Para Contador
Miguel Indurain es tan alto y silencioso como los extensos bosques de hayas de los Pirineos. Miguel no habla. Cuando lograba sus proezas, no buscaba la compa?¨ªa de los micr¨®fonos, a diferencia de otros ciclistas m¨¢s habladores y menos dotados que ¨¦l. Desde que puso fin a su prodigiosa carrera, Miguel sigue guardando silencio, m¨¢s real que nunca. Pero resulta que este rey se enfada de repente y grita: "?Callaos, ya basta!". Miguel se dirige de esta forma a los que acaban de condenar a Alberto Contador. Miguel Indurain apoya a Contador; por tanto, Contador es inocente. Est¨¢, por una parte, el qu¨ªntuple ganador del Tour que conoce las cualidades de su sucesor y, por otra, una jaur¨ªa de autoproclamados expertos que persiguen, destrozan, descuartizan y babean. Como Fausto Coppi, como Gino Bartali, como Jacques Anquetil, como Eddy Merckx, como el inolvidable Perico Delgado, Miguel sabe que el Tour no se gana bebiendo gasolina. En primer lugar, hay que tener un organismo de campe¨®n, un coraz¨®n de campe¨®n, una valent¨ªa a prueba de todo, nervios de acero y esa marcha extra que solo tienen los corredores excepcionales. Todo esto Contador lo tiene y por eso es Contador y por eso dicta su ley al pelot¨®n y en un puerto del Tourmalet que no regala nada a nadie.
Est¨¢, por un lado, Contador y, por otro, la jaur¨ªa. Y es en Francia donde la jaur¨ªa profiere insultos con m¨¢s violencia. ?Hay que sorprenderse por ello? No. Francia, que nunca ha soportado la desmesura de un ?ric Cantona, que tuvo que exiliarse en el Manchester United, en el que, bajo la batuta de Alex Ferguson, mostr¨® toda su clase, pasa el rato denigrando a los deportistas, dando lecciones y designando culpables a los que tritura en las p¨¢ginas mal escritas de su prensa deportiva. Hoy en d¨ªa, es a Contador a quien insulta y de quien se burla, como insultaba ayer a Lance Armstrong o Marco Pantani. Con el pretexto de la lucha antidopaje, ataca a hombres que, gracias a sus ¨¦xitos, escapan de la mediocridad en la que est¨¢ sumida. Pienso a menudo en Marco Pantani, que no muri¨® a causa del dopaje como se ha escrito con demasiada frecuencia, sino por una sobredosis, como Janis Joplin. Y yo no puedo vivir sin la m¨²sica de Janis Joplin y sin los ataques de Pantani, al que Charly Gaul consideraba su hijo.
En Francia no hay nadie para defender a Contador. ?Por qu¨¦? Porque en Francia solo existe un diario deportivo, que desde 1998 y el asunto Festina juzga y condena en vez de analizar y lanza anatemas en vez de cuestionar. Un ¨²nico diario deportivo, es decir una ¨²nica opini¨®n, un ¨²nico discurso. Y ese discurso extravagante lo difunden cantantes y humoristas que tienen m¨¢s dinero que talento. Por ejemplo, Yannick Noah, excampe¨®n de tenis convertido en cantante sin relevancia, es quien se?ala con el dedo al deporte espa?ol. Noah, que no es ni Edith Piaf ni Paco Ib¨¢?ez, nos aburre dos veces: la primera cuando canta y la segunda cuando habla. En cuanto a los humoristas, al burlarse de Rafael Nadal y Contador, como ayer de Richard Virenque, dan la espalda a la gran tradici¨®n francesa que dice que nos riamos no del ladr¨®n de gallinas, sino del polic¨ªa, y no del acusado, sino del fiscal. El humorista de verdad se burla de los poderosos, nunca del hombre desamparado, amenazado por la jaur¨ªa. Pero Francia se ha convertido en ese pa¨ªs en el que los humoristas se comportan no como artistas, sino como auxiliares de justicia.
?Qui¨¦n ser¨¢ el pr¨®ximo acusado de esta camarilla de falsos c¨®micos y malos cantantes? ?El pueblo! Ese pueblo que sigue queriendo a Contador. Ese pueblo que en las revueltas del puerto del Aubisque y en las curvas de l'Alpe d'Huez no deja de escribir con letras desmesuradas los nombres de los gigantes de la carretera. Las palabras m¨¢s hermosas, los nombres m¨¢s gloriosos, est¨¢n inscritos con pintura blanca en las carreteras del Tour. Y esos nombres, esas palabras, los que juzgan a Contador ni siquiera saben leerlos.
El pr¨®ximo julio escribir¨¦ el nombre de Alberto Contador en todas las carreteras de los Pirineos. Y los osos me aplaudir¨¢n por ello.
Christian Laborde es un escritor franc¨¦s, autor de 'El Rey Miguel', sobre Indurain.
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