Algo que no se puede explicar
Mayte se clasifica, brillante, para la final de 800 mientras Lamdassem pierde la medalla en la ¨²ltima recta de los 10.000
No hace ni un mes, Mayte Mart¨ªnez consideraba una utop¨ªa siquiera participar en los Campeonatos de Europa, tan mal se sent¨ªa, y ayer, a¨²n a mitad de su carrera, cuando son¨® la campana, ni siquiera sent¨ªa otra cosa que no fuera miedo. En la ¨²ltima recta se sorprendi¨® esprintando como en sus mejores tiempos, brillante y lozana, la pucelana. Hace un mes Ayad Lamdassem afinaba su preparaci¨®n al mil¨ªmetro, la medalla era una posibilidad muy real en su cabeza, y ayer, el toque de la campana, cumplidos ya 9.600 metros de su carrera, le encontr¨® fuerte y atacante, el primero, pero entonces, cuando tuvo que frenarse para superar a unos doblados, le atac¨® el brit¨¢nico Mo Farah, que hab¨ªa estado afilando el cuchillo, silencioso, a su espalda. En la ¨²ltima recta, cuando ya la adrenalina de la sobreexcitaci¨®n le hab¨ªa abandonado, la mirada de dolor y pavor, la desolaci¨®n, sustituyeron la ambici¨®n cuando le adelantaron dos m¨¢s, el ingl¨¦s Thompson y el italiano Meucci, la ferocidad en sus ojos. Termin¨® cuarto y andando.
"Hay algo que no se puede explicar", dijo Mayte Mart¨ªnez, que termin¨® tercera de su semifinal con un tiempo de 1m 59,12s. "Ha estado agresiva, ha sido una de las mejores carreras de su vida", dijo su entrenador, Juan Carlos Granado.
A Mayte Mart¨ªnez, de 34 a?os, su entrenador y su agente le dijeron antes de saltar a la pista, venga a correr como t¨² sabes. "Y no s¨¦, debe de ser como lo de andar en bicicleta, que nunca se te olvida", dijo la vallisoletana. "Pues yo s¨¦ competir y parece que aunque est¨¦ mal no se me olvida". Fue tan r¨¢pida su serie que la mediofondista espa?ola cuando vio que pasaban por los 400 metros, al tambor batiente de la rusa Klyuka, en menos de 59s se asust¨®, pensaba que recoger¨ªan su cuerpo con pinzas mediada la recta contraria, cuando todas siguieran corriendo de verdad. Pas¨® pen¨²ltima por la campana, un puesto mejor que cuando gan¨® el bronce en Osaka, una se?al que se le escap¨®, pero no se le escap¨® a su cuerpo la sensaci¨®n de poder que encontr¨® cuando a 500 metros empez¨® a cambiar, a acelerar. A partir de ah¨ª, el resto fue una agon¨ªa y un tiempo con el que no se codeaba desde hace al menos un a?o, desde que termin¨® s¨¦ptima en el Mundial de Berl¨ªn. Despu¨¦s, las enfermedades, las lesiones, los asuntos personales, le hicieron dudar. "Perd¨ª la ilusi¨®n por correr", dijo. Ahora, ma?ana, le espera una final continental m¨¢s. "No descarto nada", dijo. "Pero es una utop¨ªa pensar en medallas", dijo. ?Utop¨ªa?
La final de 10.000 se desarroll¨® lenta y cansina ?calor, humedad, brisa en la noche barcelonesa?, a ritmo de casi 3m el kil¨®metro hasta que en el sexto mil, el d¨²o brit¨¢nico comenz¨® a trabajar en equipo. Se sacrific¨® el menos brillante, el blanco, Thompson, quien con su ritmo, azuzado a su espalda por Farah ?brit¨¢nico de origen somal¨ª, refugiado de la guerra?, dej¨® la pelea en un doble duelo hispano-brit¨¢nico, con alg¨²n franc¨¦s y alg¨²n italiano a la espera de los despojos, que finalmente obtuvo el italiano. "Me sent¨ªa tan bien", dijo Lamdassem, saharaui de Sidi Ifni, marroqu¨ª del 81, huido en Espa?a ?se escap¨® en 2002 en un Mundial universitario de cross y fue nacionalizado espa?ol en 2007?, "que comet¨ª el error de ponerme en cabeza a falta de 3.000 metros para asegurarme la plata, pues sab¨ªa que Farah era imbatible".
As¨ª est¨¢ el fondo europeo. Un 10.000 ganado en 28m 24s dej¨® la pista llena de cad¨¢veres, corredores alma en pena diseminados por las curvas. O en la ¨²ltima recta. "Se me vino el mundo encima cuando vi que llegaban por detr¨¢s el otro brit¨¢nico y el italiano. Ni sab¨ªa que estuvieran tan cerca", dijo Lamdassem, a quien la fatiga hasta le priv¨® del reflejo de controlar la carrera por las pantallas gigantes del estadio. "Sal¨ª a por la plata y ca¨ª muerto en la recta".
El otro espa?ol que estuvo en la pelea, Carles Castillejo, no tuvo tiempo ni de ver c¨®mo su amigo terminaba andando, casi paralizado, y pensando que hab¨ªa quedado segundo corri¨® a abrazarlo. S¨®lo cuando se recuper¨® del mareo que le sobrevino cuando todas las fuerzas le abandonaron, pudo Lamdassem explicarle que hay algo que no se puede explicar.
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