De golpe y porrazo
Cuando Guardiola da por perdida la Liga antes de perderla, esa actitud repercute en sus jugadores
Dec¨ªan que el viaje a Marte era un viaje sin regreso. Pues no. Saltando de martes en martes y dejando Marte atr¨¢s con sus mantis ateas y sus escarabajos peloteros, me encontr¨¦ de golpe y porrazo en casa. Llegu¨¦ incluso a tiempo de ver el Bayern-Madrid y el Chelsea-Bar?a en el televisor. Tras ambos encuentros, pude comprobar que se despotricaba m¨¢s de la suerte que de los ¨¢rbitros. Ya era hora de recordar que, en un juego que se juega con una pelota redonda y que, adem¨¢s, rueda, es inevitable que tambi¨¦n juegue el azar. Pero el azar no es casualidad, sino coincidencia. Conforme se piensa y se dice, o viceversa, se concita. O se cosecha. Como una semilla que brota cuando se siembra. Todo paso en un espacio mental y elemental, querido Watson, deja huella. Por ejemplo, cuando Guardiola da por perdida la Liga antes de perderla, sin decir si se va o se queda, esa actitud dubitativa repercute en sus jugadores como el Gobierno que pretende que corramos con ilusi¨®n retir¨¢ndonos est¨ªmulo y respiraci¨®n.
Tard¨¦ apenas un cuarto de hora en ponerme al corriente de lo sucedido en mi planeta y, para olvidarlo, abr¨ª el pen¨²ltimo caj¨®n de la mesa del despacho y extraje, al buen tunt¨²n, una vieja revista: Chicos deportivo, de 1952. En la portada ven¨ªa la fotograf¨ªa de un jugador del Sevilla llamado Arza. Casualmente, el apellido bailaba las letras de la palabra azar. Me pareci¨®, por tanto, una azarosa circunstancia digna de ser rese?ada. En p¨¢ginas interiores se nos informaba de que med¨ªa 1,71 metros. Su per¨ªmetro tor¨¢cico, en inspiraci¨®n, era de 95 cent¨ªmetros y, en espiraci¨®n, de 90. Despu¨¦s de 20 flexiones, su respiraci¨®n era normal y las pulsaciones solo se aceleraron ligeramente. Ten¨ªa una tensi¨®n arterial de 7,5 de m¨ªnima y 12 de m¨¢xima. Desde que la cultura es deporte, tambi¨¦n la pol¨ªtica deber¨ªa serlo. Por ejemplo, ya que ignoramos, aunque supongamos, cu¨¢nto tienen y cu¨¢nto ganan la Cospedal y su abnegado c¨®nyuge, podr¨ªamos conocer, al menos, sus datos antropom¨®rficos y otras mediciones reveladoras de cu¨¢nto y d¨®nde les aprietan a ellos los ajustes y si esos miserables euros suplementarios que Rajoy sisa a pensionistas acelerar¨¢n sus pulsaciones o alterar¨¢n emocionalmente su tensi¨®n arterial.
Cuardiola da por perdida la Liga antes de perderla, sin decir si se va o se queda, esa actitud dubitativa repercute en sus jugadores
Por si fuera de su incumbencia y habida cuenta de que, a partir de ahora, desde las Meninas hasta la sonrisa de la Gioconda, todo es deporte, viene a colaci¨®n un caso de deportiva transparencia ejemplar. En la revista del 52, Adri¨¢n Escudero, extremo izquierdo del Atl¨¦tico de Madrid, dec¨ªa a Ra¨²l Santidri¨¢n, su entrevistador, que acababa de firmar contrato hasta 1955. ¡°?Mucho dinero?¡±, le preguntaba el periodista. ¡°M¨¢s de lo que he ganado hasta ahora¡±, respond¨ªa Escudero. ¡°Detalles, detalles¡¡±, le instaba Santidri¨¢n. Y el jugador precisaba: ¡°Llevaba ganadas unas 300.000 pesetas en toda mi vida y otras 50.000 entre sueldos, primas y gratificaciones anuales. Todo empez¨® con mi primer equipo profesional. All¨ª cobraba 10 pesetas por encuentro ganado¡±. Me abstengo de toda reflexi¨®n o comparaci¨®n. Por cierto, en aquellos tiempos, asistir a un partido tambi¨¦n ten¨ªa sus riesgos. Escudero contaba al respecto: ¡°Un amigo m¨ªo llev¨® por primera vez al f¨²tbol a su esposa y ella se pasaba la tarde pregunt¨¢ndole qui¨¦n era Escudero. Casualmente, tir¨¦ un bal¨®n fuera de banda que fue a darle en la cara y le rompi¨® las gafas. No volvi¨® a preguntar por m¨ª y, si alguien le mencionaba mi nombre, dec¨ªa: ¡®?Ya, ya, el que me dio el pelotazo!¡±.
Escudero se consideraba a s¨ª mismo como un jugador que no se andaba por las ramas y buscaba siempre hacer lo m¨¢s efectivo. En la entrevista de Santidri¨¢n, as¨ª se defin¨ªa. Para ¨¦l, los mejores eran otros: Silva, Molowny, Carlsson y Ben Barek. Los recuerdo como si los estuviera viendo. Alfonso Silva y sus pases a ras de hierba de una belleza y precisi¨®n inigualable. Molowny, con su despendolado braceo y sus bamboleantes mangas largas. Carlsson, que, desde m¨¢s atr¨¢s del medio campo, marc¨® un gol como el que, a?os m¨¢s tarde, ser¨ªa conocido como el gol de Pel¨¦, aunque Pel¨¦ no lo llegara a meter. Y, por ¨²ltimo, la primera y aut¨¦ntica perla negra, uno de los m¨¢s grandes jugadores de todos los tiempos, Larbi Ben Barek. Alguien dijo que su elegancia y depurada t¨¦cnica convert¨ªan el f¨²tbol en poes¨ªa. Lo corroboro. Todos ellos siguen jugando en mi memoria. En el lugar donde ning¨²n c¨¦sped crece.
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