricos (o de algo as¨ª como el toldo) y manejaron el primer cat¨¢logo de toldos conocido, fechado en 1898, obra del cerrajero y mec¨¢nico Antoine Fabre, considerado inventor del toldo moderno.
En la segunda mitad del s. XX, cuando se produce la gran expansi¨®n edificadora, lo que era algo elitista se convierte en algo producido en masa y, por tanto, al alcance de la emergente clase media, ¡°como el Seat 600 o la televisi¨®n¡±, ejemplifica Pacheco. ?Por qu¨¦ el toldo por antonomasia es verde? La oferta crom¨¢tica siempre fue limitada: un naranja tenue, tipo ¡°quisquilla¡±, o un patr¨®n a rayas marr¨®n y vainilla. Tambi¨¦n dise?os vegetales con nombres ex¨®ticos como Jamaica, Acapulco o Canc¨²n. Y colores s¨®lidos como el naranja, el azul y el ic¨®nico verde.
El verde triunf¨® tal vez por su frescor, aunque hoy lo hacen colores ¡°t¨¦cnicos¡± como ocres o grises: son el verde de la actualidad. Eso no hace que el verde haya deca¨ªdo. Pacheco ha investigado: de los 100.000 metros cuadrados de lona verde que se venden al a?o, el 60% se despacha en la Comunidad de Madrid, donde se usa para remplazar los toldos envejecidos; las comunidades de vecinos tienen que mantener la armon¨ªa de las fachadas. ¡°Vais a estar viendo toldos verdes toda vuestra vida¡±, resume Pacheco.