Nadal se despide de Wimbledon a la primera
Por primera vez en su carrera, el mallorqu¨ªn se inclina en la ronda inaugural de un grande: 7-6, 7-6 y 6-4 ante Darcis
Por primera vez en su carrera, Rafael Nadal se despide en la ronda inaugural de un grande: Steve Darcis, el n¨²mero 135 del mundo (el jugador con el r¨¢nking m¨¢s bajo contra el que el espa?ol ha ca¨ªdo en un torneo del Grand Slam), un belga de 29 a?os sin ning¨²n pedigr¨ª, le despide 7-6, 7-6 y 6-4 de Wimbledon, donde el campe¨®n de 12 grandes se mueve pesadamente, ya al final del duelo claramente impedido por la rodilla izquierda, sin esprintar ni agacharse en busca de la pelota. Nadal juega con mucho m¨¢s coraz¨®n que tino: levanta ocho bolas de break en contra hasta que cede la primera manga; tiene bola de set a favor en la segunda, que tambi¨¦n entrega; y finalmente se inclina en la tercera, emborronando su historial en la catedral de la hierba, donde ha ganado dos veces y ha disputado otras tres finales. El estado de la rodilla izquierda, de nuevo vendada durante el partido, determinar¨¢ ahora qu¨¦ torneos disputa en la segunda mitad de la temporada, que tiene el Abierto de Estados Unidos y la Copa de Maestros como citas m¨¢s importantes.
El campe¨®n de Roland Garros estuvo desacertado en los golpes y sin una marcha de m¨¢s
Este no es el Nadal que hace menos de un mes se corona en Roland Garros. El mallorqu¨ªn pisa con cuidado y pega varios respingos durante el partido, como si la articulaci¨®n le estuviera mandando mensajes negativos. Pendiente de los peligros de la hierba, y como si el breve concili¨¢bulo matinal de los m¨¦dicos con su equipo fuera un mal presagio, se ahorra carreras. Darcis, un tenista lleno de sutilezas, explota el c¨¦sped abriendo ¨¢ngulos con su rev¨¦s y bajando la pelota con el cortado, pero la derrota nace y crece en la raqueta del n¨²mero cinco del mundo, disparado en los errores no forzados (20 solo en las dos primeras mangas), desacertado en los momentos cumbre y sin una marcha m¨¢s para hacerle notar al belga que compite contra un purasangre. Nadal busca en la mochila de sus recursos y no encuentra nada, solo el vac¨ªo. Los pasantes no entran. Las piernas no llegan. Los restos encuentran con una frecuencia pasmosa la valla, m¨¢s teniendo en cuenta que su contrario nunca pas¨® por ser un bombardero. Solo su cabeza le mantiene a flote frente a las dificultades, y le impulsa hasta tener una bola de set al resto en la segunda manga que podr¨ªa haber cambiado el duelo.
En esos momentos, Darcis se crece. Donde otros tiemblan, el belga encuentra una oportunidad para el disfrute, un partido para recordar toda la vida. Sorprendentemente, el belga se impone en todos los apartados del juego, incluido en el que Nadal deber¨ªa haber dominado indiscutiblemente: en el cuerpo a cuerpo, con la pelota en juego, es el n¨²mero 135 el que manda, ¨¦l quien domina los intercambios desde la l¨ªnea de fondo.
Cuando gana la primera manga, el belga sonr¨ªe t¨ªmidamente. Sin duda pronto llegar¨¢ la carga del s¨¦ptimo de caballer¨ªa, piensa. Sin duda, antes o despu¨¦s aparecer¨¢ el campe¨®n para marcar a dentelladas las diferencias, para decir aqu¨ª estoy yo, para argumentar tiro a tiro el por qu¨¦ de la diferencia en la clasificaci¨®n y los t¨ªtulos. Eso, sin embargo, nunca ocurre. Nadal cede y a los 27 a?os firma su peor resultado desde que en febrero volvi¨® a las pistas tras siete meses de baja por una rotura parcial de ligamento rotuliano y una hoffitis en la rodilla izquierda. Tras firmar siete t¨ªtulos y dos finales en los nueve torneos precedentes, se despide a la primera en Wimbledon, el torneo de sus sue?os. Fue en una tarde de verano ingl¨¦s, fr¨ªa, nublada, llena de viento. Nadal perdi¨® con Darcis y se qued¨® de piedra.
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