Mourinho y Casillas o la dicotom¨ªa somn¨ªfera
Despu¨¦s del partido en Dortmund le comentaba por tel¨¦fono a un amigo madridista mis dudas sobre las razones que llevaron a Mourinho a decidir la posici¨®n de ?zil (yo sosten¨ªa que era menos la llegada tard¨ªa de Di Maria tras su problema personal, que la intenci¨®n de poner una rueda de auxilio a Alonso, muy marcado en los primeros dos partidos) y mi convicci¨®n de que esa decisi¨®n, junto a la posici¨®n baja de Modric, hab¨ªa sido determinante en el desarrollo del partido. La respuesta de mi amigo sali¨® del auricular como la dentadura de Tyson y me arranc¨® parte de la oreja derecha. Entre chorros de sangre llegue a escuchar las palabras ¡°mot¨ªn¡±, ¡°Casillas¡± y ¡°pseudomadridistas¡±. Colgu¨¦ y me ech¨¦ la culpa: no se puede razonar t¨¢cticamente en el dolor.
La semana pasada, en la radio, me preguntaron sobre los cambios de Mourinho en la porter¨ªa del Madrid. Dije que soy partidario de la continuidad en un puesto tan delicado pero que, una vez decidido un cambio, creo conveniente sostenerlo hasta el final. Precisamente por las mismas razones que soy partidario de sostenerlo al principio. Luego trajeron a colaci¨®n aquella decisi¨®n de Del Bosque en 2002 cuando puso a Cesar por Casillas en la fase decisiva de la novena. Me atrev¨ª a recordar, a modo de reivindicaci¨®n, el trato injusto que un sector de la prensa dispens¨® a Cesar en aquel momento. Dije algo que todos saben y sobre lo que Iker no tiene culpa alguna: que Casillas hab¨ªa sido fundamental con sus paradas en el ¨²ltimo tramo de la final (sobre todo la que saca con el pie) pero que esas paradas hab¨ªan eclipsado para siempre un torneo brillante de C¨¦sar. Alguien muy enojado con Mourinho (a quien yo no hab¨ªa ni nombrado) sac¨® un papelito (otra de las modas que implement¨® Mou) y me ley¨® la cantidad exacta de partidos, minutos y segundos que Casillas hab¨ªa jugado en la novena. Estaba defendiendo a Casillas de un ataque que no exist¨ªa, igual que mi amigo defend¨ªa a Mou en el tel¨¦fono.
Hoy la norma entre madridistas es el ataque preventivo.
Hoy la norma entre madridistas es el ataque preventivo. Hay que reconocer que Mourinho fue exitoso en la polarizaci¨®n. Sin embargo no parece que hayan sido las ideas sino las formas las que provocaron una adhesi¨®n o un rechazo tan radical. Al fin y al cabo no estamos discutiendo el fin de la Rep¨²blica o el destino de una naci¨®n y cuesta imaginar que tanta gente se haya distanciado por las diferencias entre un 4-2-3-1 y un 4-3-3. No es el qu¨¦ sino el c¨®mo lo que termin¨® escorando a unos y otros. Luego, cualquier lugar para el apoyo cr¨ªtico o la disidencia respetuosa se fue borrando con la descalificaci¨®n: gris, tibio, desapasionado, antimadridista por un lado; dictador, autoritario, prepotente por el otro, y as¨ª hasta que el aburrimiento sobreviene a la crispaci¨®n.
Cuando volv¨ªa de la radio, despu¨¦s de sufrir aquel ataque preventivo, me preguntaba si Mourinho es solo un elemento coyuntural, sin el cual todos los madridistas (que se supone que comparten una historia com¨²n, defienden los mismos colores y, con algunos matices, se identifican con los mismos valores) estar¨ªan unidos; o si, tal vez, se trata de algo peor. ?Y si Mourinho es solamente un s¨ªntoma? ?Si, en definitiva, las diferencias esenciales que hoy se ven entre mourinhistas y antimourinhistas siempre estuvieron all¨ª, subyacentes?
Quiz¨¢ porque me asusta la respuesta prefiero pensar que la forma de ser y de comunicar de Mourinho y las reacciones virulentas que suscita, ha obligado a muchos a pararse en un lugar que naturalmente no hubieran ocupado. Luego, las agresiones y el encasillamiento mutuo hacen el resto: ya no se puede opinar a favor o en contra de decisiones puntuales sin ser etiquetado por uno u otro bando. Al final, extra?a proyecci¨®n, algunos que dicen detestar a Mourinho terminan pareci¨¦ndose demasiado a ¨¦l.
Por mi parte, no soy qui¨¦n para criticar las filias y fobias de Mourinho, ni de sus adeptos y sus detractores. Pero si cada vez que uno va a hablar sobre el Real Madrid est¨¢ obligado a elegir entre bandos prefiero que cedamos los pr¨®ximos cinco campeonatos, que Florentino convierta el Bernab¨¦u en un estadio de baseball y que matemos el tiempo mascando chicle.
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