Trampear confunde al Barcelona
La derrota de Anoeta aumenta la confusi¨®n por el juego e indolencia azulgrana
Las derrotas acostumbran a dejar secuelas en el Barcelona. La del s¨¢bado pasado en Anoeta afecta sobre todo a Martino. No acert¨® el entrenador con el dise?o ni con la correcci¨®n del partido y carg¨® con la culpa. La cuesti¨®n es tener una excusa para justificar por qu¨¦ se pierde o empata un encuentro. Hasta ahora se se?alaba a Messi, porque se supone que el mejor del mundo puede arreglar partidos torcidos como el de Anoeta; o a Xavi, s¨ªmbolo de un f¨²tbol caduco para unos o por contra necesitado de un relevo generacional para justificar precisamente la continuidad del estilo y juego de toque; o a Puyol, el central que garantizaba la defensa de la causa. A la lista se a?ade hoy el Tata.
No solo es una cuesti¨®n nominal sino de concepto. La junta directiva siempre argument¨® que si el equipo sali¨® goleado el a?o pasado contra el Bayern fue porque los jugadores llegaron quemados a la Copa de Europa y los rivales le hab¨ªan pillado el truco, de manera que se impon¨ªa mezclar la posesi¨®n con el juego directo.
Hubo un partido que sirvi¨® para visualizar la fractura futbol¨ªstica del barcelonismo. Ocurri¨® en septiembre pasado en Vallecas. Los azulgrana ganaron por 0-4 despu¨¦s de perder la tenencia de la pelota por vez primera desde mayo de 2008 en el Bernab¨¦u. El presidente de entonces, Sandro Rosell, calific¨® la discusi¨®n con sorna: ¡°La crisis de la posesi¨®n¡±.
El partido contra el Rayo cundi¨® como ejemplo en la Liga. El Barcelona no solo se apunt¨® algunas victorias importantes por su dominio de las ¨¢reas, expresado en Vald¨¦s y Messi, sino que se convenci¨® de que el intercambio de golpes pod¨ªa ser un mejor recurso que f¨®rmulas m¨¢s conocidas y ¨²ltimamente descartadas como el 3-4-3 utilizado por Johan Cruyff o Pep Guardiola.
La mezcla de figuras y su encaje con el colectivo todav¨ªa no se ha dado
La lesi¨®n de ambos, del 1 y del 10, oblig¨® al equipo a un sobreesfuerzo y de alguna manera a recapitular su f¨²tbol. A partir de mecanismos ya conocidos y de la excelente aportaci¨®n de jugadores antes discutidos como Cesc y Alexis, los barcelonistas armaron un ecosistema que les permiti¨® sobrevivir con ¨¦xito en las distintas competiciones a la espera de Messi. Al 10 se le aguardaba para que marcara las diferencias, al igual que a Neymar, tambi¨¦n lesionado durante un mes. Los dos coincidieron el s¨¢bado en San Sebasti¨¢n. La mezcla de las figuras y su encaje con el colectivo, sin embargo, todav¨ªa no se ha dado, circunstancia que compromete tanto a Messi, hoy indescifrable, como al trabajo t¨¢ctico del multitudinario equipo t¨¦cnico de Martino.
Los n¨²meros aseguran que la trayectoria azulgrana ha sido descendente en la Liga de la misma manera que es positiva en la Copa y la Champions. El Bar?a ha perdido en las ¨²ltimas ocho jornadas el doble de puntos (10-5) que en las disputadas en 2013 y la diferencia con el Madrid ha pasado de +6 a -3. Ya no tiene margen de error despu¨¦s de Anoeta.
El del t¨¦cnico ha dejado de ser un pretexto, el problema ya no es de uno sino del Bar?a
La Real obliga de nuevo al inventario despu¨¦s de constatar que los partidos no se ganan solo con Neymar y Messi y las rotaciones, ni tampoco con un f¨²tbol directo o dominio de las ¨¢reas, y menos sin Xavi y Puyol. La plantilla del Barcelona est¨¢ concebida para jugar con la pelota, en ataque y tambi¨¦n en defensa, como se constata en cada derrota.
A pesar de que a veces el equipo sea ret¨®rico y falto de profundidad por la ausencia de velocidad en la circulaci¨®n del cuero, su cultura futbol¨ªstica le invita m¨¢s a asociarse y a tocar que a dispararse, a juntarse que a correr. Hay, en cualquier caso, un principio irrenunciable en la concepci¨®n del juego que se va perdiendo con el tiempo: la necesidad ineludible de presionar. Nadie aprieta ni se aprieta en el Bar?a. Ni los directivos, ni los t¨¦cnicos ni los jugadores, destensados todos, m¨¢s administradores que protagonistas, faltos de grandeza, de compromiso y de pasi¨®n, c¨®mplices los unos de los otros. Querer la pelota significa quit¨¢rsela al rival y tenerla supone saber administrarla y jugarla mejor. La exigencia ha perdido valor frente a la displicencia.
La dificultad para combatir las jugadas de estrategia y las transiciones defensivas reflejan la indolencia y tambi¨¦n la volubilidad del Bar?a. El plan var¨ªa a cada partido, m¨¢s pendiente como parece Martino de contrarrestar al rival que de mostrar las virtudes de su equipo: no es lo mismo jugar con cuatro medios que con un doble pivote. La falta de jerarqu¨ªa aumenta la confusi¨®n, ahora reflejada en Xavi, que no sabe cuando sobra ni cuando es necesario, desubicado, igual que el lastimado Puyol. Los referentes se consumen como si fueran futbolistas cualquiera en el Camp Nou. No se sabe si son importantes o se aspira a hacerles prescindibles. No son ajenos de todas maneras al problema. Ning¨²n caso explica mejor la situaci¨®n que el de Thiago. A nadie del vestuario le import¨® que se fuera porque era inconformista e irreverente, menos resignado que Sergi Roberto, el compa?ero perfecto para los titulares.
El conservadurismo atenaza al Bar?a, que va trampeando la cosa como puede, sin reparar en que con la demora aumenta la confusi¨®n y el riesgo de perder la esencia. Nadie parece haber asumido que el Bar?a ya no es lo que era sino que se trata de que vuelva a ser, situaci¨®n que invita a actuar sin demora. Parec¨ªa saberlo Martino, que hasta el s¨¢bado supo disimular las carencias de su equipo; ante la Real, en cambio, le dej¨® expuesto a una goleada. El del t¨¦cnico ha dejado de ser un pretexto menos, al igual que Messi y Xavi. El problema ya no es de uno sino del Bar?a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.