El maestro y los clavos
Llevaba Luisle un Tour complicado en el que ya hab¨ªa conseguido una victoria: el hecho de seguir en carrera
Cuando llegan las etapas aptas para las fugas, en la segunda y en la tercera semana, con muchos corredores con la escopeta cargada, se suele ver dos carreras en una. Una por delante en la que se pelea por la victoria parcial; otra, unos cuantos kil¨®metros m¨¢s atr¨¢s en la que la meta es un simple paso intermedio y el objetivo es Par¨ªs. As¨ª suele ocurrir normalmente, pero la diferencia entre estas dos carreras fue tan surrealista ayer, que parec¨ªa que asist¨ªamos a carreras diferentes que, curiosamente, transitaban por el mismo recorrido.
Por delante asistimos a la victoria de Luis Le¨®n S¨¢nchez; victoria trabajada, justa y especialmente merecida. Por detr¨¢s el espect¨¢culo estuvo en el sabotaje que un, o unos desgraciados, hicieron a la carrera, arrojando clavos a la ruta antes del paso del pelot¨®n pocos metros antes de coronar el Mur de P¨¦gu¨¦re. Comenz¨® entonces el festival de pinchazos, una ca¨ªda ¡ªKiserlovski tuvo que abandonar con la clav¨ªcula rota¡ª, y la pol¨¦mica por el fair play se aviv¨® de nuevo tras ver c¨®mo cada uno de los equipos reaccionaba a las circunstancias.
Luisle volvi¨® a dejar claro el porqu¨¦ es un maestro en estas lides; ahora mismo cuatro etapas ganadas en el Tour en diferentes escenarios, pero con el nexo com¨²n de un magistral movimiento de jaque mate en un momento en el que la partida parec¨ªa igualada. Llevaba Luisle un Tour complicado en el que ya hab¨ªa conseguido una victoria: el hecho de seguir en carrera. En la primera semana era la sombra de Tony Martin ¡ªy viceversa¡ª a la hora de descolgarse del pelot¨®n cuando la marcha del grupo se aceleraba. Ambos, unidos en la desgracia de las ca¨ªdas, rodaron muchos kil¨®metros en paralelo ¡ªbien a cola de pelot¨®n, bien descolgados¡ª, mientras se pon¨ªan al d¨ªa de la evoluci¨®n de sus lesiones. Una bonita amistad fraguada entre ap¨®sitos y vendajes. Estos d¨ªas ya le hab¨ªamos visto revivir en un par de ocasiones. Sin ir m¨¢s lejos, 24 horas antes fue alcanzado por el grupo en la ¨²ltima curva; pero su estad¨ªstica de fiabilidad se estaba resintiendo y con ello su moral, no es un hombre acostumbrado a tirar balas de fogueo.
Pero ayer no fall¨®, no pod¨ªa permitirse ese lujo en un equipo al que solo le quedan cuatro representantes, y dos de ellos integraban la fuga del d¨ªa. Trat¨® de descolgar a Sagan en la subida y tras errar el primer tiro, no dud¨® en arrancar de lejos ya en el terreno llano, sabiendo que por detr¨¢s, la colaboraci¨®n con Sagan ser¨ªa para los dem¨¢s algo as¨ª como ir directos al matadero. Genial¡ y precioso. Y en esos mismos momentos, unos kil¨®metros m¨¢s atr¨¢s, sucedi¨® lo imprevisible. Alguien hab¨ªa arrojado clavos a la carretera y los pinchazos comenzaron a sembrar la sorpresa en lo alto del puerto. Una ruleta rusa. El principal afectado fue Evans, parado en la misma cima esperando al coche de su equipo, impotente, lanzando ir¨®nicos aplausos a su compa?ero Van Garderen, y que cuando por fin recibi¨® la ayuda de un compa?ero, comprob¨® con sorpresa que tambi¨¦n ¨¦ste ten¨ªa la rueda pinchada.
El caos se apoder¨® del pelot¨®n y el Sky del l¨ªder decidi¨® ralentizar la marcha; ¡°la carrera se tiene que decidir en los puertos, no por los infortunios de los rivales¡±, dijo luego un Wiggins que, cuando mand¨® parar a su equipo desconoc¨ªa la causa real de todos esos incidentes. Un segundo pinchazo de Evans desenmascar¨® la causa del problema y confirm¨® la sospecha del porqu¨¦ de esa epidemia de pinchazos. Entonces la informaci¨®n lleg¨® a los coches de equipo y la misma organizaci¨®n aconsej¨® que todos los favoritos rodasen juntos para evitar que el sabotaje tuviese influencia en la general. Rolland fue el ¨²nico que interpret¨® la carrera de manera diferente ¡ªno se sabe si informado o no de la causa real del par¨®n¡ª y se lanz¨® al ataque. Hubiese sido de justicia po¨¦tica que un pinchazo con uno de esos clavos le hubiese revelado la verdad. Pero esto no sucedi¨®. Al final todo se solucion¨® y no lleg¨® el agua al r¨ªo, la pena es que la fenomenal victoria de Luisle qued¨® ensombrecida por un gracioso que ten¨ªa una caja de clavos.
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