?pica siciliana en la nieve

La ¨¦pica en ciclismo es terreno patinante, tan insidioso y traicionero como el falso sol que encendi¨® sin calentar, falsas ilusiones de primavera, la entrada en Francia del pelot¨®n del Giro camino del Galibier. La ¨¦pica, les dicen los m¨¢nagers a sus corredores que se quejan porque ah¨ª fuera nieva y hace fr¨ªo, es precisamente lo que garantiza tu supervivencia, tu oficio, la admiraci¨®n. La ¨¦pica, le a?aden, es lo que hace diferente al ciclismo, nuestra se?a. La ¨¦pica, contin¨²an, es sencillamente el desaf¨ªo inhumano en que os empe?¨¢is y cuyo logro os hace m¨¢s humanos, a¨²n, m¨¢s vulnerables. ?pica puede ser caerse y levantarse, ganar herido e insultando al dolor por est¨²pido.

?pica fue Charly Gaul cargado de anfetaminas, un doping que le permit¨ªa a su esp¨ªritu llegar a donde su cuerpo no le permit¨ªa, bajo la nieve del Monte Bondone un Giro que gan¨®. O Marco Pantani, cargado de EPO, un doping que le permiti¨® llegar all¨ª d¨®nde ni su imaginaci¨®n osaba, ni los sue?os de sus aficionados, derrotando la niebla, el fr¨ªo, la bruma glacial del descenso del Galibier para ganarle a Ullrich el Tour del 98. ?pico no fue Lance Armstrong triturando con una tricotosa entre las piernas todas las monta?as y todos los rivales durante siete Tours consecutivos. La ¨¦pica reclama una figura tr¨¢gica, condenada al fracaso definitivo, desesperadamente humana por eso. La muerte joven y acelerada de Pantani fue la culminaci¨®n de toda su carrera. La retirada de Armstrong desde un podio, m¨¢s que la revelaci¨®n de su EPO, su mirada maquinal, su falta de sentimientos expresos, le impidieron por siempre acceder a la categor¨ªa, gozar de la veneraci¨®n que se rinde a quienes fallan y se levantan, a los que mueren inevitablemente.

?picos son los grandes campeones, y se les honra con gigantescos titulares, y tambi¨¦n los grandes gregarios, a los que se recompensa con una nota a pie de p¨¢gina, una cita, o cualquier ciclista que corra una carrera alg¨²n d¨ªa de su vida. ?pico fue Jos¨¦ Luis Arrieta, hombre de equipo toda su vida, en el mismo Galibier dos veces. Una vez, en fuga t¨¢ctica, pas¨® el primero por la cima, se llev¨® a casa la placa del Trofeo Desgranges. Otra vez, justamente aquel d¨ªa en que los ciclistas no ten¨ªan dedos para poder abrocharse el chubasquero antes del descenso en que Pantani vol¨®, Arrieta se retir¨® congelado, en una ambulancia que le ayud¨® a recuperarse de una hipotermia en julio. La tercera vez que Arrieta triunf¨® en el Galibier lo hizo guiando el coche del Movistar, calentito y nervioso hablando sin parar al pinganillo. Fue este domingo. Por delante, en bicicleta sufriendo su chico, Giovanni Visconti, siciliano de Palermo, apellido de noble y artista, moreno y negra mirada de hombre de la tierra de la luz que deslumbra, el ¨²ltimo de una fuga montada en el Mont Cenis, junto al enorme lago helado entre paredes de nieve.

Visconti se qued¨® ya solo delante en el T¨¦l¨¦graphe, cuando a¨²n enga?aba el sol ¡ªventana meteorol¨®gica le llaman los monta?eros, que se apresuran a ajustar la escalada, a este efecto: los hombres del tiempo ya hab¨ªan anunciado que a las cinco cerrar¨ªan la nubes y llover¨ªa nieve a por encima de los 2.000 metros¡ª y aunque nunca tuvo mucho m¨¢s de dos minutos sobre el pelot¨®n tranquilo del Astana de Nibali de rosa, al que solo molestaron revoloteantes tipos clasificados del octavo para atr¨¢s que se marcaban y anulaban mutuamente, super¨® sin problemas el muro psicol¨®gico de los 2.000 metros, all¨ª donde muchos sin saber por qu¨¦ dejan de respirar, y fue capaz de llegar a la meta victorioso entre copos de nieve que ya revoloteaban traviesos. En la meta, fijada a poco m¨¢s de 2.400 metros porque m¨¢s no se pod¨ªa subir (la cima son 2.641 metros) en el lugar llamado Les Granges du Galibier, le esperaba el monumento a Pantani, la ¨¦pica, de vida corta y excesiva, nacido un 13 de enero de 1970, 13 a?os justos antes que Visconti, y muerto el d¨ªa de San Valent¨ªn de 2004. A Pantani, el Galibier y su muerte le hicieron mito; a Visconti, que no tiene la misma alma tr¨¢gica (no es escalador: solo los escaladores son ciclistas plenos) y que lleva carrera de ciclista de momentos, el Galibier y el fr¨ªo le han devuelto la estima perdida. Y un poco de orgullo. La ¨¦pica, claro.