San Ferm¨ªn, una tauromaquia de ciencia ficci¨®n y el encierro m¨¢s aburrido
Lo que sucede en la plaza pamplonica es tan especial que se parece a la fiesta de los toros como un huevo a una casta?a
Cada vez que a un taurino, sea torero, ganadero o mozo de espada, le preguntan por Pamplona, la respuesta es siempre la misma: es una feria especial. Pero nadie ha explicado hasta ahora qu¨¦ quiere decir con ello, qu¨¦ significa la palabra ¡®especial¡¯.
?Se referir¨¢n, acaso, a que all¨ª se cobra m¨¢s que en cualquier otra plaza? ?Aluden a que los tendidos est¨¢n llenos todos los d¨ªas? ?Se acuerdan, quiz¨¢, del toro de Pamplona, que, por lo general, no todas las tardes, muestra un trap¨ªo poco habitual en las dem¨¢s ferias?
No se sabe, pero lo que est¨¢ claro para todos es que la llamada Feria del Toro de Pamplona es ¡®especial¡¯.
Tan especial que, en no pocas ocasiones, lo que sucede en el ruedo se parece a la tauromaquia como un huevo a una casta?a. En Pamplona, el protagonista es el toro durante las 24 horas del d¨ªa, pero no la fiesta de los toros como se la conoce m¨¢s all¨¢ de sus lindes geogr¨¢ficas.
El palco presidencial de la plaza de Pamplona sigue siendo una broma dif¨ªcil de digerir
Para empezar hay un detalle destacado que lo distorsiona todo, que no es otro que ese reglamento taurino auton¨®mico navarro que estipula que el presidente del festejo es el alcalde de la ciudad o aquellos concejales en los que el primer regidor delegue. Solo esta disposici¨®n justificar¨ªa que alg¨²n d¨ªa pudieran ser derogadas todas las normativas taurinas auton¨®micas y unificarlas en una sola para todo el pa¨ªs.
El palco presidencial de la plaza de Pamplona es una broma dif¨ªcil de digerir; porque no es que presida un concejal con car¨¢cter representativo y un asesor taurino adopte las decisiones m¨¢s adecuadas. No. Diga lo que diga el asesor, lo que se transmite es que el presidente/a saca o no el pa?uelo cuando le parece oportuno. Y, claro, se plantea un triple interrogante: o el asesor carece de los conocimientos m¨ªnimos, que pudiera ser; segundo, que el us¨ªa escucha con atenci¨®n, pero hace lo que considera oportuno, que para eso ostenta el poder en el espect¨¢culo, o, la tercera opci¨®n, que escucha, su intenci¨®n es atender el buen criterio, pero prefiere contentar a los tendidos del sol porque esas son las ¨®rdenes de arriba o, sencillamente, porque tiene decidido no enfrentarse a los m¨¢s ruidosos.
Sea como fuere, lo de la presidencia en Pamplona es un insulto a la inteligencia, un desprestigio total para la fiesta de los toros y un desafuero que ning¨²n aficionado de esa comunidad debiera aceptar.
?Aficionado?
Con el debido respeto a quien lo sea, que los habr¨¢ y buenos en esa plaza, la impresi¨®n que se deriva de lo que en ella sucede es que la afici¨®n brilla por su ausencia, y el que decide es el sol, poblado por j¨®venes, ellos y ellas, a los que les importa un pimiento el toro, el torero, el caballo, el capote y la muleta. Comen, beben, canturrean cada tarde las mismas canciones, est¨¢n a lo suyo, muchos de espaldas al ruedo, y ni saben ni quieren saber si lo que sucede all¨ª abajo es importante o no. Solo est¨¢n atentos a la estocada, s¨ª; si es de efecto r¨¢pido, piden la oreja; y si el torero les ha brindado el toro, muletea de rodillas, da manoletinas y su labor la ejecuta en los terrenos cercanos a los bebedores, exigen las dos. Y ya est¨¢.
Pero Pamplona es especial, seg¨²n todos los taurinos.
Es especial hasta la Casa de Misericordia, propietaria de la plaza y organizadora de la feria.
Con el reconocimiento general por la labor social que realiza (en 2022 recibi¨® el Premio Nacional de Tauromaquia) elige los toros con m¨¢s trap¨ªo de las ganader¨ªas m¨¢s reconocidas. Bueno, no siempre ni lo uno ni lo otro. Cuando se anuncian las figuras, la presencia del toro baja y nadie protesta; y la Casa es conservadora respecto a los hierros que acuden cada a?o, porque, con raz¨®n o sin ella, suelen repetir. (Y no se olvide el muy injusto veto que la reconocida Casa de Misericordia impone cada a?o a Diego Ventura, que a¨²n no ha debutado en Pamplona).
