'?A la banda, hostia!'
Camacho, siempre empapado de sudor, vuelve a desga?itarse
Escribi¨® C¨¦sar Luis Menotti, campe¨®n del mundo en 1978 con Argentina, que no era partidario de dar gritos a los jugadores desde el banquillo: cre¨ªa que esas ¨®rdenes a voz en cuello les confund¨ªan m¨¢s que otra cosa. Prefer¨ªa esperar al descanso. O transmitir las intrucciones a trav¨¦s del capit¨¢n. Todo, menos desga?itarse desde la banda. Una teor¨ªa que comparte la mayor¨ªa de los entrenadores profesionales, habida cuenta, adem¨¢s, de las dificultades para hacerse o¨ªr en los grandes estadios repletos de p¨²blico. Es repasar los t¨¦cnicos de este Mundial y encontrar muchos casos de ¨¦stos. Sven Goran Eriksson, el seleccionador sueco de Inglaterra, es uno de ellos: puro hielo y elegancia.
El t¨¦cnico espa?ol nunca se preocupa por la est¨¦tica, y mucho menos ahora que se juega tanto
Pero Jos¨¦ Antonio Camacho, no. El t¨¦cnico espa?ol, que hoy cumple 47 a?os, pertenece al reducido grupo de los que radian el partido desde la banda. Va corrigiendo cada acci¨®n de sus jugadores y pierde la voz en el intento. Descarga la adrenalina a trav¨¦s de la garganta. Sin importarle que sea un encuentro de juveniles del Madrid o de la Copa del Mundo. Es fiel a s¨ª mismo. A lo que le pide el cuerpo.
Ayer, por ejemplo, lo fue de nuevo ayudado por la sonoridad proporcionada por la escasa asistencia al estadio de Jeonju: unos 24.000 espectadores. '?Valer¨®n, a la banda! ?A la banda los balones, hostia!'. Se?al inequ¨ªvoca de que, en la primera parte, no le gust¨® al t¨¦cnico el atasco del centro del campo espa?ol, su falta de salida por los laterales. El timbre agudo de Camacho pronunci¨® con frecuencia el nombre de Valer¨®n.
'?Vamos, De Pedro; vamos!', animaba el entrenador. Y, efectivamente, fue De Pedro quien abri¨® desde el c¨®rner a la defensa paraguaya, aniquilada por el cabezazo de Morientes. '?Claro!, ?claro!', exclam¨®, satisfecho, Camacho, que derroch¨® entonces toda su gestualidad: 'Si ya os lo dec¨ªa yo. ?sa es la manera de empatar', vino a decir con el cuerpo justo antes de recibir un topetazo chulesco con el torso de su ayudante, Pepe Carcel¨¦n.
Tras el empate, Camacho se relaj¨® y dibuj¨® su postura preferida: estir¨® los brazos hacia arriba y se agarr¨® con las manos a la parte superior del banquillo. Como en el partido ante Eslovenia, Camacho se desprendi¨® de la chaqueta y mostr¨® una camisa azul y unas manchas de sudor en las axilas que med¨ªan casi un palmo. El seleccionador de Paraguay, el italiano Cesare Maldini, no se quit¨® la chaqueta. El espa?ol nunca fue un hombre preocupado por la est¨¦tica, y mucho menos ahora que se juega tanto. El sudor le corr¨ªa incluso por la espalda mientras le sub¨ªa el pulso cada vez que Paraguay ten¨ªa una falta a su favor. '?Nadal, atento al rechace!'.
El segundo gol de Morientes fue celebrado de nuevo con grandes aspavientos. La remontada estaba servida y Camacho quiso ajustar algunas posiciones. '?Pippo, Baraja, un poco m¨¢s por dentro!'. ?ste hab¨ªa sido su cambio t¨¢ctico en el descanso. La entrada de Helguera supuso una liberaci¨®n para Baraja, m¨¢s arropado en la contenci¨®n. Por contra, hubo de desplazarse ligeramente hacia la derecha para cubrir el espacio que hab¨ªa dejado la marcha de Luis Enrique. Y eso ya no le gusta tanto al valencianista, que huye de las bandas como de la peste.
Tras el gol de Hierro, Camacho dio un descanso a sus cuerdas vocales. Recurri¨® al lenguaje no verbal. Levant¨® la palma derecha y le mostr¨® a Valer¨®n cuatro dedos primero y tres despu¨¦s. O sea: 'Hay cuatro centrocampistas paraguayos y nosotros s¨®lo tenemos tres. As¨ª que... ?ayuda!'.
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