M¨¢rquez es un genio

Marc M¨¢rquez es un genio. Lo sab¨ªan ya quienes le ve¨ªan correr cuando sus piececitos no tocaban el suelo y, a¨²n as¨ª, venc¨ªa a rivales mayores en edad y estatura; saltaba de categor¨ªa en categor¨ªa a golpe de victoria y amenazaba las normas, pues nadie tan menudo hac¨ªa lo que ¨¦l. Siempre fue algo irreverente. Por eso fue incapaz de conformarse el d¨ªa en que estaba escrito que se convertir¨ªa en campe¨®n del mundo de Moto2 y sumar¨ªa as¨ª otro t¨ªtulo a su palmar¨¦s. Al chico le sobraba con sumar dos m¨ªseros puntos, es decir con terminar en la 14? posici¨®n, para llevarse el campeonato independientemente de lo que ocurriera con el resto de pilotos, o mejor, con Pol Espargar¨®, el ¨²nico con opciones matem¨¢ticas, aunque remotas, de aguarle la fiesta. Pero en ning¨²n momento se le pas¨® por la cabeza firmar una carrera conservadora.

No porque, hab¨ªa explicado, este trazado australiano es muy pillo y cualquier despiste se paga muy caro. As¨ª que M¨¢rquez prefer¨ªa plantearse una carrera como cualquier otra, minimizando los riesgos, vale, pero en la que no pudiera permitirse ni un momento perder la concentraci¨®n, en la que no osar¨ªa bajar el ritmo. Y sigui¨® su plan a rajatabla. Es m¨¢s, busc¨® los l¨ªmites en la ¨²ltima vuelta: no quer¨ªa ser uno de esos campeones que renuncia al podio. La suya fue una carrera tan inteligente como osada. As¨ª que, tras resistirse durante muchas vueltas, apret¨® los dientes y adelant¨® a Scott Redding cuando se encontr¨® al borde de aquellas dos ¨²ltimas curvas, ambas a la izquierda, que dan entrada a la recta de meta. Incluso se esforz¨® por cazar el rebufo de West, segundo, para ganar una posici¨®n m¨¢s. Al final, cruz¨® la meta en tercera posici¨®n, a solo 26 mil¨¦simas del australiano. Por delante de todos ellos, Espargar¨®, que firm¨® una carrera may¨²scula. Solo le val¨ªa la victoria y se lanz¨® a por ella de cabeza. Pero nada pudo hacer contra el genio de M¨¢rquez, nuevo campe¨®n de Moto2.

Hab¨ªa salido el pupilo de Alzamora con el coraz¨®n acelerado. Fue el primero en tomar la primera curva, a la derecha. Pero pronto fue superado por Nakagami, que ser¨ªa el primero en completar una vuelta. Se desinfl¨® tan r¨¢pido como M¨¢rquez y Espargar¨® espabilaron. El primero tom¨® la delantera. Solo por unos instantes. A la salida de la primera curva su moto le hizo el baile de San Vito y ¨¦l, consciente de que el d¨ªa no estaba para seguirle el juego a su colega, le dej¨® v¨ªa libre.

Espargar¨®, que firm¨® una carrera may¨²scula, no pudo hacer nada contra M¨¢rquez

A Espargar¨® le sobraron pues tres vueltas para escaparse e imponer su ley, la del piloto que ha sido inalcanzable este fin de semana en Phillip Island, un trazado que adora. Y mientras el chico de Granollers (Barcelona) abr¨ªa m¨¢s y m¨¢s distancias de forma irremediable, con un ritmo consistente, sin errores ni dudas, M¨¢rquez y Redding disputaban una carrera aparte. No ser¨ªa hasta el sexto giro cuando el de Cervera (Lleida) opt¨® por seguir de cerca al brit¨¢nico y dejar que este le guiara hasta el podio. Ten¨ªan un ritmo muy similar. De modo que podr¨ªan rodar emparejados, sin molestarse hasta el final. O ese hubiera sido en panorama ideal. De hecho, pocas veces se ha visto a M¨¢rquez frenarse o abrir una trazada para evitar un adelantamiento. Y lo hizo con Redding, a quien casi se lleva por delante en una frenada. Ocurri¨®, sin embargo, que un actor secundario e inesperado entr¨® en escena.

Era Anthony West, piloto local, que empez¨® a recortar distancias con M¨¢rquez pasado el ecuador de la prueba, a falta de once giros. Se fue acercando cada vez m¨¢s. Y, al final, termin¨® rebasando a M¨¢rquez primero, a falta de dos vueltas para el final, y a Redding despu¨¦s, a falta de una. Antes incluso de que a M¨¢rquez se le pasara por la cabeza idear una de sus locuras su equipo, desde el muro, le ense?¨® una pizarra con un mensaje muy claro: la cuarta posici¨®n es suficiente. Pero M¨¢rquez siempre fue irreverente y osado. Y cuando se vio efectivamente en la cuarta plaza se neg¨® a conformarse. Emilio Alzamora asomaba medio cuerpo por la recta de meta cuando se iniciaba la ¨²ltima vuelta y le ped¨ªa calma con ambas manos. Pero los genios no atienden ¨®rdenes. Nunca lo ha hecho M¨¢rquez. Y termin¨® a 26 mil¨¦simas del segundo puesto. Y subi¨® al podio ya enfundado en una camiseta que clamaba que era campe¨®n del mundo.