Este a?o se han celebrado ocho corridas: La Palmosilla, Jos¨¦ Escolar, Cebada Gago, Fuente Ymbro, N¨²?ez del Cuvillo, Jandilla, Victoriano del R¨ªo y Miura.
Salvo mejor criterio, solo en la de Jandilla (galardonada con el premio Feria del Toro) han destacado tres toros por su encastada nobleza, y tres m¨¢s (¡®Forajido¡¯ ha recibido el premio Carriquiri) en la de Victoriano del R¨ªo; y de todas las dem¨¢s se puede y debe hablar de un fracaso sin paliativos. La Palmosilla, mansos de solemnidad, ¨¢speros y deslucidos; Jos¨¦ Escolar, muy mansos, broncos y duros; Cebada Gago, muy mansos y deslucidos; Fuente Ymbro, blandos, muy sosos y descastados; N¨²?ez del Cuvillo, muy mal presentados y desfondados; y Miura, cumplidores en los caballos y muy deslucidos.
?Y los trofeos? Pamplona es una t¨®mbola de pueblo. Se han cortado 24 orejas, pero ning¨²n torero ha merecido las dos en un toro (ni El Juli ni Roca Rey), y, por encima de los merecimientos de cada cual, prevalece la ausencia del criterio en la petici¨®n y la arbitrariedad del palco a la hora de sacar el pa?uelo. De cualquier modo, en el cuadro de los honores figura con cinco trofeos Roca Rey, tres orejas han paseado El Juli, Perera, Gin¨¦s Mar¨ªn y Cayetano; con dos, Isaac Fonseca y Jes¨²s E. Colombo, y con una, Juan del ?lamo, Daniel Luque y Tom¨¢s Rufo.
Sin duda alguna, la idiosincrasia de Pamplona y su Feria del Toro es la que es y resulta una quimera imaginar que ser¨ªa posible cambiarla. El protagonista de sus fiestas es el toro, pero no la tauromaquia. Como es ilusorio pensar que alg¨²n d¨ªa habr¨¢ un reglamento taurino para toda Espa?a, con lo que la ridiculez presidencial de San Ferm¨ªn continuar¨¢ vigente para escarnio de la fiesta de los toros. Por fortuna, seguir¨¢ la feria ¡®especial¡¯ para el beneficio de ganaderos y toreros, que son bien pagados; para el mejor mantenimiento de las personas acogidas en la residencia de ancianos de la Casa de Misericordia, pero para mofa del prestigio de la tauromaquia. Lo que all¨ª se celebra es ciencia ficci¨®n, a a?os luz de la realidad.
En San Ferm¨ªn deciden los tendidos de sol, a los que les importa un pimiento el toro, el torero, el caballo, el capote y la muleta
El encierro es una locura. Carece de toda l¨®gica racional que dos mil j¨®venes se jueguen literalmente la vida corriendo al lado de seis toracos bravos a los que echan a las calles abarrotadas de un gent¨ªo ruidoso. El riesgo es m¨¢ximo, y prueba de ello es el amplio y luctuoso parte de bajas entre muertos, heridos y contusionados a lo largo de su historia. Pero el riesgo es la esencia de San Ferm¨ªn; la cercan¨ªa del peligro es el cimiento de esta fiesta.
El problema es que el encierro ya no es lo que era; que el riesgo se ha minimizado, y que el peligro no est¨¢ tanto en el toro como en las ca¨ªdas, los resbalones y en las negligencia y descuidos de los corredores.
Los toros est¨¢n acostumbrados a las carreras y se desplazan con inusitada velocidad, el l¨ªquido antideslizante permite que las pezu?as de los animales se agarren al suelo y rara vez pierdan el equilibrio. En consecuencia, la manada suele correr hermanada y compacta, y no hay toro que quede rezagado y ponga en serio aviso a los corredores.
En consecuencia, el encierro ya no es el mismo; hay toros y corredores, pero la emoci¨®n se ha esfumado a medida que se han ido aplicando medidas de seguridad, y los ganaderos han convertido los toros en veloces atletas que se a¨ªslan del bullicio y corren a la b¨²squeda de un r¨¦cord.
El encierro del siglo XXI sufre la peor enfermedad posible: que se parezcan unos a otros como dos gotas de agua, que sean previsibles, que el aut¨¦ntico peligro resida en los propios corredores y que amenace con ser el m¨¢s aburrido de su historia.
En fin, que la Feria del Toro es una historia singular, por la idiosincrasia de la sociedad de Pamplona, su historia, sus pe?as, su reglamento taurino y particular percepci¨®n de la fiesta.
La tauromaquia es otra cosa.
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