El Athletic o el esp¨ªritu del trapecista
Hubo a?os, muchos a?os, en los que en el circo ¡ªla diversi¨®n por antonomasia¡ª los trapecistas eran los reyes de la pista. Se les dejaba para el final, porque la emoci¨®n al principio se olvida y al final permanece. El riesgo es el elemento fundamental de la emoci¨®n. Los trapecistas abr¨ªan los ojos de los ni?os cuando volaban sin red y los cerraban cuando se daban de bruces contra el suelo o la red, en el mejor de los casos. El Athletic, hoy por hoy, es un trapecista, al amparo del triple salto mortal con doble tirabuz¨®n y medio, siempre y cuando el circo est¨¦ en su casa, porque a domicilio, como invitado, no es ni carne ni pescado. He ah¨ª el dilema. Hay muchos argumentos para explicar lo inexplicable: ?por qu¨¦ el Athletic es tan visceral en casa y tan evanescente a domicilio? Respuestas posibles: ?porque se siente desamparado como un ni?o perdido en el metro?, ?porque necesita el aliento de la familia parar ser quien es?; ?porque el nuevo San Mam¨¦s es r¨¢pido y pesado al mismo tiempo?... Todos argumentos psicol¨®gicos que enmara?an una incapacidad para gobernar los partidos con la cabeza a la vez que con el coraz¨®n. S¨ªstole y di¨¢stole en plena porf¨ªa.
El equipo de Valverde se ha acostumbrado a ejercicios acrob¨¢ticos y a goles providenciales en San Mam¨¦s
De los siete partidos que ha disputado en San Mam¨¦s, el Athletic ha tenido que igualar o remontar un marcador adverso en cinco ocasiones. Un acto de gallard¨ªa que, sin embargo, preocupa a los padres de familia, inquietos porque sus hijos rojiblancos aprueben siempre en septiembre, aunque exhiban unas notas envidiables (23 puntos, quintos en la fila de la clasificaci¨®n, sin necesidad de ser los sabiondos de la clase). El p¨²blico de San Mam¨¦s, tan puntual, ha interiorizado una m¨¢xima: da igual a la hora que llegues al campo con tal de que no te vayas antes de tiempo. Descontados los partidos con Osasuna (2-0 en Anoeta, por las obras en San Mam¨¦s) y el Villarreal (2-0, a la media hora de partido), el resto han sido ejercicios acrob¨¢ticos sin red, encuentros como pr¨¢cticas de desfibrilador en un gimnasio: esfuerzo m¨¢ximo, caballer¨ªa ligera y gastadores al ataque en busca de goles providenciales, tormentas perfectas, que le mantienen invicto en casa, pero fr¨¢gil como invitado donde la tendencia a arrugarse le convierten en un aprendiz de trapecista.
El riesgo del Athletic de Valverde es m¨¢ximo para bien y para mal. Hubo un tiempo, en los setenta por ejemplo, donde el Athletic, con grandes futbolistas (Iribar, Rojo, Dani, Irureta, Villar, de por medio) era capaz de luchar por eludir el descenso y al a?o siguiente disputarles la Liga a los prebostes del campeonato. En aquellos tiempos, la gente se satisfac¨ªa con la victoria ¡ªcasi asegurada¡ª ante los grandes y las derrotas ¡ªcasi previsibles¡ª a domicilio. La impresi¨®n dominante ¡ªno estad¨ªstica¡ª era que si el Athletic jugaba en San Mam¨¦s con los primeros, ganaba, y si jugaba fuera con los antepen¨²ltimos, perd¨ªa. Y eso con Iribar, Rojo, Dani y compa?¨ªa...
El Athletic actual tiene algo de ese alma, de esa indefinici¨®n, que le hace ser un revolucionario ejemplar y un mal gobernante. La m¨ªstica de San Mam¨¦s se gest¨® recientemente en el famoso partido contra Osasuna en 2005, cuando el Athletic remont¨® en media hora de la segunda mitad tres goles previos del equipo que dirig¨ªa Javier Aguirre. Como si hubiera cogido aquel testigo, el Athletic sigue corriendo la carrera de relevos por la calle de fuera. Algunos datos, sin embargo, explican la visceralidad rojiblanca. Valverde ha utilizado en 13 jornadas, un tercio de la Liga, a 23 de los 24 futbolistas de su plantilla (incluidos debutantes del filial) por lesi¨®n, sanci¨®n o, sobre todo, decisiones t¨¦cnicas. El embrollo est¨¢ en el centro del campo, una pasarela interminable, capaz de acogotar al rival, pero no de someterlo a sus dictados. Ah¨ª se amontonan gestores (Be?at, Herrera), comerciales intr¨¦pidos (Iturraspe, Mikel Rico), versos sueltos (De Marcos), desbocados (Muniain), becarios (Erik Mor¨¢n), guardianes habilitados (San Jos¨¦, un central). No hay m¨¢s trajes en el armario. Da la sensaci¨®n de que Valverde quer¨ªa ver el muestrario, pero a¨²n no ha elegido la colecci¨®n oto?o-invierno. Los artistas no le funcionan (Be?at, Herrera) y el pret ? porter (Rico, De Marcos) resulta m¨¢s fiable. ?Carne o pescado? No se sabe.
Las revoluciones o se acaban con ¨¦xito o si perduran, sucumben al poder de lo cotidiano. Al Athletic, con 23 puntos, le toca empezar a gobernar o condenarse a la er¨®tica de la oposici¨®n, al equilibrio del trapecista, a la emoci¨®n de saber si se amarrar¨¢ a los brazos del portor (el p¨²blico) o se dar¨¢ de bruces contra el suelo. El esp¨ªritu de Osasuna no puede durar toda la vida. Ni el del trapecista.
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