Sorpresas y usurpadores
Se disputaba el sprint de la primera etapa de la Tirreno-Adri¨¢tico 2008, en Civitavecchia, no muy lejos de Roma: "Petacchi, Freire, Petacchi, Freire... ?s¨ª!, victoria per Freire, ha vinto il Gatto", narr¨® el speaker por megafon¨ªa para el p¨²blico all¨ª congregado. Yo acababa de hacer mi trabajo de colocaci¨®n hasta la ¨²ltima curva y estiraba el cuello para no perder la referencia visual de lo que ocurr¨ªa por delante, pero la noticia -y la alegr¨ªa, claro est¨¢- me lleg¨® por el o¨ªdo, no por la vista.
Poco despu¨¦s, mientras me dirig¨ªa hacia el parking de autobuses, se me acerc¨® Igor Astarloa para felicitarme por nuestra victoria. "Il gatto, ha vinto il gatto", me dijo ri¨¦ndose y ambos nos divertimos con la an¨¦cdota. "Que man¨ªa tienen estos italianos de bautizar a los corredores con nombres de animales", le dije yo entonces a Igor de cachondeo. Que si lo scualo, il Re leone, il ghepardo, il cobra, o il grillo. Y as¨ª unos cuantos m¨¢s. En Italia tienen mucha afici¨®n a esto, aunque algunos cuajan y otros no tanto. Supongo yo que lo de Oscar vendr¨ªa de su agilidad, de su maestr¨ªa a la hora de moverse en los metros finales y aparecer de la nada en el momento de la verdad, creo yo.
El caso es que mientras lo habl¨¢bamos se nos acerc¨® un corredor del equipo alem¨¢n del Gerolsteiner, y sorprendido, nos pregunt¨® en ingl¨¦s si hab¨ªa ganado Gatto. "S¨ª, il gatto Freire", le dije yo para su decepci¨®n, pues sab¨ªa que en su equipo corr¨ªa un joven corredor italiano as¨ª apellidado, y que precisamente era un velocista.
Al d¨ªa siguiente, brome¨¢bamos en el pelot¨®n Igor y yo con Oscar sobre esta an¨¦cdota. "Ni t¨² ni el otro, el gato soy yo", dec¨ªa Igor, que eso es lo que dijeron de m¨ª en el mundial de Hamilton, cuando a falta de un par de vueltas me ca¨ª y tard¨¦ menos en levantarme que en caerme: "incredible, si ha alzato come un gatto", dijo el locutor italiano en la retransmisi¨®n.
Pero ni Freire ni Astarloa, ambos usurpadores, el verdadero gatto es el que ayer se llev¨® el gato -me ven¨ªa al pelo la expresi¨®n- al agua: Oscar Gatto, el sorprendente ganador de la etapa de Tropea.
La etapa, supuestamente una de las pocas propicias para el sprint masivo, presentaba una trampa en forma de un duro y sinuoso repecho una vez dentro de los ¨²ltimos dos kil¨®metros. Una leve elevaci¨®n en el perfil del libro de ruta que se convirti¨® en una verdadera fuente de sorpresas gracias entre otras cosas a los dos tornantes que hicieron a¨²n m¨¢s t¨¦cnica la subida. Primera sorpresa la del ganador, alguien que no aparec¨ªa en las quinielas frente a los sprinters de mayor enjundia. Y segunda sorpresa, a¨²n m¨¢s grande, la de Contador, que salt¨® en persecuci¨®n de Gatto y consigui¨® adem¨¢s de los 5 segundos de ventaja, 12 m¨¢s de bonificaci¨®n en un terreno donde nadie pod¨ªa imaginarle. Supongo yo que el ataque ser¨ªa inesperado incluso para ¨¦l y que fue m¨¢s bien fruto de la buena colocaci¨®n que de otra cosa. Pero ah¨ª quedan los segundos ganados y, lo que es m¨¢s importante, el golpe moral a su favor.
As¨ª que mi enhorabuena a Gatto, a Alberto y a Luca Scinto, antiguo compa?ero m¨ªo y hoy director del Farnese Vini en el que milita Gatto. Y Oscar e Igor, amigos usurpadores, olvidaos de vuestras fantas¨ªas y buscaos otro apodo, que el verdadero Gatto se present¨® ayer en sociedad en la etapa del Giro. Y contra ese no ten¨¦is nada que hacer, pues tiene tanto de Gatto como yo de Horrillo. Es decir, el apellido.
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