El creyente
Ordenarse en ataque es, necesariamente, desordenarse en defensa. Atacar manteniendo intacto el orden defensivo no es atacar, es seguir defendiendo. ?Cu¨¢nto estoy dispuesto a desordenarme defensivamente en funci¨®n de ordenarme para atacar? Esa es la manta corta del f¨²tbol. La respuesta, sumada al talento de los que la ejecutan, define lo que vamos a ver en un partido.
Real y Atl¨¦tico eligieron taparse bien los pies y dejarlos cerca de la estufa. O sea, perder el orden defensivo lo menos posible, juntar mucha gente en el medio (Alonso, Khedira y Modric taponando el centro y ?zil y Cristiano los laterales por un lado; la l¨ªnea de cuatro volantes con Diego Costa bloqueando el carril a Coentr?o por el otro), usar salidas con recorridos seguros (largos, laterales o ambos a la vez), y medir al mil¨ªmetro los despliegues (Modric rara vez superando la l¨ªnea de medios rival, los ¨¢ngulos altos del campo desiertos, los laterales contenidos, Diego Costa cabalgando solitario). Dos equipos cuya premisa de ataque era no recibir contragolpes y, a partir de ese l¨ªmite, intentar construir.
Menos raro que esa precauci¨®n en las finales, partidos donde se juega todo en poco tiempo y los errores no suelen dar revancha, es que se acabe la primera parte sin fueras de juego. Todo un s¨ªntoma del ¨¦xito defensivo y las ambiciones de profundidad en ambos planes, igual que el armado de los goles: una pelota parada por un lado y un recurso creativo excepcional por el otro. Las formas l¨®gicas de desequilibrar un partido de l¨ªneas tan estructuradas.
Simeone sabe que uno no se lleva un trofeo del Bernab¨¦u sin m¨¢s, solo con coraz¨®n, trabajo y f¨²tbol
En la segunda parte, el Madrid le solt¨® cuerda a Modric y a Coentr?o y eso bast¨® para encender el talento de arriba. Activado m¨¢s por necesidad y arrojo individual que por volumen de juego (la dificultad para imponer condiciones a trav¨¦s del volumen de juego es, tal vez, la cuenta pendiente m¨¢s grande de los blancos durante los tres ¨²ltimos a?os), el Madrid arrastr¨® al Atl¨¦tico hacia su ¨¢rea. El Atl¨¦tico resisti¨® con el coraz¨®n en la boca y con Courtois atajando con los pies y con la vista. Al no poder quebrarlo, el Madrid empuj¨® sin querer el partido a la zona emotiva. All¨ª manda Simeone.
Simeone sabe que uno no se lleva un trofeo del Bernab¨¦u sin m¨¢s, solo con coraz¨®n, trabajo y f¨²tbol. Que se necesita algo m¨¢s que orden, rebeld¨ªa y agresividad para lograrlo. Por eso se llev¨® al plantel a 70 kil¨®metros de Madrid a encontrarse con la gloria del pasado, con la Liga del 96 y con esa ilusi¨®n que los catapult¨® a su ¨²ltima Liga Europa. Apel¨® a San Rafael. A no dejar de creer. A, si hace falta, cruzar los dedos en los tiros libres. A transmitirle a su equipo que los partidos se pueden definir tambi¨¦n en ese territorio de lo sobrenatural donde a veces se empantana el f¨²tbol.
As¨ª aguant¨® el Atl¨¦tico el arre¨®n ofensivo de Benzema, Cristiano y ?zil; as¨ª llev¨® el partido a la pr¨®rroga y as¨ª lo gan¨®. Aferrado a la fe del ¨²nico entrenador del mundo que invirti¨® la ubicaci¨®n de la tribuna: es ¨¦l quien anima a su hinchada. Subido a ese voluntarismo ilimitado del Cholo que, furioso, celebr¨® como si fueran goles cada vez que el palo escupi¨® una pelota lejos de Courtois. Reconociendo con cada uno de esos festejos que no hubiera sido posible quebrar una racha negativa de tres lustros justo en el Bernab¨¦u, justo con su hinchada presente, justo el d¨ªa que hab¨ªa en juego una Copa, sin que esos peque?os milagros ocurriesen. Peque?os milagros que no ocurrir¨ªan si nadie creyera en ellos.
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