El reino de Nadal no tiene fin
El espa?ol frena un brillante partido de Federer para ganar su d¨¦cimo grande, sexto en Roland Garros
La cabeza decide al campe¨®n. Mientras las nubes negras empiezan a tomar el cielo, Roger Federer, impecable de inicio, amenaza con llevar el encuentro a donde quiere: marcha dos sets a uno abajo, pero en el cuarto se procura un 0-40 de inicio sobre el saque de Rafael Nadal. El espa?ol tiene un problema. El suizo vuelve a jugar como los ¨¢ngeles, igual que cuando arranc¨® el partido. El n¨²mero uno, sin embargo, sobrevive con tenis de granito, serio, contundente y convencido, y gana ese juego. Al rato, ya con 2-1, la misma situaci¨®n se repite pero al contrario: 0-40 para el espa?ol. A la primera, Federer se funde. Es 3-1 para el mallorqu¨ªn, que escala as¨ª hasta un 7-5, 7-6, 5-7 y 6-1 que le da su sexto t¨ªtulo en Par¨ªs, tantos como el sueco Bjorn Borg; su d¨¦cimo grande con 25 a?os; y la continuidad en el n¨²mero uno.
En el arranque, Federer es un tenista venido de otro planeta. Juega como si no hubiera ma?ana, exquisito y agresivo. Manda 5-2 y tiene bola de set para ganarle el primer parcial a Nadal. Esa pelota lo cambia todo. Federer la discute con una dejada. Es un brindis a la suerte. La pierde, Nadal ruge y el partido se estremece: el espa?ol le propina un 7-0 al suizo que deja el encuentro 7-5 y 2-0 a su favor. Llega entonces otro momento decisivo. Nadal saca por el segundo set (7-5 y 5-4). La lluvia obliga a la suspensi¨®n y le deja con la miel en los labios (40-40). Tras 10 minutos de par¨®n, Federer rompe, iguala 5-5, y parece despedirse del encuentro, porque Nadal gana el tie-break que decide el desempate. Federer, sin embargo, no se rinde. Impresionante con las dejadas, agresivo al m¨¢ximo, se impone en la tercera manga.
Ajeno al desarrollo del marcador, fiel siempre en sus preferencias, el p¨²blico ruge. "?Ro-ger! ?Ro-ger!", clama entre palmas la gente de Par¨ªs mientras mira al cielo, aguardando el milagro, la lluvia salvadora que vuelva a rescatar al h¨¦roe, igual que al estadounidense Jim Courier, presente en el palco con Manuel Santana, en la final de hace 20 a?os. Nada, sin embargo, puede detener a Nadal. Al menos no pudo Federer, que mezcl¨® momentos excelentes con otros de desatino. Tampoco la lluvia. Y menos el p¨²blico, que nunca le hizo un gui?o a uno de los m¨¢s grandes campeones de siempre: donde Borg es adorado, el espa?ol, con los mismos t¨ªtulos, solo tiene un apoyo que como mucho es tibio.
Federer, esto es lo que explica su devenir en el partido, pasa de un alt¨ªsimo acierto en los primeros saques a defender sus opciones con much¨ªsimos segundos. Suenan truenos en la pista. Unos provienen del cielo, que amaga lluvia. Otros, de la raqueta de Nadal, que castiga el rev¨¦s de Federer con su derecha alta cruzada; que corre por cada pelota como si fuera la ¨²ltima; y hace dudar siempre al suizo. El n¨²mero tres, brillante y desesperado a partes iguales, siempre rescatado por el p¨²blico, pierde la ventaja de la primera manga. Cuando se recupera de ese golpe e iguala el marcador en la segunda (4-4), cede su saque inmediatamente. Lo mismo vuelve a pasar cuando logra la hombrada de llevarse el parcial al tie-break: lo pierde. Son demasiados golpes seguidos. Est¨¢ sometido a una presi¨®n demasiado constante. Nadal le aprieta siempre, sin alterar la apuesta seg¨²n el devenir del marcador, seg¨²n vaya arriba o abajo, y eso acaba por fundir al n¨²mero tres del mundo.
La final corona a Nadal y el torneo a Federer. El espa?ol sale de la gira de tierra con un grande m¨¢s, tras haber superado uno y mil problemas tras su mala primera semana, pero sin haberse enfrentado al fantasma de Novak Djokovic, que le gan¨® los cuatro ¨²ltimos partidos, cuatro finales. Ese fue el m¨¦rito de Federer, verdugo del serbio en semifinales: demostrar que sigue vivo para los grandes escenarios, que su tenis no es moneda corriente, y que la rivalidad Nadal-Federer a¨²n no est¨¢ lista para ser historia. En Par¨ªs, Nadal defendi¨® su corona.
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