Espa?a, primera selecci¨®n en octavos
Morientes y Hierro dejan a Paraguay al borde de la eliminaci¨®n.- El extreme?o funcion¨® con la energ¨ªa que le falta al decepcionante Trist¨¢n, cuyos d¨ªas como titular han pasado
Hay algo de buen confidente en el f¨²tbol cuando ense?a los caminos a los equipos. Le ocurri¨® a Espa?a, que gan¨® cuando tuvo a la gente en su sitio. Cuando no la tuvo, pen¨® frente a Paraguay, equipo especulador por naturaleza. Ese rasgo se acentu¨® con el gol de Puyol en propia puerta, situaci¨®n que puso a Espa?a ante la evidencia de sus numerosos desequilibrios.
Regresaron Baraja, Valer¨®n y Luis Enrique a unas posiciones que les resultan inc¨®modas, y as¨ª jugaron: sin naturalidad, obligados a cumplir obligaciones que en algunos casos desconocen y en otros les resultan excesivas.
Era necesario un ajuste, tocar las teclas correctas y salir del envarado f¨²tbol del primer tiempo. Entr¨® Helguera y se adelant¨® Valer¨®n. De repente todo pareci¨® m¨¢s engrasado, mejor dispuesto para superar a Paraguay. Pero finalmente la diferencia la marc¨® Morientes, que parece un jugador revitalizado despu¨¦s de su discreta temporada. Marc¨® dos goles y funcion¨® con la energ¨ªa que le falta al decepcionante Trist¨¢n, cuyos d¨ªas como titular han pasado.
Con Morientes percutiendo en el ¨¢rea, Espa?a pas¨® por encima de Paraguay y se clasific¨® para los octavos de final. Eso es noticia. Nunca se ha visto en esta situaci¨®n en los Mundiales, lo que ayudar¨¢ a pulir defectos y a ganar confianza en las posibilidades de un equipo que parece notable cuando ataca. Cuando defiende es otra cosa: a los centrales se les ve lentos, dato preocupante que no tiene arreglo porque no hay sustitutos para Nadal y Hierro.
El equipo define sus rasgos poco a poco. Tiene centrocampistas completos, capaces de jugar y tapar defensivamente. En la delantera, Ra¨²l se ha establecido como un futbolista de primer¨ªsimo orden. Incluso en los peores momentos del partido, su protagonismo fue espectacular. Intervino en todas las jugadas que comprometieron a Chilavert en el primer tiempo, cuando Espa?a buscaba el empate con m¨¢s ansiedad que ideas. S¨®lo por comparaci¨®n, Trist¨¢n sali¨® muy da?ado frente a Ra¨²l. Uno hac¨ªa da?o a la defensa paraguaya en cada una de sus apariciones, el otro se tap¨® de manera flagrante. Ni estuvo, ni se le esper¨®.
La aportaci¨®n de Ra¨²l fue extraordinaria porque el resto no sali¨® de lo ordinario durante el primer tiempo. Baraja volvi¨® a situarse como medio centro, fuera de la onda que le apetece. Y Valer¨®n qued¨® desactivado en una posici¨®n que le impide volar. No es un jugador para enredarse en grandes problemas t¨¢cticos. Sufre porque su voluntad de cumplir ¨®rdenes le limita la creatividad. O se la permite en lugares poco trascendentes. Y con Luis Enrique pasa algo parecido cuando juega por el costado. No desbord¨® nunca y ech¨® menos la media punta, donde saca provecho de su agresividad y de su instinto para llegar a posiciones de remate.
El defecto estructural de la selecci¨®n, o la inapropiada ubicaci¨®n de algunos jugadores, se hizo demasiado evidente tras el gol paraguayo. Fue una jugada absurda desde el inicio: Chilavert golpe¨® la pelota con su potencia habitual, un bal¨®n llovido sobre el ¨¢rea que Hierro despej¨® de cabeza a los pies de Arce, cuyo remate fue rechazado por Casillas. En lugar de despejar hacia un lado, lo envi¨® hacia el centro. La pelota choc¨® contra Puyol y entr¨® en la porter¨ªa. El tanto puso a Paraguay donde quer¨ªa. Se encerr¨® sin otra idea que buscar a Santacruz con pelotazos que no fueron a ninguna parte. Todo lo dem¨¢s les result¨® prescindible.
Fuera de un breve periodo de buen juego, parec¨ªa obvio que Espa?a necesitaba otra receta para dar vuelta al partido. Camacho acert¨® a encontrarla. Helguera entr¨® por Luis Enrique y Morientes sustituy¨® a Trist¨¢n. El equipo se estabiliz¨® al instante porque Helguera le permiti¨® ocupar a Baraja su posici¨®n natural, y lo mismo sucedi¨® con Valer¨®n, aunque su actuaci¨®n fue intrascendente. El sistema era id¨¦ntico al del Real Madrid, es decir, un dibujo sin simetr¨ªa porque faltaba un interior derecho. Sin embargo, nadie se sinti¨® extra?o, probablemente porque casi la mitad del equipo era del Madrid: Casillas, Hierro, Helguera, Ra¨²l y Morientes. Espa?a comenz¨® a hacer bien todos los deberes. Quitaba r¨¢pido y llegaba pronto. Del resto se encargaron Morientes y Ra¨²l, que destrozaron a Ayala y Gamarra. Chilavert se destroza solo. Est¨¢ tan gordo que es incapaz de elevarse medio dedo sobre el suelo. No tuvo mayor responsabilidad en el primer gol de Morientes, pero se comi¨® el segundo en un error que le desacredita para jugar a este nivel.
Fue tras el segundo gol cuando Espa?a comenz¨® a mandar mensajes. El primero es su capacidad para generar peligro: tiene a Ra¨²l, ha encontrado a Morientes y ayudan Valer¨®n y Baraja. El segundo es de car¨¢cter t¨¢ctico, porque el equipo parece hecho. El tercero parece menos optimista: la defensa da s¨ªntomas de fragilidad por lenta y r¨ªgida. Pero hasta el momento se imponen las cualidades sobre los defectos. La prueba es que Espa?a est¨¢ en la siguiente ronda sin los problemas que acosan a otros notables del f¨²tbol.
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