Espa?a vive un sue?o
Las calles de las ciudades espa?olas se ti?en de rojo.- Centenares de miles de personas sufrieron, gritaron y vibraron hasta el tard¨ªo gol de Iniesta
No hubo debates, ni matices. Un solo tinte colore¨® las calles de Espa?a y los gritos se convirtieron en una sola voz. Desde Madrid a Barcelona, en todas las ciudades, cada detalle sirvi¨® para escribir el mismo cuento: el de un pa¨ªs volcado con la misi¨®n hist¨®rica de su selecci¨®n.
La Historia es correosa, no se llama a la puerta y se pasa diciendo hola, qu¨¦ tal, vengo a ganar la Copa del Mundo. El comportamiento de los m¨¢s de 200.000 hinchas que se juntaron en el Paseo de Recoletos de Madrid lo demostr¨®, con su fiesta inconsciente del mal rato que se ven¨ªa encima, todos bebiendo agua, cerveza o sangr¨ªa desde horas antes de que empezase la final. A las ocho y media de la tarde, la masa alegre y folcl¨®rica mut¨® en una larga lengua de individuos sombr¨ªos, encerrados en s¨ª mismos, sin hablar una palabra con quien llevaban charlando durante toda la tarde, miles de personas cruzando los dedos desde la fuente de Cibeles a la plaza de Col¨®n.
"?Que no se note la tensi¨®n, Madrid!", gritaba el presentador del espect¨¢culo ante la pantalla gigante. Y Madrid a lo suyo, mascando esa cosa tan horrible llamada final de la Copa del Mundo. El silencio, las bocas apretadas, las manos anudadas en un pu?o, como las abuelas cuando iban a rezar a la Iglesia y se pon¨ªan de rodillas. Preguntar por los sentimientos de la gente era una tarea necesaria, pero una l¨¢pida hubiera sido m¨¢s elocuente. "Esto es un baj¨®n", dec¨ªa Jos¨¦ Andr¨¦s, un padre en estado de solipsismo, con su ni?o quieto al lado de la madre, mientras los holandeses trababan el partido, con el tiqui-taca en estado de sitio y una palabra fat¨ªdica merodeando por Recoletos: "El ¨¢rbitro, el ¨¢rbitro", se o¨ªa; "no nos dejan jugar y no pita, no pita". Si de repente se hubiesen apagado los 48.000 vatios de sonido de los altavoces, ?qu¨¦ se hubiera o¨ªdo? Solo bocinas, juramentos e interjecciones, balbuceos extra?os con un significado preciso: "Qu¨¦ metan un gol, por favor", como acert¨® a decir una adolescente con los ojos vidriosos.
El momento m¨¢s expansivo de la muchedumbre, as¨ª de espinoso estaba el asunto, fue la parada de Casillas en un mano a mano con Robben, que se col¨® en el ¨¢rea como Freddy Krugger se colaba en los sue?os de los ni?os. Pero el meta de la selecci¨®n lo fren¨® y por fin se grit¨® algo parecido a un gol. Una parada que pod¨ªa suponer dos o tres kilos de la copa de oro que esperaba al final. Pas¨® r¨¢pido este peque?o ¨¦xtasis, y en pocos minutos, despu¨¦s de la ocasi¨®n de Villa, 200.000 manos a la cabeza, volvi¨® el suplicio. "Tengo los nervios jodidos", reconoc¨ªa Daniel Ca?ete, a?adiendo un refresco de cafe¨ªna al fuego.
"Queda un cuarto de hora". "?Cu¨¢nto hemos sufrido para llegar hasta aqu¨ª!", volv¨ªa a hablar el presentador a su p¨²blico taquic¨¢rdico. Taquic¨¢rdico como el fin de semana que vivi¨® Barcelona. La ciudad, que el s¨¢bado estuvo cuatribarrada con los colores de la senyera, ayer fue roja. La ciudad se sum¨® a la pasi¨®n por la final del Mundial y pareci¨® dejar de lado la seriedad de la v¨ªspera. Cosas del f¨²tbol. El rojo se ve¨ªa en los balcones, pero sobre todo a pie de calle. Infinidad de camisetas rojas, aunque con bastantes del Bar?a que le daban m¨¢s colorido a la cosa.
La proximidad del partido se not¨® en las calles del centro a partir de primera hora de la tarde: las bocinas de los coches sonaban sin motivo aparente, por lo menos de tr¨¢fico. Chiflaban cuando alguien pasaba con La Roja. A media tarde la avenida de Maria Cristina, donde el Ayuntamiento coloc¨® las dos pantallas gigantes, ya se empezaba a llenar. Una hora antes del inicio las dos l¨ªneas de metro que llegan al pie de Montju?c escup¨ªan borbotones de pasajeros. Parec¨ªa hora punta de un d¨ªa laborable. Al salir a la calle, empezaron algunos gritos de "Viva Espa?a". No son muy coreados. Una hora antes del inicio de la final toda la avenida estaba hasta los topes: 75.000 personas, seg¨²n las cuentas del Ayuntamiento.
