El Zaragoza hace valer su historia
El equipo aragon¨¦s se sobrepuso con entereza a un temprano gol de Mostovoi y defendi¨® su ventaja en la segunda parte
El Zaragoza reaccion¨® con determinaci¨®n, y no le falt¨® juego. El Celta no tuvo nada. Sufri¨® porque no dispuso casi nunca de la pelota, condici¨®n estrictamente necesaria en el equipo gallego. Con una densa red de centrocampistas, bien manejada por Acu?a, el Zaragoza se impuso de forma abrumadora en el medio, donde Jayo y Giovanella se sintieron demasiado solos.
Ni Karpin, ni Gustavo L¨®pez acudieron en su ayuda. Mostovoi jug¨® otro partido, en este caso frente a Gurenko, que le persigui¨® toda la noche.
Tantas veces criticado por su d¨¦bil pegada en el ¨¢rea, el equipo de Luis Costa convirti¨® esa debilidad en su principal garant¨ªa. Puesto que le resulta muy dif¨ªcil ganar en el ¨¢rea, decidi¨® vencer en el medio campo, sin ning¨²n delantero y con una malla de centrocampistas y medias puntas.
Eso le sirvi¨® para gobernar el partido, a pesar de la dif¨ªcil situaci¨®n que le provoc¨® el gol del Celta. A partir de ah¨ª, el Zaragoza aprovech¨® su principal recurso: la eficacia en los saques de falta o de esquina.
Durante su larga carrera, Aguado ha sido un cabeceador temible, una garant¨ªa para un equipo con problemas de escasez de goles. Con un cabezazo suyo lleg¨® el empate, mal recibido por el Celta, que sinti¨® el impacto. No encontr¨® respuesta porque no encontr¨® a Mostovoi, Karpin y Gustavo L¨®pez. Causaba perplejidad la insistencia de C¨¢ceres y Berizzo en dirigir pelotazos in¨²tiles a Catanha.
Entre un equipo que estaba fuera de onda y otro que sab¨ªa perfectamente sus obligaciones, no extra?¨® a nadie el segundo gol del Zaragoza. En otro saque de falta, por supuesto. Fue un lanzamiento frontal que Jamelli pein¨® hacia el ¨¢rea, donde Jos¨¦ Ignacio sorprendi¨® a Berizz¨®, que le agarr¨® de la camiseta. Jamelli convirti¨® el penalti y puso la final en las ant¨ªpodas de lo que se pensaba.
Con un equipo limitado en muchos aspectos, el Zaragoza no hab¨ªa dejado un hilo al aire y all¨ª ten¨ªa su recompensa. Quedaba por ver su entereza para soportar el ataque del Celta en el segundo tiempo, ataque insistente que dio un tono dram¨¢tico al partido. Esa segunda parte correspondi¨® punto por punto con lo que se espera de una final.
El gasto de energ¨ªa del Celta fue descomunal. Y lo mismo cabe decir del esfuerzo defensivo del Zaragoza. Se refugi¨® en su campo y achic¨® agua desesperadamente. En su condici¨®n de resistente, apenas recibi¨® ocasiones de gol. Apenas un remate de Catanha, favorecido por una p¨¦sima salida de La¨ªnez, y una excepcional jugada de Mostovoi, que regate¨® de tac¨®n -con ca?o incluido al peruano Rebosio- y no logr¨® embocar el remate delante del portero.
Pero el asedio del equipo gallego resultaba tan aplastante que el gol parec¨ªa posible por pura insistencia. En eso sentido, la final cobr¨® un tremendo valor emotivo, con las dos hinchadas desesperadas. Una porque no ve¨ªa la manera de celebrar el empate. Otra porque sab¨ªa de las dificultades que atravesaba su equipo. As¨ª hasta el final de un partido que gan¨® el equipo imprevisto. As¨ª es la Copa. Y eso es lo que la hace grande.
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