El ¡®9¡¯ eran 23
Espa?a se emparenta a las grandes selecciones de la historia, como el Brasil de los 70 y la Holanda de Cruyff, que jugaban con falsos delanteros centro
Las grandes revoluciones empiezan siempre por las personas. En el f¨²tbol, tambi¨¦n. Si algo emparenta a La Roja con el Brasil de los 70, y en general con las grandes selecciones de la historia, es la apuesta por el hombre por encima de la t¨¢ctica. La gran revoluci¨®n de aquella canarinha del Mundial de M¨¦xico fue que Zagallo apost¨® por los mejores futbolistas, independientemente del amontonamiento de caracter¨ªsticas similares en su juego. Se dec¨ªa que Brasil jugaba con cinco dieces, es decir, con cinco grandes estrellas dignas de lucir el m¨ªtico n¨²mero que se?alaba al mejor futbolista. Jairzinho, Gerson, Tost?o, Pel¨¦ y Rivelino. Cada uno hac¨ªa una peque?a dejaci¨®n de sus caracter¨ªsticas para aplicarse en tareas no habituales en sus clubes. En Espa?a, Xavi, Iniesta, Cesc, Silva y Xabi Alonso tienen esa jerarqu¨ªa. Pero hay m¨¢s. Mata y Cazorla, a pesar de su escasa participaci¨®n, tienen una contrastada credibilidad como l¨ªderes de sus equipos.
Espa?a emparenta con la idea que trasciende al dibujo t¨¢ctico y apuesta por la calidad. Nada m¨¢s electrizante que cuadrar el talento, en lugar de las flechas de una pizarra. ¡°Dos grandes jugadores solo son incompatibles en el banquillo¡±, dec¨ªa un entrenador espa?ol cuando le preguntaban si este y aquel, al ser parecidos, no pod¨ªan coincidir en el equipo.
La idea de La Roja es que el nueve son todos, los 23 elegidos, por su versatilidad y porque la mayor¨ªa de las grandes selecciones han ocultado al delantero centro. La Holanda de 1974 ten¨ªa a Cruyff como falso 9, y como falso 4, y como falso 10 y como falso l¨ªbero. No es el desorden t¨¢ctico sino el orden de la calidad.
Del Bosque aguant¨® el chaparr¨®n y sigui¨® apostando por sus bajitos buscando el equilibrio del colectivo, sin renegar de nadie, pero manteniendo la idea lo m¨¢s intacta posible. Eso no ha quitado para que Negredo o Torres (m¨¢ximo goleador del torneo) hayan tenido su protagonismo, como pod¨ªa haberlo tenido Fernando Llorente en situaciones determinadas.
No hay mejor sensaci¨®n que la que deja una selecci¨®n cuando cuenta con futbolistas h¨¢biles para varias posiciones. Futbolistas que rompen el cors¨¦, sin desatender la t¨¢ctica de un equipo que siempre est¨¢ al servicio de la idea.
Las grandes selecciones (Hungr¨ªa en los 50, Brasil y Holanda en los 70, el Brasil de los 80 del doctor S¨®crates) han pasado a la historia por la calidad de sus futbolistas m¨¢s que por la posici¨®n que ocupaban en el campo. Espa?a, modelada por el f¨²tbol de toque, por la autoestima y por la fe, ha hecho prevalecer algo que no tiene precio: el estilo espa?ol, reconocible en todo el mundo, identificado. Adem¨¢s, Del Bosque ha tenido que jugar este torneo sin su delantero de referencia, David Villa, lesionado, el rematador m¨¢s acreditado para el f¨²tbol de La Roja.
La ausencia de Villa no ha modificado la idea de Del Bosque; la apuesta fue la misma
Los centrales del equipo rival se quedan sin referencias ante estos jugadores que hacen de la movilidad y el ingenio sus principales armas. No es f¨¢cil perseguir sombras que no se gu¨ªan por los rayos del sol. Que, en cierto modo, van a su bola. Como no era f¨¢cil marcar a Jairzinho, que cos¨ªa el bal¨®n a la bota, o a Gerson, puro talento concentrado en cada posici¨®n, en cada momento del partido; o a Pel¨¦, o a Kocsis, o a Kubala.
La sorpresa en el f¨²tbol tiene un valor incalculable. Y la sorpresa est¨¢ muy asociada a la inteligencia. Una funci¨®n que se manifiesta mejor cuando un equipo tiene llegadores de segunda l¨ªnea, con capacidad para sorprender, para imaginar, para inventar.
Por eso el nueve de Espa?a pod¨ªa ser cualquiera de los 23 seleccionados, como cualquier brasile?o de los de Zagallo en 1970 pod¨ªa cumplir esa funci¨®n, encantados con su forma de jugar, fueran dieces o cuatros, sietes u onces.
Espa?a, como el f¨²tbol, ha cambiado. El dinamismo ha ido sustituyendo poco a poco el estatismo de las posiciones inalterables. Ni el 9 tiene que ser necesariamente alto, ni el 5 tiene que ser obligatoriamente musculoso. Y el 9 puede ser Messi y el 5, Baresi.
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