Apote¨®sico paseo de La Roja
Una marea humana se vuelca en la calle para recibir a los campeones de Sud¨¢frica.- Los jugadores se volcaron con la afici¨®n tras ser recibidos por los Reyes y Zapatero
"Si lo s¨¦ no meto el gol". Lo que no sab¨ªa Andr¨¦s Iniesta cuando dijo estas palabras es lo que poco tiempo despu¨¦s iban a encontrarse ¨¦l y el resto de campeones del mundo en las calles de Madrid: la apote¨®sis. El h¨¦roe de la final ante Holanda, autor del gol m¨¢s memorable de la historia del f¨²tbol espa?ol, fue empujado por sus compa?eros y por Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero a tomar la palabra en la recepci¨®n que el presidente del Gobierno dio en el palacio de la Moncloa a la selecci¨®n espa?ola. All¨ª acudieron los componentes de La Roja tras visitar al rey Juan Carlos en el Palacio Real. ?se fue su destino tras aterrizar, poco despu¨¦s de las tres de la tarde, en el madrile?o aeropuerto de Barajas. Cientos de empleados del aer¨®dromo esperaban ansiosos a que se abriera la puerta del avi¨®n, de nombre Isaac Alb¨¦niz, procedente de Johanesburgo. Y fue ver aparecer a Iker Casillas, copa en ristre, junto a Vicente del Bosque, por la escalinata y producirse la primera explosi¨®n de j¨²bilo del d¨ªa m¨¢s apote¨®sico que recuerda el deporte espa?ol.
Tras la comida y, casi sin descanso, la expedici¨®n se dirigi¨® al Palacio Real, donde les esperaban el rey Juan Carlos, la reina Sof¨ªa, los pr¨ªncipes de Asturias y la infanta Elena. En el sal¨®n de columnas del Palacio, el Rey dio las gracias a los integrantes de la selecci¨®n por "hacer realidad los mejores sue?os" y ser ejemplo de "deportividad, nobleza, buen juego y trabajo en equipo". Luego lleg¨® el turno de las fotos de rigor, primero con don Juan Carlos, antes de que se unieran al grupo la Reina, los pr¨ªncipes y sus hijas, las infantas Leonor y Sof¨ªa, ataviadas con sendas camisetas rojas, convertidas en protagonistas de la cita, cuando tocaron la copa, cuando recibieron el beso de Casillas...
Siguiendo la ruta institucional marcada, la expedici¨®n se traslad¨® al palacio de la Moncloa. Mientras esto ocurr¨ªa, una marea humana iba ocupando las calles por donde poco despu¨¦s pasar¨ªa la comitiva. Junto a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, los jugadores fueron recibidos por varios cientos de personas, entre funcionarios de Presidencia del Gobierno y sus familiares, la mayor¨ªa ni?os. Y all¨ª se dispar¨® la fiesta. Todos botaron sobre el escenario instalado en los jardines y se arrancaron a hacer reverencias hacer reverencias a Casillas, Zapatero incluido, entre los v¨ªtores del p¨²blico. El presidente, en su discurso, agradeci¨® la imagen que la selecci¨®n ha llevado de Espa?a a todo el mundo, y a?adi¨®, entre gritos de "?yo soy espa?ol!": "Hab¨¦is ganado por ser los mejores, por jugar en equipo, por el juego limpio y por esa buena actitud y saber estar en el campo y fuera de ¨¦l", despertando los aplausos de los presentes, incluida la vicepresidenta primera, Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, y varios ministros, entre ellos Trinidad Jim¨¦nez, Angeles Gonz¨¢lez-Sinde y Bibiana A¨ªdo, que no dudaron en hacerse varias fotos con Casillas. El presidente tuvo tambi¨¦n palabras de elogio para Del Bosque, de quien valor¨® su "fuerza, templanza y serenidad". Y, por supuesto, su "educaci¨®n". Acabados los discursos, ?lvaro, hijo del seleccionador, con s¨ªndrome de Down, ocup¨® el centro de los focos, levantando la copa junto a su padre, en cumplimiento de una promesa, y recibiendo el cari?o de todos los jugadores, am¨¦n de Zapatero.
