Un podio en fuga

Camino del pico de Semnoz, desde donde las mejores vistas del lago de Annecy, desde donde hasta el Mont Blanc parece estar al alcance de los dedos, tan blanca la pir¨¢mide que lo corona, el podio del Tour se fue en fuga, y Contador se qued¨® mirando, sufriendo y peleando. Se fueron a 8,4 kil¨®metros de la meta, por orden de ataque, Purito y Quintana, y luego Froome, y Contador, que hasta ayer hab¨ªa defendido con m¨¢s alma que fuerzas, con m¨¢s pasi¨®n que piernas, su segunda plaza, se qued¨® clavado.

¡°As¨ª es el ciclismo¡±, dijo luego Froome, quien no tiene un especial afecto por el campe¨®n de Pinto (no le gustan sus ataques en los descensos, le estresa su constante acecho). ¡°As¨ª son las carreras y bien lo sabe Contador, que en la Vuelta parec¨ªa que iba a terminar tercero y acab¨® ganando inesperadamente¡±. Y para subrayar sus palabras, para mostrarle a Contador f¨ªsica y dolorosamente lo que quer¨ªa decir se tom¨® Froome un placer casi s¨¢dico, un punto simb¨®lico tambi¨¦n, a la hora de dejarle clavado, lo que hizo despu¨¦s de dejar irse unos metros a la pareja Purito-Quintana, y dejarse caer tambi¨¦n hasta Contador y desde all¨ª, desde la misma cara de quien hace tres, cuatro, cinco a?os, clavaba a quien quer¨ªa en cuanto la carretera se empinaba, arrancar con su sprint en molinete.

Y se fue volando para componer en la dura ascensi¨®n al ¨²ltimo puerto la fotograf¨ªa definitiva del Tour, la de los ciclistas que m¨¢s lo han peleado y conformado: ¨¦l, el Froome que tiene pasaporte brit¨¢nico y habla ingl¨¦s, pero nunca ha vivido en la isla, pero no sabe lo que es ¡ª?keniano? ?sudafricano? ?monegasco?¡ª por encima, superior, ya disfrutando de su Tour, y Quintana y Purito, que hablan espa?ol los dos, pero no el mismo idioma sobre la bicicleta, y pelean uno con otro.

Purito, que para ser el espa?ol en el podio necesita sacarle m¨¢s de 47s al Contador clavado que pena a la rueda de su siempre Kreuziger, y Quintana, quien tiene el podio seguro, pero quiere ganar la etapa, quiere la foto grande, los brazos en alto, la emoci¨®n en sus ojos afilados, casi la l¨¢grima, lanzando un gran beso al cruzar la meta todo de blanco, quiere culminar todo el trabajo preparatorio de su Movistar, todo el trabajo de los compa?eros, y hasta de Valverde, que le han allanado el camino, la estrategia de su querido director Arrieta. Y para ello, entre otras cosas, necesita que Purito, que tiene un buen final en los repechos, y es avispado, se desgaste en la subida. Por eso le dice: si quieres el podio, tira t¨². Pero Purito quiere ayuda, quiere guardar fuerzas para ganar la etapa, pues tambi¨¦n ¨¦l necesita la gran foto que alivie su peque?a frustraci¨®n ¡ªel podio le satisface, pero tiene en la cabeza una telara?a, un resquemor, una suerte de fatalismo que le hace temer siempre lo peor, y eso porque sus dos ¨²ltimos grandes podios, los del Giro y la Vuelta pasados, llegaron como una derrota los ¨²ltimos d¨ªas, no como una conquista¡ª, le pide a Froome que le ayude un poquito.

Froome est¨¢ en su propio mundo, est¨¢ acerc¨¢ndose a una frontera imaginaria que ha trazado en la pancarta que se?ala dos kil¨®metros a meta. Ha decidido con su calculadora que, teniendo en cuenta su margen (cinco minutos) por mucho que le pase en esos dos kil¨®metros, por mucho que corran, aunque vuelen, Quintana y Purito, el Tour ya es suyo. Y llegada a esa raya, Froome acelera, esprinta (y Quintana lo aprovecha para atacar definitivamente) y se deja ir. Despu¨¦s de 80 horas y 45 minutos de m¨¢xima concentraci¨®n y agobio, se toma por fin Froome cinco minutos de relax. En ellos se acuerda de su madre muerta, goza por primera vez, se siente ganador del Tour y lo disfruta. Como disfruta, en la distancia, del vuelo-ataque de Quintana callado y calmo, a quien tanto admira.

Porque Quintana vuela sobre los pedales mientras en su cuello baila la medalla que le envi¨® su admirado y herido Mauricio Soler (el ¨²ltimo colombiano con el maillot de puntos rojos, gravemente herido hace unos a?os en la Vuelta a Suiza), mientras en su cuerpo late, y por primera vez casi incontenible, casi fuera de s¨ª, su coraz¨®n andino, orgulloso y matador. Y una semana despu¨¦s de asumir, ¨¦l, debutante de 23 a?os, serio y luchador, el liderazgo de su equipo, termina su Tour a lo grande, con la etapa, el segundo puesto en la general, el maillot blanco que es su segunda piel ya, y al final hasta la monta?a. Casi todo lo que logr¨® el mito Lucho Herrera entre 1985 y 1987, pero en un solo d¨ªa, pues as¨ª de grande es el ciclista del futuro.