¡®Foto finish¡¯ en la alta monta?a
Barguil gana al ¡®sprint¡¯ a Ur¨¢n en Formigal y Nibali cede medio minuto a Purito y Valverde
El domingo, en Peyragudes, en la valla donde la se?alizaci¨®n anunciaba 300 metros hasta la meta, esperaba el final de la etapa la madre de Warren Barguil. Era una de las pocas personas que se acodaban en aquellas vallas en aquella tarde soleada. Pero quien lleg¨® fue su compatriota Geniez y la madre de Barguil, cuando vio que era un franc¨¦s, pero no su hijo, se fue retirando hacia abajo acompa?ada por un peque?ajo que no paraba de jugar. En Formigal, con m¨¢s gente en la llegada, seguramente estaba la madre de Barguil (Francia estaba al otro lado de las imponentes monta?as), no se sabe si sorprendida, se sabe que emocionada, viendo la segunda victoria de su v¨¢stago, que mostr¨® fuerza e inteligencia al cincuenta por ciento.
La carrera por delante iba desgranando las cuentas del rosario, que igual que se descos¨ªan se hilvanaban de nuevo: fugas masivas, controles alternativos del pelot¨®n, fugas que se part¨ªan en dos, en tres, desordenadas, nerviosas, pura anarqu¨ªa a la que Astana, Movistar y Euskaltel quer¨ªan llevar al redil, pero los carceleros pertenec¨ªan a sindicatos distintos. Hasta que Barguil, la esperanza m¨¢xima del ciclismo franc¨¦s, dijo ¡®hasta aqu¨ª hemos llegado¡¯ y se fue hacia la estaci¨®n de esqu¨ª de Formigal con una cadencia rotunda, las manos colgando del manillar, el cuerpo arqueado, la mirada fija. El ciclista bret¨®n es un ejemplo de tenacidad, pero tambi¨¦n manifiesta inteligencia. A falta de dos kil¨®metros, Barguil se dio cuenta de que Rigoberto Ur¨¢n ven¨ªa como un misil y prefiri¨® esperar para jugarse un sprint en vez de dispararle a las piernas. Su decisi¨®n fue productiva. Le esper¨® y ambos se jugaron un sprint en alta monta?a. El franc¨¦s le gan¨® en la foto finish.Nada extra?o en esta Vuelta, donde un espr¨ªnter, Ratto, gan¨® en La Gallina.
Por detr¨¢s la carrera era otra cosa. Astana tir¨® lo justo, Movistar un poco m¨¢s, Euskaltel se vaci¨® en los ¨²ltimos kil¨®metros. A estas alturas, la hora de los valientes corresponde a los jefes, no a los empleados. Y el jefe que fall¨® fue el l¨ªder. Nibali puso mala cara cuando Purito Rodr¨ªguez lanz¨® uno de sus c¨®cteles explosivos. Valverde oli¨® el miedo y mordisque¨® al l¨ªder. Le tocaba a Nibali tener dolor de piernas. El l¨ªder daba hasta Formigal una sensaci¨®n de comodidad que amenazaba con deprimir a sus rivales, pero el ciclismo de hoy se basa m¨¢s en los problemas de los dem¨¢s que en los aciertos propios. Si todo hab¨ªa nacido invocando a las etapas de Asturias, la invocaci¨®n ha dado resultado y los dioses han atendido sus s¨²plicas.
Una etapa ligera de monta?a result¨® m¨¢s atractiva que las grandes etapas de Andorra y Francia. No es cuesti¨®n de desniveles. A veces lo liviano es complicado. La mejor parte de la trilog¨ªa pirenaica result¨® m¨¢s atractiva que los densos folletines anteriores. A menos p¨¢ginas, mayor intensidad narrativa (aunque los editores piensen lo contrario). Y el Pirineo oscense a la postre decidi¨® m¨¢s que sus colegas andorranos o franceses. El alma del ciclista est¨¢ por encima de los desniveles. Hasta Nibali reconoci¨® que la ¡°falta¡± de dureza en el final le cost¨® perder 28 segundos con Purito Rodr¨ªguez y 25 con Valverde (que hab¨ªa logrado tres de bonificaci¨®n en un sprint intermedio). Horner, el cuarent¨®n impasible, tambi¨¦n dej¨® rezagado a Nibali.
La partida de p¨®quer se cobr¨® una peque?a parte del tesoro de Nibali. Como en los premios a los actores en el sindicato vertical (¡°cada a?o le toca a uno¡±, dicen que le dijo Fern¨¢n G¨®mez a Jos¨¦ Sacrist¨¢n), en esta ocasi¨®n le toc¨® a Nibali la cuchara de madera.
Ahora tiene al batallador Horner a 28 segundos, a Valverde a 1m14s y Purito a 2m29s, con las dos etapas asturianas a la vista. Aunque vistas las fuerzas, los ¨¢nimos y los precedentes quiz¨¢s Pe?a Cabarga escriba una parte del ep¨ªlogo de la Vuelta. Lo sinuoso a veces es m¨¢s tortuoso que lo imponente. Es como si el agradecimiento en las subidas resucitara en los ciclistas su alma guerrillera y las grandes cimas promovieran su cara m¨¢s conservadora. Vaya usted a saber lo que pasa por la cabeza de un ciclista en estos casos. Se sabe lo que pasa por sus piernas, que se traduce en su cara. Y el de Nibali no era precisamente de placer. A falta de 50 metros, su mueca era similar a la de Purito, pero hab¨ªa una sensible diferencia: la del catal¨¢n era de ansiedad; la del italiano, de dolor. Tambi¨¦n los actores r¨ªen hacia adentro cuando deben llorar. El protagonista fue Barguil, el chico listo, fuerte y sensato de la clase que ha devuelto el perfume franc¨¦s a la Vuelta, algo olvidado hace a?os. Francia ha tomado Espa?a. Como si sintiera el viento de Aquitania por los cuatro costados.
Pase lo que pase en este novel¨®n, a veces rutinario, a veces r¨ªtmico, a veces (pocas) explosivo, el bret¨®n Warren Barguil es un protagonista destacado de la trama. No interviene en el final. El desenlace del misterio no cuenta con este ciclista espigado de largas pesta?as, con cara de pillo, pero sin ¨¦l la novela no tendr¨ªa gracia. Quiz¨¢s no haya dos sin tres.
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