Juego de ni?os en el Camp Nou
Los canteranos m¨¢s j¨®venes del Bar?a brillan con una exhibici¨®n de f¨²tbol alegre
Muy de vez en cuando se agradecen partidos como el de hoy, jornadas sin tensi¨®n competitiva, encuentros para mirar y hablar de f¨²tbol sin tener que atender al marcador, noches que evocan los tiempos de militancia, cuando la hinchada acud¨ªa al Fabra i Coats y despu¨¦s al Miniestadi y paraba donde Crist¨®bal, el m¨¢s entendido de los barcelonistas, para saber cu¨¢l era el bueno, la futura figura del Bar?a. Ahora son las j¨®venes promesas del Miniestadi las que acuden al Camp Nou. Ya no est¨¢ Venables, como en 1987, cuando naci¨® la generaci¨®n de Messi, Piqu¨¦ y Cesc, sino que manda Guardiola y en el estadio juegan j¨®venes de nombre Rafinha (18 a?os) o Deulofeu (17), promesas que no se explican por s¨ª solas sino que forman parte de un equipo y de una manera de entender el f¨²tbol: Denominaci¨®n de origen La Masia.
BARCELONA, 4 - BATE, 0
Barcelona: Pinto, Montoya, Bartra, Font¨¤s, Maxwell; Dos Santos (Muniesa, m. 58), Thiago, Sergi Roberto (Riverola, m. 79); Pedro, Rafinha (Deulofeu, m. 70) y Cuenca. No utilizados: Oier, Piqu¨¦, Kiko Femen¨ªa y Sergi G¨®mez.
Bate Borisov: Gutor; Yurevich, Filipenko, Simic, Bordachev; A.Volodko, Pavlov (Gordychuk, m. 63), Likharovich (Olekhnovich, m. 67); Baga, Kontsevoi; y Renan Bressan (Kezman, m. 76). No utilizados: Chesnovski, Radkov, Skavysh y Rudik.
Goles: 1-0. M. 35. Sergi Roberto. 2-0. M. 60. Montoya. 3-0. M. 63. Pedro. 4-0. M. 88. Pedro.
?rbitro: William Collum. Amonest¨® a Yurevich.
37.374 espectadores en el Camp Nou.
Los hay interesantes. Ayer se vio alguno con muy buena pinta. Bartra es un central exquisito, capaz de tirar un sombrero de espaldas a un delantero en el ¨¢rea y solvente como sustituto de Piqu¨¦, sentado en el banquillo despu¨¦s de las caranto?as que el lunes le dedic¨® Guardiola. Dos Santos tiene la clase y personalidad que se exige a los medios del Bar?a; Sergi Roberto es un volante diferente, completo, con llegada; y hay pocos delanteros con el atrevimiento de Rafinha, hermano de Thiago, representante del plantel profesional con Pinto, Font¨¤s, Maxwell, Pedro y Cuenca. Jugaron hasta nueve futbolistas de la cantera y, sin embargo, nadie dud¨® de que era el Bar?a. Aunque var¨ªan los nombres, la identidad es la misma, los rasgos calcados, el ideario inequ¨ªvoco: posici¨®n, posesi¨®n y presi¨®n.
No par¨® el reloj -tic, tac, tic, tac-; iba y ven¨ªa la pelota -de derecha a izquierda y de izquierda a derecha; de dentro a fuera y de fuera a dentro-, siempre al punto -ni fuerte ni blanda-, y no paraba el rondo mientras el Bate observaba, medio hipnotizado, medio aburrido, incapaz de pelear por el partido, signo de lo descompensada que est¨¢ la Champions. Ni siquiera le alivi¨® que el Bar?a fuera un peso pluma que compet¨ªa en la categor¨ªa de pesados. Los chicos son a¨²n livianos, les faltan unos kilos y deben mejorar su velocidad. No hay dudas en cualquier caso sobre su capacidad de aprendizaje ni atrevimiento. Acad¨¦micamente son inconfundibles por sus gestos y movimientos, y tambi¨¦n por su f¨²tbol, mayormente admirado. Tambi¨¦n hay adversarios a los que no les hace ninguna gracia y lo menosprecian por amanerado. Una cuesti¨®n de gustos.
Ya se sabe qu¨¦ ocurre con el solfeo. Hay que machacarse en clase, imposible saltarse la rutina, obligatorio repetir las notas, hasta que se automatizan. Ya llegar¨¢ el d¨ªa en que se pueda improvisar como ya hacen en ocasiones Thiago, Pedro y Cuenca, que ya llevan unas cuantas sesiones en el Camp Nou y se sumaron a la causa del cl¨¢sico. Cuenca asisti¨® a Montoya en el 2-0, a Pedro en el 3-0 y provoc¨® el penalti del 4-0, mientras Sergi Roberto hab¨ªa rematado el 1-0 nada m¨¢s pisar el ¨¢rea. Las llegadas fueron constantes y el intercambio de posiciones tan mareante que hasta se vio a Mawxell de medio centro. El equipo, sin embargo, continuaba siendo igual de reconocible. No lo discuti¨® el rival, que jug¨® como si enfrente tuviera al Bar?a A. A la hinchada, feliz por el mon¨®logo, le daba igual el resultado.
La obsesi¨®n de Guardiola es conseguir precisamente que la afici¨®n del Barcelona est¨¦ tan orgullosa de su equipo que sobreviva a cualquier marcador adverso e incluso en el futuro a la propia partida del t¨¦cnico. Los 37.374 espectadores quedaron tan admirados como los propios jugadores del primer equipo que, con Messi a la cabeza, contemplaron el partido con la misma inocencia y alegr¨ªa de cuando eran ni?os. Pocas veces se hab¨ªa visto tan dichoso a Guardiola.
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