La muerte de un ¡®caddie¡¯: ?sentimiento o negocio?
El zimbabuense Iain McGregor falleci¨® el domingo a los 52 a?os mientras llevaba la bolsa de palos en el Open de Madeira, y el torneo se reanud¨® luego, una decisi¨®n que ha creado pol¨¦mica
El torneo 1.500 en la historia del circuito europeo, el Open de Madeira, parec¨ªa maldito. La niebla oblig¨® a suspender la jornada del jueves. El viernes el juego se retras¨® seis horas. La primera ronda no acab¨® hasta el domingo a las 10.00. Y el torneo se disput¨® a solo 36 hoyos, algo muy inusual. Pero lo peor no fue eso. Iain McGregor, de 52 a?os, caddie zimbabuense del escoc¨¦s Alastair Forsyth, se desplom¨® a la izquierda de la calle del hoyo 9, a unos 130 metros del green. El doctor del Open y un fisioterapeuta intentaron reanimarle... pero fue en vano. McGregor falleci¨® a causa de un infarto.
El juego se suspendi¨® temporalmente en medio de una gran conmoci¨®n entre los jugadores y los caddies. ?Deb¨ªa suspenderse el torneo o continuar hasta el final? Las reuniones y las llamadas telef¨®nicas se sucedieron, entre ellas al director del circuito, George O¡¯Grady. Y se decidi¨® seguir, hasta coronar como campe¨®n al ingl¨¦s Daniel Brooks, con el espa?ol Jordi Garc¨ªa Pinto en tercer puesto. ?Fue lo correcto? La pol¨¦mica ha quedado servida. Algunos golfistas han hablado de ¡°verg¨¹enza¡± al reanudarse el juego despu¨¦s de la muerte del caddie. Tres de los participantes en Madeira (el irland¨¦s Peter Lawrie, el belga Thomas Pieters y el franc¨¦s Alexandre Kaleka, los tres fuera de la lucha por el t¨ªtulo) se retiraron. Pero fueron precisamente los caddies y los jugadores en Portugal los que decidieron seguir con la competici¨®n. ¡°Tras consultarlo con jugadores y caddies se ha tomado la decisi¨®n de terminar el torneo¡±, comunic¨® la organizaci¨®n. Despu¨¦s de un minuto de silencio, se continu¨® dando palos.
Los jugadores y los caddies se reunieron, hablaron con el circuito y decidieron continuar
¡°Decidimos seguir jugando porque sent¨ªamos que era lo que ¨¦l hubiera querido¡±, explic¨® Forsyth, el jugador que empleaba a McGregor; ¡°le conoc¨ªamos desde hace 15 a?os y era un hombre muy popular y querido. Era la alegr¨ªa del cuarto de caddies¡±.
¡°Por desgracia, esto es tambi¨¦n negocio¡±, explica Jos¨¦ Mar¨ªa Zamora, director del Open de Madeira, con 23 a?os de experiencia en el circuito europeo, 13 de ellos en la gesti¨®n de torneos. ¡°El mismo Alystair no sab¨ªa qu¨¦ hacer, qu¨¦ era lo correcto. Le dijeron que Mac lo hubiera querido as¨ª. Por supuesto, hay distintos puntos de vista y hay que respetarlo. Es muy dif¨ªcil estar en mi situaci¨®n. Est¨¢ la parte humana y est¨¢ la parte del negocio. Y, como dicen, el show debe continuar. Acepto las cr¨ªticas, pero me gustar¨ªa pensar d¨®nde est¨¢ la l¨ªnea. Si muere un espectador o un masajista, ?paramos o no? Hay muchas implicaciones. Sale el lado humano y a la vez el lado ego¨ªsta de la persona. Cada uno lo analiza seg¨²n les vaya bien o no. Este es un mundo muy competitivo¡±.
Por desgracia, esto es tambi¨¦n negocio Jos¨¦ Mar¨ªa Zamora, director del torneo
Con el reglamento en la mano, Zamora pod¨ªa decidir si suspender o no el torneo. En caso de hacerlo, los golfistas hubieran recibido una indemnizaci¨®n. Pero se continu¨® jugando. El ganador, Brooks, recibi¨® 75.000 euros de premio (el 75% de lo previsto, circunstancia permitida por la normativa dado que se jug¨® a solo dos vueltas). ¡°Al final hubo jugadores que nos dieron la enhorabuena. La decisi¨®n que tomara afecta a unos y es pol¨¦mica para otros¡±, argumenta Zamora.
Jordi Garc¨ªa Pinto hab¨ªa compartido ronda el d¨ªa anterior y ese mismo domingo por la ma?ana con Alastair Forsyth y su caddie McGregor. No vio en ¨¦l nada extra?o, aunque s¨ª matiza que el campo es "extremo" por su exigencia f¨ªsica y el gran n¨²mero de subidas y bajadas. "Yo hubiese entendido cualquier decisi¨®n", cuenta Garc¨ªa Pinto; "hab¨ªa opiniones diversas. Pero yo estaba jugando bien y no pod¨ªa dejarlo si otros segu¨ªan. Me cost¨® volver".
Yo estaba jugando bien y no pod¨ªa dejarlo si otros tambi¨¦n segu¨ªan Jordi Garc¨ªa Pinto, golfista espa?ol
La muerte ha rondado en alguna otra ocasi¨®n el campo de golf, aunque no de manera tan directa. En 1978, el golfista espa?ol Salvador Valbuena falleci¨® a causa de un ataque cerebral mientras cenaba un s¨¢bado por la noche, despu¨¦s de la tercera jornada del Open de Ly¨®n, con sus compa?eros Antonio Garrido, Manolo Pi?ero y Jos¨¦ Mar¨ªa Ca?izares. Los tres abandonaron el torneo, pero el domingo se jug¨®.
Jack Nicklaus sufri¨® la muerte de su madre el d¨ªa antes de un torneo en Louisville en 1997. ¡°Mi madre no me hubiera perdonado que me retirara para ir al funeral¡±, dijo. Y jug¨®.
En 2002, la madre de John Daly falleci¨® cuando este compet¨ªa en el Open de Asia en Taiwan. El estadounidense no volvi¨® a su pa¨ªs. Su manera de recordarla fue una cena en la habitaci¨®n de su hotel con varios jugadores europeos, entre ellos Olaz¨¢bal y Jim¨¦nez.
Los caddies y jugadores del Open de Madeira decidieron tambi¨¦n seguir jugando. Quiz¨¢s pensaron que ese ser¨ªa el mejor homenaje a McGregor. Quiz¨¢s pensaron en otras circunstancias menos sentimentales y m¨¢s materiales. Seguramente habr¨¢ ejemplos para ambos casos. ¡°Todos pueden tener raz¨®n¡±, concluye Zamora.
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