La importancia de Bale
El gal¨¦s se gana el respeto del vestuario tras su semana m¨¢s resolutiva en el Madrid
Le brillaba la mirada y no dejaba de mascar chicle compulsivamente mientras apretaba los pu?os. Carlo Ancelotti se fue hacia Bale dando pasos temblorosos, como un aut¨®mata feliz, y se uni¨® a los futbolistas del Madrid amontonados en el abrazo al autor del golazo. El 0-2 de Gareth Bale, ese lanzamiento de 30 metros que aplast¨® a la Real el s¨¢bado, no solo sirvi¨® para pelear por la Liga en la jornada m¨¢s peligrosa que le restaba al calendario madridista. Tambi¨¦n sirvi¨® para que Bale se ganara el respeto de sus compa?eros.
El domingo 30 de marzo el ambiente en el vestuario del Madrid era extra?o. El equipo hab¨ªa goleado al Rayo el d¨ªa anterior (5-0) pero los jugadores estaban algo preocupados. La pitada que les hab¨ªa dedicado el Bernab¨¦u a varios de ellos pon¨ªa de manifiesto que la paciencia de la hinchada se agotaba tras las dos derrotas sucesivas ante el Barcelona y el Sevilla. Hombres como Cristiano, Benzema y Bale hab¨ªan sentido la reprobaci¨®n de la multitud y eso deb¨ªa ser motivo de alarma para todos. Para todos menos para Gareth Bale, que aquel d¨ªa no dio la m¨¢s m¨ªnima muestra de inquietud. El gal¨¦s se present¨® en Valdebebas feliz. Exultante. Orgulloso. Como si no se hubiera dado cuenta de que le hab¨ªan pitado. Sus compa?eros, perplejos, pensaron que estaba encantado de haber metido los dos goles m¨¢s irrelevantes del partido: el 3-0 y el 4-0.
El lenguaje corporal de Bale, introvertido y taciturno durante meses, trasluc¨ªa un sentimiento de satisfacci¨®n y de fe. A juzgar por su actitud repentinamente relajada, sus compa?eros pensaron que para ¨¦l, lo que ocurriera en las gradas era tan anecd¨®tico como su aportaci¨®n real al equipo. Lo fundamental eran sus n¨²meros y sus estad¨ªsticas en todos los torneos eran deslumbrantes: 16 goles y 15 asistencias en 34 partidos. El equipo se hab¨ªa descolgado en la Liga pero su reputaci¨®n de bombardero se asentaba en los medios de todo el mundo. Se sent¨ªa f¨ªsicamente pleno y esa energ¨ªa le daba ¨¢nimos. En dos semanas hab¨ªa presentado dos modelos diferentes de botas Adizero F-50 y Adidas, su gran patrocinador, estaba exultante. Su mundo era perfecto.
Salvo Modric, amigo desde la ¨¦poca que compartieron en el Tottenham, el resto del vestuario observaba a Bale con impaciencia ante lo que parec¨ªa una insoslayable dedicaci¨®n al cultivo de la imagen mercantil. Como si el Real Madrid le brindase un trampol¨ªn para conformar un icono universal deportivo anglosaj¨®n. Hasta hace una semana, la plantilla echaba de menos una contribuci¨®n verdaderamente comprometida.
Ante el Dortmund apareci¨® en un d¨ªa cr¨ªtico; en Anoeta, en un partido hostil
La v¨ªspera de enfrentar al Dortmund, en un corrillo, los colegas comentaron que Bale tendr¨ªa una misi¨®n dulce la noche siguiente: atacar por la banda que proteg¨ªa el biso?o Erik Durm, sin duda el menos preparado de los jugadores del equipo alem¨¢n. A los tres minutos del partido las previsiones se cumplieron con variaciones: Durm se dej¨® avasallar, no por Bale sino por Benzema, que combin¨® con Carvajal para abrir en canal la defensa. Entonces irrumpi¨® Bale, desmarc¨¢ndose a la espalda de Sahin, Hummels, Kehl y Papastathopoulos. El movimiento, imposible sin una potencia descomunal, propio de una sensibilidad especial para la aparici¨®n, puso t¨¦rmino a la jugada con dos toques. Control y tiro ante la salida del portero. Fue el gol m¨¢s importante que hab¨ªa metido Bale con el Madrid. El 1-0, ante un equipo grande, y en circunstancias que tendr¨ªan un peso tremendo en la eliminatoria. La clase de acci¨®n que hab¨ªa esperado su entrenador y que reclamaban sus propios compa?eros a un futbolista protegido por el club como se cuida a los elementos estrat¨¦gicos, y que, adem¨¢s, presume de ser figura.
Abrumado ante la idea de responder a las expectativas, Bale vivi¨® durante meses envuelto en una especie de bruma. Notoriamente ansioso, examinando su cuerpo como un mani¨¢tico, machac¨¢ndose en el gimnasio ma?ana y tarde, rodeado de fisios y m¨¦dicos de discreci¨®n intachable. Ancelotti sol¨ªa decir que ning¨²n jugador le daba m¨¢s trabajo y sus compa?eros le esperaban para algo m¨¢s que para presentar botas en redes sociales y meter los ¨²ltimos goles de las goleadas irrelevantes. Por fin, ante el Dortmund, apareci¨® en el momento cr¨ªtico; y tres d¨ªas despu¨¦s, ante la Real, en campo hostil, en un d¨ªa clave, su pegada vali¨® para cerrar el partido. El abrazo de Anoeta puede ser el comienzo de una historia importante.
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