La puerta ocho de la casa de Luis
El Calder¨®n rinde un homenaje improvisado en la entrada que lleva su n¨²mero de jugador y otro organizado con los veteranos
Si en las horas previas al partido, las calles adyacentes al Vicente Calder¨®n rezumaban un silencio extra?o, quiz¨¢ respetuoso, en los bares se pod¨ªa decir que hab¨ªa aforo completo de Luis Aragon¨¦s. Las conversaciones flu¨ªan en torno a su personaje, a su condici¨®n de s¨ªmbolo y de mito rojiblanco, de espabilado lenguaraz de Horataleza, y sobre todo, se recordaba aquella par¨¢bola que petrific¨® a Sepp Maier en la final de la Copa de Europa. Fue el Calder¨®n una capilla ardiente sin cuerpo presente, pero repleto de sentimientos y gestos que consiguieron su presencia. En la puerta ocho de la que fue y ser¨¢ su casa, se instal¨® un santuario espont¨¢neo. Las paredes del acceso que coincide con el dorsal que luci¨® como jugador del Atl¨¦tico se llenaron con las p¨¢ginas de prensa de su despedida, alguna que otra bufanda tambi¨¦n qued¨® all¨ª atada a una entrada que siempre evocar¨¢ al mito.
El mismo silencio de las calles, pareci¨® instalarse en las gradas hasta que una gran camiseta con el ocho y la imagen de Luis Aragon¨¦s serigrafiada, portada por los veteranos del club, emergi¨® del t¨²nel de vestuarios. Al comp¨¢s que caminaba Adelardo, el hist¨®rico capit¨¢n rojiblanco que encabezaba el homenaje, el estadio al un¨ªsono empez¨® a corear ¡°Luis Aragon¨¦s, Luis Aragon¨¦s¡±. Sonaba agudo y verdadero. Despu¨¦s de un nuevo silencio, con los videomarcadores ense?ando sus goles, sus gestos, su evoluci¨®n de jugador a entrenador, y a un canterano, en uno de los partidos de un filial disputado por la ma?ana, guardando un silencio sepulcral entre l¨¢grimas. El primer aplauso general dur¨® m¨¢s de dos minutos. Parec¨ªa que se acababa, pero por momentos, parec¨ªa que se iba a hacer eterno. Se apagaba en un lateral y, de repente, se encend¨ªa m¨¢s en uno de los fondos o en la tribuna de enfrente.
¡°Ten¨ªa una personalidad enorme. Transmit¨ªa mucha seguridad y mucho mando. Todav¨ªa recuerdo ese gol al Bayern. Lo vi en Carabanchel, en casa de mi novia, cuando regres¨® en metro fui llorando hasta la estaci¨®n de Legazpi¡±, rememora F¨¦lix Saguar, un veterano socio que se sienta justo detr¨¢s del banquillo que ahora ocupa Diego Pablo Simeone. Va en ch¨¢ndal, ¡°como Luis¡±.
Desde su sitio, cuenta que era capaz de interpretar que suceder¨ªa en los partidos, seg¨²n los movimientos y los gestos de Aragon¨¦s. ¡°Hab¨ªa partidos, cuando ve¨ªa las cosas raras, que se sentaba y yo pensaba: malo, El Sabio se ha metido en la cueva y no sale. Cuando estaba a ras del c¨¦sped, era que la cosa iba bien, era todo energ¨ªa¡±.
En el asiento de al lado a F¨¦lix se encuentra Jos¨¦ Antonio, un madridista. ¡°Me ha tra¨ªdo F¨¦lix porque quer¨ªa que viera el homenaje. Yo le vi muchas veces en el Bernab¨¦u y y causaba temor, impactaba su manera de jugar¡±. A muchos aficionados veteranos se les ve¨ªa con la mirada perdida. Enfundado en una gorra de plato, en un asiento cercano al palco, Tom¨¢s Rodr¨ªguez Caldera, socio 354, relata con nostalgia la primera vez que vio a Zapatones: ¡°La primera vez que le vi fue en el Metropolitano, a¨²n jugaba en el Betis y ganamos 4-2. Esa noche, traspasaron a Peir¨® y llegaron ¨¦l, Mart¨ªnez y Orozco. Correr, corr¨ªa poco, porque era muy alto y pesado en el trote, pero hac¨ªa mejores a los grandes compa?eros que tuvo como G¨¢rate o Ufarte. Correr, corr¨ªa Adelardo. Uno de los partidos que m¨¢s recuerdo suyos fue con el Cagliari, que ten¨ªa a Gigi Riva. Jug¨® de f¨¢bula y ganamos 3-1¡±, abunda Tom¨¢s Rodr¨ªguez, que mira la salida de El Cholo Simeone al campo y dice: ¡°Este es como Luis, uno de Hortaleza y el otro argentino, casi nada. Tienen los mismos arranques, aunque Luis es Luis, claro, el m¨¢s grande de todos¡±.
Las piller¨ªas de Luis tambi¨¦n a¨²n llenan los ojos y los sentimientos de senadores rojiblancos como Jos¨¦ Luis Duque . ¡°En un partido con el Granada yo estaba sentado en el fondo norte, cerca de la porter¨ªa. ?bamos empate a cero y faltaba poco. De repente, un centro y veo que Luis le pisa a ?ito, el portero, y llega Orozco y cabecea a gol. Era un zorro. En otro partido con el Hamburgo, le dijo a Heredia que el nueve de ellos llevaba lentillas. Heredia le dio un golpe y el alem¨¢n se pas¨® lo que quedaba de partido buscando una¡±. ¡°Era fabuloso¡±, apunta, Juli¨¢n Romanillo, otro socio, que con las manos describe las curvas de su faltas, antes de sentenciar: ¡°El Atl¨¦tico es y ser¨¢ ¨¦l¡±.
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