La plaga de los testimonios an¨®nimos no remite
La obligaci¨®n de identificar con nombre y apellido las declaraciones recogidas en las informaciones se ha relajado en todo el peri¨®dico
Cuenta la redactora jefa de Internacional, Luc¨ªa Abell¨¢n, que uno de sus primeros jefes en la secci¨®n de Econom¨ªa le oblig¨® a eliminar de un reportaje un testimonio, que no estaba bien identificado. ¡°Era muy pertinente para el texto, pero el jefe entendi¨® que quedaba invalidado al no venir respaldado por el apellido de quien lo ofrec¨ªa¡±, explica. No ha olvidado aquella an¨¦cdota, pero con el tiempo ha entendido que dar datos precisos imprime un ¡°sello de credibilidad¡± en las informaciones. Es adem¨¢s una exigencia que impone el principio period¨ªstico de que todas las fuentes deben ir identificadas, en aras de la transparencia, y que solo en contadas, y tasadas, ocasiones se protegen con el anonimato. Es tambi¨¦n una norma recogida en el Libro de Estilo de EL PA?S.
El anonimato no vale para todo, pero se ha extendido por el peri¨®dico la mala pr¨¢ctica de no atribuir adecuadamente las fuentes. Ya escrib¨ª de ello en mayo, cuando se?al¨¦ que a menudo se escudan falsamente bajo ese eufemismo interlocutores de parte, que trabajan en departamentos de prensa de instituciones, partidos pol¨ªticos y empresas. Tambi¨¦n es una protecci¨®n que exigen continuamente los pol¨ªticos y que se otorga sin reparos. La situaci¨®n no ha cambiado en los meses transcurridos.
Para agravar las circunstancias, la plaga se ha extendido a cr¨®nicas y reportajes con los testimonios recogidos en la calle. Solo se da un nombre de pila, sin que exista raz¨®n alguna para proteger la identidad de estas personas. No se trata de menores, ni de v¨ªctimas de delitos, ni estas personas temen represalias por la informaci¨®n que ofrecen o est¨¢n obligadas a mantener la confidencialidad del asunto que desvelan, los ¨²nicos casos en los que el Libro de Estilo permite que se proteja la identidad. La mayor¨ªa de las veces dichos testimonios solo sirven para recoger opiniones y no informaci¨®n.
Estos textos son ejemplos recientes, publicados esta semana, pero hay otros muchos de los ¨²ltimos meses en la hemeroteca:
Victoria de la izquierda en las calles de Par¨ªs: ¡°?ramos muy pesimistas y pens¨¢bamos que pasar¨ªamos la noche llorando¡¯, admit¨ªa con una inmensa sonrisa Marina, de 30 a?os y originaria de la ciudad de Saint-Ouen, en la periferia de Par¨ªs. Un sentimiento compartido por St¨¦phane, un parisino de 47 a?os y simpatizante socialista. ¡®Estoy muy feliz y como funcionario p¨²blico, es un gran alivio¡¯, confesaba antes de seguir la celebraci¨®n¡±.
Movilizaci¨®n de vecinos en Valencia contra el turismo: ¡°Joa y ?frica, vecinas de Extramurs, de 56 y 53 a?os, son muy conscientes del problema. ¡®He venido muchas veces con mis alumnos a hacer rutas por Ciutat Vella pero cada vez resulta m¨¢s complicado por los grupos de turistas y gu¨ªas. Y en los comercios s¨ª he notado que cada vez hay m¨¢s con carteles en castellano o ingl¨¦s¡¯, a?ade ?frica, profesora¡±.
Mueren dos vecinos de Madrid en un incendio: ¡°Otra apesadumbrada vecina, Carmen, se lamenta al recordar que hace un par de d¨ªas se cruz¨® con ellos por el barrio y ahora ¡°han partido¡±(...). ¡°Eran de los primeros que se instalaron aqu¨ª cuando construyeron este bloque, nos conocemos de toda la vida, m¨¢s de 40 a?os¡±, explica Felipe, otro vecino¡±.
El mercadillo de Majadahonda (Madrid) que enfrenta a Ayuntamiento y vecinos: ¡°Yo no estoy en contra del mercadillo ni de los comerciantes¡±, dice Carmen C. mientras mira la feria desde su terraza en la calle de Santa Catalina. ¡°Pero hay que ponerse ¡®en la acera del otro¡¯. No tengo por qu¨¦ aguantar el ruido y la suciedad justo bajo mi casa¡±.
En las secciones que los publicaron dan diferentes motivos sobre por qu¨¦ rebajaron la exigencia: por no saber que era obligatorio hacerlo, por haber recogido el testimonio de manera apresurada o porque la persona se negaba a hablar si no era con la condici¨®n del anonimato.
Pero esta es una protecci¨®n que debe estar justificada: por una raz¨®n s¨®lida como las citadas antes y cuando el testimonio proporciona informaci¨®n vital que no se puede obtener por otra v¨ªa. Jam¨¢s debe utilizarse para escudar a quien da opiniones, especialmente si son negativas, y no datos. Cada interlocutor al que se interpela debe tambi¨¦n hacerse responsable de sus palabras.
Luc¨ªa Abell¨¢n reconoce que la obligaci¨®n de identificar se ha relajado, opini¨®n en la que coincide con otros cuadros de la Redacci¨®n consultados. Como Ferran Bono, coordinador de la edici¨®n de Valencia, que lo justifica en que cada vez hay m¨¢s reticencias de la gente a dar el apellido. ¡°Adem¨¢s, se violentan cuando se lo pides¡±, a?ade. Tambi¨¦n Berta Ferrero, jefa de la secci¨®n de Madrid, cree que la negativa ha ido a m¨¢s: ¡°La gente piensa que al dar el apellido se est¨¢ exponiendo demasiado, porque con las redes sociales son m¨¢s accesibles¡±. Varios reporteros de distintas secciones insisten en esta dificultad.
Cuando se acude al anonimato, el periodista pide de forma t¨¢cita al lector que conf¨ªe en que ha hablado con personas de carne y hueso y que ha reflejado fielmente en el texto lo que le dijeron. Es, por tanto, una prueba de confianza. ?No exige eso de su parte un ejercicio de transparencia con el lector y un esfuerzo por detallar un m¨ªnimo perfil con el nombre, apellidos, edad y ocupaci¨®n del interlocutor? Es obvio que eso implicar¨¢ una conversaci¨®n larga, una explicaci¨®n a la persona abordada y dedicarle tiempo. Y s¨ª, habr¨¢ siempre quienes no quieran dar sus datos y ha de respetarse. Por eso, hay que dedicarle un esfuerzo mayor a buscar aquellas personas que s¨ª est¨¦n dispuestas a ser identificadas. Si las circunstancias lo impiden, se debe afrontar que no hay una declaraci¨®n que sirva para publicar. Que el texto est¨¢ tan incompleto como cuando a¨²n falta la versi¨®n de una parte.
Es justamente ese esfuerzo de precisi¨®n y rigor el que demanda el lector de EL PA?S. No atender esa exigencia tiene consecuencias en la credibilidad del peri¨®dico. Por eso, quiero insistir en la excepcionalidad del anonimato de las fuentes. Cuando se iguala el tratamiento de todos los testimonios, banalizamos el esfuerzo que hacen, y los riesgos que corren, esas otras personas que s¨ª merecen ser protegidas a cambio de informaci¨®n valiosa. Es un deber con el periodismo y un compromiso con los lectores.
Para contactar con la defensora puede escribir un correo electr¨®nico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duraci¨®n al n¨²mero +34 649 362 138 (este tel¨¦fono no atiende llamadas).
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