El tiempo es de Cavendish
El ingl¨¦s consigue su primera victoria en la quinta etapa, en el ¡®sprint¡¯ de Marsella Gerrans mantiene el 'maillot' amarillo del Tour
El futuro no quiere al Tour, se opone como el mistral que sopla de cara y mata las ¨²ltimas esperanzas de los fugitivos con Marsella a sus pies. El futuro es los denterosos materiales sint¨¦ticos s¨ªmil terciopelo que han sustituido en las mesas de las salas de prensa los manteles de papel que permit¨ªan escribir en ellos al ritmo de la inspiraci¨®n s¨²bita, o, m¨¢s grave a¨²n, la evoluci¨®n de las explotaciones agrarias que una vez cosechado el cereal no empacan ya los rastrojos en peque?as pacas manejables, cubitos de 30 kilos que una vez forrados de pl¨¢stico rojo y blanco como gigantescas piezas de una construcci¨®n infantil permiten desde 1996 levantar murallas en rotondas, puentes, estrechamientos de la carretera y curvas peligrosas para proteger los huesos y la piel del corredor que pueda golpear, sino en gigantescos rollos de quintales de peso, in¨²tiles para algo m¨¢s que pudrirse en los campos y alimentar a cuatro caballos. La carencia de pacas, casi penuria, es un problema para los servicios de carreteras estos d¨ªas de largas llanuras y rotondas ¡ªayer, 55, una cada 4.000 metros; hoy, llegando a Montpellier, casi las mismas, pero concentradas en los ¨²ltimos diab¨®licos kil¨®metros¡ª, y han enviado a sus esp¨ªas por todos los campos de Francia buscando explotaciones antiguas, pacas vintage e incluso empacadoras de otras ¨¦pocas para sus elementos protectores.
El Tour no quiere a su pasado pr¨®ximo, el 98 y aquellos a?os, de los que intenta borrar todo rastro, cualquier contaminaci¨®n (y ha logrado que el Senado franc¨¦s retrase al 24 de julio, tres d¨ªas despu¨¦s de la llegada a Par¨ªs, la publicaci¨®n de la lista de los positivos de aquel Tour, unos cuantos adem¨¢s del condenado Jalabert), como si pudiera con una mascarilla sumirlo en el olvido, evitar su olor, o fumigarlo como se fumigan los frutales, mientras Virenque a p¨¢gina entera en el libro de ruta oficial anuncia relojes Festina con la misma prestancia, pose y seguridad en s¨ª mismo con la que un golfista anuncia su Rolex.
Con el futuro en contra y en contra de su reciente vida, el Tour se refugia en el pret¨¦rito, en la historia de Ren¨¦ Vietto, quien antes de ser el Rey Ren¨¦, el escalador sacrificado y amado antes de la guerra, fue botones en el Negresco, ante cuya fachada se inclinaron los corredores cuando pasaban durante la contrarreloj de Niza; o en la figura afilada y alerta de Andr¨¦ Darrigade, con gafas aerodin¨¢micas a juego con su nariz fina que corta el aire, el lebrel de las Landas, el sprinter de los a?os de Bahamontes que gan¨® 22 etapas y del que se acuerdan e invitan a la salida de Cagnes, junto al Mediterr¨¢neo, y all¨ª habla con Cavendish y le dice que no piense ni en el futuro ni en el pasado, que en el Tour siempre ganan los de siempre. "Y el de siempre, el m¨¢s r¨¢pido, es el tiempo, y ese eres t¨², mi heredero, que llevas ya 23 etapas, y no te quedar¨¢s ah¨ª", le promete enigm¨¢tico.
Y ese tiempo con ayuda del viento borra a los de la fuga, en la que hay ciclistas cuyo futuro parece ya pasado, como Thomas de Gendt, el belga que gan¨® en el Stelvio en el Giro de 2012 y que ahora para justificar su Tour triste esprinta en perfumadas cotas de cuarta provenzales, como la de Grasse, donde naci¨® Vietto; o el vasco franc¨¦s Sicard, campe¨®n mundial sub-23 en 2009 por delante del colombiano de dinamita Betancur, y gan¨® tambi¨¦n el Tour del Porvenir; y ciclistas cuyo futuro est¨¢ pasado el presente, como el kazajo Lutsenko, espl¨¦ndido de clase que gan¨® el Mundial sub-23 en 2012, o el franc¨¦s Kevin Reza, que llega del mundo de las cit¨¦s, los suburbios duros de Par¨ªs, de los que ha salido pedaleando.
No llegan a Marsella, se quedan colgados en el m¨ªnimo col de la Gineste despu¨¦s de pasar los acantilados de Cassis, y en la avenida del Prado, largu¨ªsima y c¨¢lida, se exhiben Trentin y Steegmans, los lanzadores que llevan a Cavendish casi hasta la l¨ªnea donde proclama con un grito feroz su 24? victoria en el Tour. El eco del grito es un estr¨¦pito de hierros y frenazos unos centenares de metros atr¨¢s, una ca¨ªda sin heridos graves aparentemente y decenas de corredores, entre ellos Nairo Quintana, sin un rasgu?o, y Astarloza, repitiendo: ¡°yo fren¨¦ a tiempo, pero me arrollaron¡±. La culpa es siempre de alguien que viene por detr¨¢s y golpea, como el pasado.
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