Gente joven, sobre todo, pero tambi¨¦n familias con ni?os. Y legi¨®n de turistas. "Claro, c¨®mo no venir", dec¨ªa una italiana que junto con sus amigos se hab¨ªan tomado el trabajo de pegar en su camiseta roja la silueta de un! Toro! Caras pintadas con los colores de la bandera espa?ola y todo tipo de atuendos, como una suerte de globo hinchable. Con el color rojo mandando sobre todo. El mismo color de las bengalas que se lanzaron al inicio del partido. Pasar por el centro de la avenida era misi¨®n imposible. Y, sin embargo, algunos eran tan optimistas que intentaban instalarse con la merienda en el suelo. Los quiscos de venta de bebidas estaban desbordados. Despu¨¦s de un fin de semana intenso en Catalu?a, ayer algunas pancartas hac¨ªan referencia a la dualidad de ambas manifestaciones. Las hab¨ªa conciliadoras: "Viva Espa?a, visca Espanya". Otras con m¨¢s malicia: "No nos enga?ar¨¢n, Catalu?a es Espa?a". Y, la m¨¢s directa: "Podemos".
Las ganas de marcha entre el p¨²blico que abarrotaba la avenida se not¨®, sobre todo, en los primeros minutos del partido. A falta de vuvucelas, el sonido que se impuso fue el de las bocinas de barco. Mucho calor en la monta?a de Montju?c, asi que bastantes decidieron aliviarse moj¨¢ndose los pies en las fuentes que rodean el paseo. No funcionaban, pero s¨ª como estanque. Un poco m¨¢s arriba, la fuente de colores de la monta?a estaba sola ya que por el partido se suspendi¨® el espect¨¢culo de luces y agua. Ayer, no hubo combinaci¨®n de colores en la falda de Montju?c. S¨®lo hubo uno: el rojoEl d¨ªa despu¨¦s de la multitudinaria manifestaci¨®n ...del estatut
Muchos nervios y m¨¢s gritos en la segunda parte del partido. Las voces parec¨ªan liberar la tensi¨®n por el gol que no llegaba. Se chill¨® todo: las faltas, los paradones de Casillas. Pero de las gargantas no sal¨ªa el gol.La marea humana de la avenida Reina Cristina todav¨ªa se hizo mayor, si cabe. P¨²blico sentado aparentemente de espaldas a la pantalla mayor pero que pod¨ªan seguir el partido en un monitor que estaba frente a ellos. M¨¢s peque?o, s¨ª; pero sin las estrecheces del mogoll¨®n. Gente que se enacaramaba los techos de las cabinas de WC y m¨¢s gente en las fuentes y eso que una suave brisa empez¨® a bajar desde la monta?a.
El rojo se col¨® tambi¨¦n en Bilbao. Poco antes del inicio del partido, en la c¨¦ntrica Plaza de Moy¨²a y en la plaza del Ayuntamiento, donde en 2008 m¨¢s de 1.000 personas celebraron la victoria de Espa?a en la Eurocopa, tres j¨®venes luc¨ªan camisetas de la selecci¨®n. A ellos se un¨ªa el claxon de alg¨²n que otro coche, de cuyas ventanillas asomaba alguna bandera o bufanda de Espa?a. Por el suelo, papeles en los que se le¨ªa "paso de la roja" y "geurea euskal selekzioa" (la nuestra, la selecci¨®n vasca) y la fuente que ocupa el centro de la rotonda vallada ante un posible triunfo de La Roja. La misma fuente que se llenar¨ªa de aficionados nada m¨¢s acabar el partido.
En Barakaldo (Vizcaya), el municipio m¨¢s grande del Pa¨ªs Vasco tras las tres capitales, 800 personas, ataviadas con camisetas, bufandas y banderas, llenaron el front¨®n municipal para ver el partido en una pantalla gigante. Mientras los aficionados llegaban al recinto, un centenar de independentistas corearon, desde la acera de enfrente, gritos como: "una naci¨®n, una selecci¨®n", "ikurri?a s¨ª, espa?ola no". Tambi¨¦n en Vitoria, que junto a Barakaldo fueron los dos ¨²nicos municipios vascos en los que se instalaron pantallas gigantes, los seguidores de la roja lucieron camisetas a lo largo de todo el d¨ªa. Tambi¨¦n en Vitoria, que junto a Barakaldo fueron los dos ¨²nicos municipios vascos en los que se instalaron pantallas gigantes, los seguidores de la roja lucieron camisetas a lo largo de todo el d¨ªa.
En Valencia, la afici¨®n se agolp¨® en las cercan¨ªas del estadio del Mestalla para vibrar con el juego de la selecci¨®n. Otros 10.000 se congregaron en la explanada del puerto, junto al edificio Veles e Vents. La visi¨®n del partido fue una tortura. Hasta que, cuando ya se ol¨ªan los penaltis, Iniesta acab¨® con el suplicio. El silencio de las plazas de Espa?a mut¨® en un grito: "?Goool!". Miles de gargantas al un¨ªsono. "Campeones". Entre el p¨²blico hab¨ªa bastantes camisetas con el n¨²mero 7 del ex valencianista Villa.
Informaci¨®n elaborada por Pablo de Llano, Blanca C¨ªa, In¨¦s P. Chavarri, Karim Ashriy Federico S. P¨¦rez.
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