El Madrid no quiere la Liga
El equipo de Mourinho, falto de ideas, se lleva solo un punto (1-1) ante un Zaragoza pele¨®n
Si hac¨ªa falta un gesto colectivo que expresara la rendici¨®n del Madrid en el campeonato, el partido de La Romareda lo resumi¨® al completo. El Zaragoza se debati¨® con fervor para evitar el descenso, lo que para muchos jugadores supondr¨ªa un dr¨¢stico recorte salarial. Puso los escasos medios que ten¨ªa a su disposici¨®n para frenar a su rival. Sobre todo, puso un entusiasmo febril. El Madrid sali¨® a jugar con la noticia de que el Bar?a hab¨ªa cedido dos puntos en Bala¨ªdos. Era su momento. No lo aprovech¨®. M¨¢s que por falta de ganas, que un poco le faltaron, por ausencia de creatividad cuando tuvo el bal¨®n.
Manolo Jim¨¦nez consumi¨® la primera parte bajo la lluvia, caminando por la zona t¨¦cnica como por una cornisa, haciendo gestos elocuentes para que su equipo, m¨¢s all¨¢ del abismo, adelantara la l¨ªnea del fuera de juego cerca del c¨ªrculo central. Cumplido el posicionamiento, el Zaragoza dividi¨® el bal¨®n en cada salida de porter¨ªa, apret¨® en el medio campo, y esper¨® a que el Madrid cometiera errores. Acostumbrado a interpretar el papel del contragolpeador, el Madrid se encontr¨® repentinamente inc¨®modo ante la necesidad de administrar la pelota. La ausencia de Xabi Alonso convirti¨® a Modric en el encargado de iniciar las jugadas: estaba previsto. El centrocampista croata sufri¨® la persecuci¨®n de Postiga cuando retroced¨ªa. Cuando avanzaba lo tomaba Rodri. Asfixiado, acab¨® por cometer imprecisiones. En el minuto seis le hizo una entrega a Movilla, que jug¨® r¨¢pido para Rodri. El peque?o volante se desmarc¨® a toda velocidad. Hizo un movimiento de izquierda a derecha y le gan¨® la posici¨®n a Pepe antes de quedarse solo ante Diego L¨®pez. Pis¨® el ¨¢rea y solt¨® el derechazo al palo m¨¢s lejano. El portero no pudo hacer nada.
ZARAGOZA, 1; REAL MADRID, 1
Zaragoza: Roberto; Sapunaru, Loovens, ?lvaro, Abraham; Movilla, Apo?o (Romaric, m. 52); E. Oriol (Wilchez, m.83), Rodri (V¨ªctor Rodr¨ªguez, m. 63), Monta?¨¦s; y Postiga. No utilizados: Leo Franco; Fern¨¢ndez Jos¨¦ Mari y Bienvenu.
Real Madrid: Diego L¨®pez; Arbeloa (Khedira, m. 59), Pepe, Sergio Ramos, Marcelo; Essien, Modric; Callej¨®n (Di Mar¨ªa, m. 59), Kak¨¢ (?zil, m. 59), Cristiano; e Higua¨ªn. No utilizados: Ad¨¢n; Carvalho, Xabi Alonso y Benzem¨¢.
Goles: 1-0. M. 6. Rodri. 1-1. M. 38. Cristiano.
?rbitro: Undiano Mallenco. Amonest¨® a Loovens, ?lvaro, Rodri, Arbeloa, Sergio Ramos y Modric.
Unos 30.000 espectadores en La Romareda.
La presi¨®n generalizada del Zaragoza oblig¨® a sus centrales a dejar grandes espacios a sus espaldas. Un peligro, cuando enfrente se despliegan hombres como Cristiano, Higua¨ªn, Marcelo, Kak¨¢, o el propio Callej¨®n. Fue un ejercicio de equilibrismo. El equipo local cumpli¨® con entereza y se arm¨® un partido abierto, de fogonazos, emocionante. La Romareda vibr¨® toda la noche como hac¨ªa semanas que no lo hac¨ªa. Cada posesi¨®n se traduc¨ªa en dos o tres pases, con suerte, y largos traslados culminados pocas veces en remate. Normalmente, todo acab¨® en un fuera de juego, en un choque, en un codazo, en una patada. En eso coincidieron los equipos: se organizaron mejor sin el bal¨®n que con ¨¦l. Fueron abnegados pero imprecisos. En desventaja, el Madrid se mostr¨® asombrosamente desorientado. Como si los jugadores no supieran qu¨¦ hacer para meter un pase interior que alcanzara a Higua¨ªn o Cristiano.
Ramos y Marcelo probaron con los balones largos. Kak¨¢, el hombre que m¨¢s kil¨®metros recorri¨®, baj¨® para intentar hilar el juego. No hubo manera de que el Madrid progresara colectivamente. Dio igual. Como casi siempre. Uno de esos balones largos, francos para los centrales, encontraron a Higua¨ªn en plan luchador. El argentino cuerpe¨® a ?lvaro, arrastr¨® a Loovens, y dej¨® la pelota para Cristiano que control¨® y se perfil¨® hacia la izquierda bajo el acoso de Sapunaru. Era dif¨ªcil imaginar que una situaci¨®n tan precaria para los atacantes pudiera desembocar en un tiro. Solo un atleta como Cristiano pudo arrancar ese golpe de cadera, ese zurdazo, desde el borde del ¨¢rea, m¨¢s bien fuera de ¨¢ngulo, al ¨²nico rinc¨®n despejado posible. Unos cent¨ªmetros junto al primer palo que Roberto descuid¨® contra las normas que rigen a los porteros. Por ah¨ª entr¨® el bal¨®n. Fue un gran gol. Un gol que dio la raz¨®n a Manolo Jim¨¦nez: metidos en el ¨¢rea, con Cristiano en las inmediaciones, es mejor no defender.
Empez¨® a llover, el campo mojado aceler¨® las transiciones, y el descanso no fue suficiente para los agotados jugadores del equipo local. La segunda parte descubri¨® a un Zaragoza m¨¢s cansado, m¨¢s replegado, y m¨¢s ¨¢spero en las marcas. Apo?o se rompi¨® y fue sustituido por el voluminoso Romaric, expresi¨®n de la crisis f¨ªsica del Zaragoza. Ante la evidencia, Mourinho aprovech¨® el empuje de los hombres de refresco. Ya que no hab¨ªa ideas para ganar jugando bien, apost¨® por hacerlo a golpe de martillo. La entrada de ?zil, Khedira y Di Mar¨ªa puso al Zaragoza en un aprieto que parec¨ªa insalvable. Abraham afloj¨® su vigilancia y Callej¨®n hizo uno de los pocos pases buenos de la noche: Roberto sac¨® el disparo de Cristiano y Marcelo mand¨® el rechace al palo.
El Zaragoza debi¨® sentirse afortunado de llegar al ¨²ltimo cuarto de hora con un punto bajo el brazo. Esa sensaci¨®n salut¨ªfera se expres¨® en fuerzas renovadas, en entusiasmo. El partido estaba roto pero el Zaragoza exprimi¨® sus ¨²ltimas reservas con el esp¨ªritu combativo con que entr¨® al partido. De ese arrebato de ganas de sobrevivir supo extraer dos remates de Postiga y uno de Loovens que obligaron a Diego L¨®pez a multiplicarse para evitar lo inveros¨ªmil: que perdiera el Madrid ante un adversario fundido.
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