Procopio en Laponia
Cuando se qued¨® en el paro, siguiendo los magn¨¢nimos consejos del dirigente empresarial Jos¨¦ Luis Feito, encontr¨® trabajo en una granja de cerdos
Cuando Procopio se qued¨® en el paro, siguiendo los magn¨¢nimos consejos del dirigente empresarial Jos¨¦ Luis Feito, encontr¨® trabajo en una granja de cerdos en Laponia. Los cerdos en Laponia eran como los de aqu¨ª. Viv¨ªan en pocilgas alfombradas con sus propias heces en las que se revolcaban y refocilaban salpicando a los dem¨¢s. No se trata de una met¨¢fora que aluda a nuestros cerdos m¨¢s relevantes, aunque ya lo dijo Orwell: "Todos los animales son iguales, pero algunos son m¨¢s iguales que otros".?
Tambi¨¦n fue Orwell quien puso en boca de alg¨²n animal de su granja eso de que: "Todo lo que anda sobre dos pies es un enemigo". "Y, si es un estudiante valenciano, aunque anduviera a gatas", concluy¨® Procopio, que, desde Laponia, estaba al tanto del trato que las autoridades daban a la ense?anza en Gurtelandia. Gracias a Internet, para la verg¨¹enza y la indignaci¨®n ya no hay distancias.
Tampoco para la malevolencia o la ignorancia. Ni para alg¨²n que otro retazo de belleza, aunque la vulgaridad siga siendo valor en alza. Eso pensaba Procopio mientras se deshelaban los hielos del C¨ªrculo Polar ?rtico y la contaminaci¨®n nuclear acechaba en las profundidades del mar del Norte, mientras deslumbrantes vestidos habitados por famosos cuerpos de ensue?o se deslizaban majestuosos por una alfombra roja, mientras el duque Urdangarin recorr¨ªa a pie la distancia que le separaba de su coche a los juzgados con la altivez de los nobles que sub¨ªan al cadalso, mientras Cristiano Ronaldo marcaba al Rayo un magistral gol de espuela que eclipsaba en la memoria el m¨ªtico taconazo de Alfredo Di St¨¦fano y Messi le daba la r¨¦plica a bal¨®n parado.
Mientras estas y otras cosas pasaban, en un ignoto lugar llamado Rovaniemi, Procopio hab¨ªa dejado atr¨¢s sus amores frustrados con Gina Pi y se esforzaba en olvidar la seductora sonrisa de Mitzi Gaynor y el cruce de piernas a lo Sharon Stone. Intentando paliar as¨ª su soledad, se hizo socio del FC Santa Claus, club de la Segunda Divisi¨®n finlandesa, y acud¨ªa a los partidos en trineo de huskies. Del f¨²tbol le gustaba lo que pasaba en la hierba, como a las vacas, y le resultaba odioso todo lo circundante, como a los toros, incluido el mercado donde se compra y se vende el ganado y el bramido de los grader¨ªos. Feo, sentimental, c¨ªnico y descre¨ªdo como el marqu¨¦s de Bradom¨ªn, tan pronto se consideraba malo por naturaleza como bueno por vocaci¨®n. Sard¨®nico y previsor, se hab¨ªa asignado un epitafio de pol¨ªtico: "Aqu¨ª yace Fulano de Tal. Hizo el bien e hizo el mal. El mal lo hizo bien y el bien lo hizo mal".
Sin duda, exageraba. En el fondo, era un buen chico. No fumaba, no beb¨ªa y, en lo que a educaci¨®n, cultura y deporte respecta, le gustaba el cine, el f¨²tbol y el pugilismo. Precisamente, quiz¨¢s por eso, uno de aquellos d¨ªas en los que nunca amanece, buscando con linterna semillas bajo la nieve, encontr¨® un manual de boxeo de los a?os 70. Por aquel entonces, el campe¨®n de los pesos pesados era Joe Frazier y el vasco Urtain, ?superando en el ranking a Sonny Liston y George Foreman!, ocupaba el s¨¦ptimo lugar.
Eran otros tiempos: con Pedro Carrasco n¨²mero uno de los ligeros y Miguel Vel¨¢zquez sexto. Pero el manual en cuesti¨®n trataba espec¨ªficamente de las llamadas zonas de KO: "La car¨®tida se localiza a ambos lados del cuello, debajo de la mand¨ªbula", precisi¨®n obvia pero aleccionadora. "Un golpe en este punto produce brusca ca¨ªda de tensi¨®n e instant¨¢nea p¨¦rdida de consciencia", simp¨¢tica consecuencia. "S¨®lo con el swing se puede lograr este tipo de knock-out, ya que el crochet carece de la precisi¨®n requerida", oportuna advertencia. Para el golpe al coraz¨®n, contundiendo la caja tor¨¢cica a la izquierda del estern¨®n, recomendaba el hook y crochet de izquierda. En cuanto a la regi¨®n epig¨¢strica, un uppercut provocaba la paralizaci¨®n del diafragma, p¨¦rdida de motilidad y consciencia o, simplemente, un insoportable dolor. El manual estaba, por cierto, dedicado al campe¨®n finland¨¦s Robert Helenius, apodado la pesadilla n¨®rdica . A Procopio le sorprendi¨® que se requirieran tantos proleg¨®menos t¨¦cnicos a la hora de derribar a un contrincante cuando, en el f¨²tbol profesional, bastaba un leve roce o un simple agarr¨®n de camiseta para que el adversario se revolcara gimiendo como si lo hubieran matado. "?Damiselas!", mascull¨®.
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