Una mancha
Con su silencio ante el partido de Guinea, ?ngel Mar¨ªa Villar, presidente de la FEF, ha dejado a la intemperie a La Roja, un grupo mod¨¦lico que se ha visto sin amparo en el disparadero
Un viaje de 16.300 kil¨®metros, tres noches de avi¨®n, un partido en Malabo para no rebobinar jam¨¢s, una prueba in¨²til para Vicente del Bosque y Xabi Alonso maltrecho. Si ya es de por s¨ª un alto peaje para un campe¨®n del mundo, a¨²n resulta mucho m¨¢s sangrante que La Roja se haya visto arrastrada por el fango ante el mutismo de su m¨¢ximo gobernante, ?ngel Mar¨ªa Villar, encima despechado cuando se le han requerido explicaciones por la parada en Guinea. Sobre la selecci¨®n, t¨¦cnicos y jugadores, se ha expandido una mancha que el grupo no merec¨ªa. En sus tiempos m¨¢s gloriosos, La Roja ha sido un ejemplo de convivencia, una marca, un modelo, incluso cuando alg¨²n malintencionado ruido exterior quiso perturbarla, dividirla.
Que se sepa, la hoja de ruta m¨¢s controvertida de la selecci¨®n ha obedecido al dictado de su propio estamento federativo. Lo de Malabo ha sido una chapuza, antes y durante, y dejar¨¢ eco. Como poco, hubiera merecido conocer los pretextos de Villar. ?l ha dirigido el mejor periodo en la historia del f¨²tbol espa?ol y tiene su cuota de m¨¦ritos, pero ello no le vale de coartada para sentir que la selecci¨®n es un coto privado sometido a sus designios y sin m¨¢s.
Villar pudo haber apelado siquiera a que el tr¨¢nsito por Guinea solo pretend¨ªa ser un gui?o a sus gentes, una fiesta pasajera, un alivio. No es sencillo alejar al deporte de los tiranos y, al tiempo, querer acercarlo a sus v¨ªctimas. Villar es el guardi¨¢n del dep¨®sito de valores de una selecci¨®n triunfal por lo que ha hecho en los campos y lo que ha sabido representar fuera. Por todo ello, esta vez m¨¢s que nunca, el m¨¢ximo responsable del viaje a Malabo debi¨® intentar al menos razonar su decisi¨®n. Al no hacerlo dej¨® a la intemperie a jugadores y t¨¦cnicos. Como bien sostuvo Del Bosque, por el asunto de Guinea ¡°hay que preguntar en otra ventanilla¡±. Es costumbre en Espa?a: el silencio por respuesta, el nuevo deporte nacional.
La pelota no se ensucia y la federaci¨®n la ha dejado en el tejado de La Roja
En esta ocasi¨®n, el caso nada tiene que ver con un arbitrario capricho de la FIFA y sus jerarcas. Tampoco cabe apelar al hiperprofesionalismo del f¨²tbol y sus poderosas razones mercantiles. Por supuesto, no hay cuestiones deportivas de por medio. Si el partido ya era un foco conflictivo antes de jugarse, visto lo visto cualquier entrenamiento en Las Rozas hubiera sido m¨¢s eficaz hasta para Bartra, debutante en Malabo. En casa, ante tu p¨²blico, siempre es m¨¢s dif¨ªcil inhibirse. En Malabo no les qued¨® m¨¢s remedio a los internacionales espa?oles que ver que, con la complicidad del ¨¢rbitro y el seleccionador local, Fidjeu pasaba la sierra a I?igo Mart¨ªnez, Alberto Moreno y Xabi Alonso.
Una hora tard¨® Andoni Goicoetxea en relevar al quebrantahuesos local, en tener misericordia con la selecci¨®n amiga que hab¨ªa contribuido a dar vuelo a su cargo. Al t¨¦cnico de Guinea se le hab¨ªa exigido que el c¨¦sped estuviera en buen estado de revista; el armisticio se daba por hecho. Antes que capitular, Goico prefiri¨® incluso arriesgarse a que Fidjeu fuera expulsado. Cuando le retir¨®, Xabi Alonso ya ten¨ªa un mel¨®n en el peron¨¦ de la pierna izquierda.
Si detenerse en Guinea no ha tenido justificaci¨®n alguna de Villar, el salto a Sud¨¢frica no lo necesita. La Roja no tuvo tiempo de agradecer a los sudafricanos su hospitalidad durante el ¨²ltimo Mundial. Villar se comprometi¨® y los jugadores que repiten tras aquel inolvidable 11 de julio de 2010 podr¨¢n darse un ba?o de nostalgia. El resto, que tome nota para Brasil. Los amistosos no han sido la mejor pasarela del campe¨®n, que se fue al garete en los grandes carteles (Argentina, Portugal, Italia e Inglaterra) y nada ten¨ªa que ganar ante Costa Rica, Panam¨¢ o Catar. Nada muy grave en lo deportivo, ni en un caso ni en otro. Lo de Guinea es otra cosa. Hay amistades peligrosas. La pelota no se ensucia y Villar la ha dejado en el tejado de La Roja.
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