Fue en la recepci¨®n en Moncloa cuando, empujado por sus compa?eros y por el presidente del Gobierno, Iniesta, quiz¨¢ m¨¢s p¨¢lido a¨²n que de costumbre, dijo aquello de "si lo s¨¦ no meto el gol".
Pero lo meti¨®. Y ese gol convirti¨® en realidad el sue?o de millones de personas. De los que, por ejemplo, desde cerca del mediod¨ªa, bajo un sol aplastante, fueron cogiendo sitio en la explanada del Puente del Rey. All¨ª llegar¨ªan los jugadores, se supon¨ªa, poco despu¨¦s de las diez de la noche. Pero s¨®lo se supon¨ªa.
Desfile triunfal
A esa hora, el autocar descapotable que deb¨ªa transportarles por las calles de Madrid se arrastraba a duras penas por la centenaria Gran V¨ªa, todav¨ªa al inicio de su recorrido. Cientos de miles de personas colapsaban las aceras, la calzada, los balcones, los quioscos, las farolas de una de las principales arterias de Madrid. Los jugadores, en la parte superior del autocar, no daban cr¨¦dito. Casillas levantaba la copa, antes de que Torres o Ramos se la arrebataran. Un Torres, por cierto, tocado con una bandera del Atl¨¦tico. Como Villa no se separaba de una ense?a asturiana, que se confund¨ªa con una catalana, otra canaria, una amalgama de s¨ªmbolos adornando el rojo autob¨²s. En el que no falt¨® el pulpo Paul, representado en un cart¨®n que los jugadores no pararon de agitar ante la multitud.
Una multitud que destroz¨® todas las previsiones. Tanto fue as¨ª que la polic¨ªa tuvo que tomar medidas. Porque el autocar no avanzaba. Por fin lleg¨® a la Cibeles, el rinc¨®n del madridismo, a Neptuno, el de los rojiblancos... Pero ayer ni las fuentes ni los dioses ten¨ªan colores.
El colof¨®n
Mientras, en la explanada del Puente del Rey, varios artistas intentaban con sus canciones hacer m¨¢s llevadera la espera a los presentes. Al escenario subieron, entre otros, David Bustamante, Amaia Montero, Antonio Carmona... De repente, el p¨²blico vio en las pantallas que la expedici¨®n, por fin, se acercaba a su destino. Eran cerca de las once y cuarto de la noche cuando los jugadores comenzaron a bajar del autocar.
Y al escenario saltaron entre el ¨¦xtasis general, ante un horizonte de banderas, camisetas rojas, cientos, miles, millones quiz¨¢, de personas, qui¨¦n se atreve a calcularlo. Tom¨® el micr¨®fono el capit¨¢n, Casillas, lo hizo tambi¨¦n el goleador del torneo, Villa. Y lo hizo, por supuesto, Iniesta, recibido al grito de "?Iniesta, Espa?a est¨¢ de fiesta!". "Me siento orgulloso de formar parte de esta selecci¨®n. Es la hostia. Viva Espa?a y viva Fuentealbilla", se desga?it¨® gritando el h¨¦roe de la final. Luego le toc¨® a Del Bosque, comedido, por supuesto, que se?al¨®: "No s¨®lo se trata de ganar, sino de c¨®mo se gana. Estos jugadores han sido un ejemplo para todos".
Y entonces, por fin, se hizo con el micro el maestro de ceremonias del equipo, Pepe Reina, que present¨® uno a uno a todos sus compa?eros y les regal¨® el elogio o la broma de turno. Llegado el turno de Cesc, el jugador del Arsenal se vio sorprendido por Puyol, que le endos¨® al cuello una camiseta del Bar?a. Poco despu¨¦s, sobre el escenario, apareci¨® David Bisbal, que cant¨® su canci¨®n mundialista entre el jolgorio de los m¨¢s j¨®venes, que ya en la medianoche se negaban a que acabara el d¨ªa m¨¢s feliz de su vida. Y al rato, Manolo Escobar enton¨® aquello de "Que viva Espa?a" para poner el colof¨®n a un 12 de julio en el que un pa¨ªs entero homenaje¨® a quienes el domingo solo eran un equipo de f¨²tbol y desde entonces son, adem¨¢s, leyenda.
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