Verdasco juega con fuego

"?Dale ca?a!", le gritan a Fernando Verdasco cuando ya el partido ha superado las tres horas. "?Venga, que est¨¢ tocado!", le dicen de su rival, el checo Radek Stepanek, que est¨¢ dando un recital de juego alocado, imprevisible y deliciosamente dependiente del talento puro y el toque con sentimiento. El madrile?o, sin embargo, nada escucha ni a nadie atiende. Acaba de perder el break de ventaja que ten¨ªa para llevarse el encuentro a la quinta manga. En el tie-break de la cuarta, se enfrenta a un punto de partido que le manda a casa en primera ronda de Wimbledon. Stepanek, ya se sabe, es mal cliente sobre hierba. Pero Verdasco sobrevive. Verdasco mete el encuentro en el quinto parcial. Verdasco se deja una oportunidad tras otra, empieza a tener que descontar puntos de break en contra, y, finalmente, gana: 2-6, 4-6, 6-3, 7-6 y 9-7, la cuarta vez en su carrera que supera dos sets en contra.

El encuentro vivi¨® en la anarqu¨ªa. No puede ser de otra forma cuando Stepanek est¨¢ de por medio. El checo es un tenista de otra ¨¦poca. En el ocaso de su carrera, cada encuentro suyo es una ocasi¨®n para celebrar a un competidor sutil, dispuesto a irse a la red sin ning¨²n rubor, plet¨®rico de dejadas, tacto y cambios de ritmo. El gusano, como le llaman, no juega dos puntos iguales. Eso, unido a su histrionismo, le han convertido en un tenista poco querido en el vestuario e idolatrado por los viejos aficionados.

Al ritmo alocado del checo, Verdasco transmiti¨® todas las se?ales desconcertantes de su curso. Tuvo momentos deliciosos, sobre todo los del final del cuarto set, rebosante de restos impresionantes. Tuvo, tambi¨¦n, instantes plagados de errores, malas decisiones y golpes reprochables. El tenis es un juego de medias. Se gana en el porcentaje. Solo los genios pueden vivir en el riesgo. En consecuencia, Verdasco, un tenista excelente, pero tan brillante como desordenado, sufre.

El madrile?o tiene en Wimbledon la primera oportunidad de enderezar una temporada gris y sin resultados a la altura de su prestigio. Ahora espera el holand¨¦s Haase, un peligro sobre hierba. El encuentro, en cualquier caso, estar¨¢, como siempre, en su mano. En lo bueno y en lo malo, Verdasco siempre decide sus partidos.