El toldo verde, ?patrimonio nacional?
Un grupo de Facebook reivindica la idiosincracia del accesorio que lucen inifinidad de viviendas espa?olas, sobre todo desde los a?os 70
?Qu¨¦ viene a la cabeza cuando se habla de Espa?a? ?Playas, castillos, catedrales? ?Peinetas o casta?uelas? ?Paella, sangr¨ªa? Son muchos los s¨ªmbolos que forman parte del imaginario colectivo. Se han alzado tras a?os de cultura e historia, aderezados por el folclore y el eco del turismo. Hay, sin embargo, un objeto habitual que puede representar el icono patrio por excelencia y no necesita honores: el toldo verde. Este accesorio cuelga de miles de viviendas y explica mejor que otros elementos en qu¨¦ pa¨ªs donde el observador se encuentra.
A esa conclusi¨®n lleg¨® Pablo Arboleda, arquitecto jienense de 34 a?os, despu¨¦s de vivir en Francia, Canad¨¢ o Alemania. En estos pa¨ªses estudi¨® parte de la carrera o ejerci¨® como ¡°investigador de patrimonio¡±. Y le hicieron fijarse m¨¢s en cada detalle de su tierra natal. Rememora el hallazgo recitando una canci¨®n de Bunbury: ¡°Al final, para un hombre de mundo, es muy ex¨®tico volver a casa¡±. En su caso, el regreso peri¨®dico al hogar iba acompa?ado de una ¡°mirada alerta¡± digna de su profesi¨®n. Fue cuando salt¨® tal apreciaci¨®n: ¡°Ve¨ªa un toldo verde y sab¨ªa que estaba en Espa?a¡±.
Con esta impresi¨®n, mont¨® un grupo de Facebook llamado "Amigos del toldo verde". Ahora, mientras compatibiliza la vida entre Madrid y Glasgow, en Escocia, la plataforma cuenta con m¨¢s de 2.000 miembros y sirve para confirmar su aseveraci¨®n: a diario suben instant¨¢neas de esta tela ondeando en diversos rincones de Espa?a. ¡°No es una comunidad especialmente grande (aunque invito a que se sume m¨¢s gente), pero cumple la funci¨®n para la que se cre¨®: que tuviera vida propia. Y funciona porque es algo cercano y todos llevamos m¨®vil para retratarlo. Lo rompedor es precisamente eso: que no descubre nada, que se enfatiza lo que est¨¢ en la esquina de una calle cualquiera, lo que se ve desde la ventana¡±, asiente en un bar c¨¦ntrico de la capital, frente a un mercado de toldos verdes.
El espacio urbano, dice Arboleda, era su objeto de an¨¢lisis. Se fijaba en ¡°elementos con cierta funcionalidad¡±. Entonces se encontr¨® con el toldo verde, que ¡°tambi¨¦n tiene una lectura est¨¦tica, porque forma parte del paisaje¡±. ¡°Cuando te alejas de la plaza central, empieza a haber una ordenaci¨®n que cuestiona el trazado de la ciudad. Y llega el toldo, un elemento significativo y mundano, que engloba un aspecto de extrarradio, de periferia, y surge del ¨¦xodo de lo rural a lo urbano¡±, concede, agreg¨¢ndole una dimensi¨®n sociol¨®gica.
Le llam¨® la atenci¨®n lo que representaba, m¨¢s all¨¢ de la tela en s¨ª. El toldo ¡°democratiza¡± el patrimonio, porque no hace falta un bagaje para explicarlo te¨®ricamente ni hacer una visita a prop¨®sito, como en el caso de monumentos. ¡°Es algo caracter¨ªstico, aut¨®ctono. Lo tienes pr¨®ximo. El resumen podr¨ªa ser que ves una foto de un edificio con toldos verdes y exclamas ¡®?esto es Espa?a!¡±. Adem¨¢s, Arboleda considera que es un objeto ¡°despolitizado¡±. Es m¨¢s, en esta ¨¦poca de banderas, lo que queda por detr¨¢s, independientemente del color de la ense?a, es el toldo verde, esgrime: ¡°Su funci¨®n no es definir a nada ni a nadie: es simplemente recordar que protege de la luz directa en un lugar de calor¡±.
No es elitista ni de una gran importancia cultural. Ni necesitamos que un historiador nos lo descodifique. Es un patrimonio de andar por casa¡± Pablo Arboleda, arquitecto
¡°Hay un subtexto que confirma su autenticidad: no es elitista ni de una gran importancia cultural. Ni necesitamos que un historiador nos lo descodifique. Es un patrimonio de andar por casa¡±, a?ade Arboleda, que alude al t¨¦rmino ¡°cutre¡± para otorgarle otro significado: ¡°Lo cutre es interesante, pero no como palabra peyorativa. Creo que hay que dotarlo de una acepci¨®n positiva, porque no tiene por qu¨¦ ser despectivo: es algo aut¨¦ntico. Valen de ejemplos la barra met¨¢lica de un bar u otras materialidades cutres como las antenas en los edificios, las bombonas de butano en la terraza o los tenderetes de ropa¡±, se?ala.
Defiende, por tanto, un patrimonio sin eleg¨ªas. ¡°Es algo a lo que le demos un valor cultural. Y que no sea ni positivo ni negativo. Como pasa con obras de pintura o escultura: a lo mejor no te gusta, pero no deja de ser arte¡±, indica, augurando un legado duradero. ?Y, lo m¨¢s importante, por qu¨¦ ese color? Se debe, explica, a que las tonalidades de los a?os sesenta y setenta, cuando se desarroll¨®, eran tres: verde, azul y ocre. ¡°Se eligi¨® porque era el m¨¢s alegre, aunque no est¨¢ acreditado en ning¨²n sitio¡±, sostiene. Tambi¨¦n se baraja que fuera la tela m¨¢s barata. Ninguna de las teor¨ªas est¨¢ comprobada. ¡°En el fondo, el color es una an¨¦cdota: da igual que fueran naranjas o a rayas. La idea es reflexionar sobre las ciudades. Falta un entendimiento social en torno a la est¨¦tica. Quiz¨¢s eso es lo que haya que abordar¡±, zanja, ¡°porque el patrimonio no puede ser solo una cuesti¨®n promocional para que cada vez nos visiten m¨¢s turistas, sino una herramienta de reflexi¨®n que nos acerque a la verdad m¨¢s honesta. Que nos muestre lo que realmente somos, lo que nos representa, independientemente de si nos gusta m¨¢s o menos¡±.
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