Brasil pone en jaque la burbuja del f¨²tbol
El Mundial arranca con el agravio popular por los dispendios, los retrasos organizativos y por la cuant¨ªa de las primas ¡ñ Tambi¨¦n se impone el desasosiego de los patrocinadores ante las corruptelas con Qatar 2022 y la multitud de lesiones por un calendario exprimido
A la espera de que ruede la pelota y ver si todav¨ªa sirve de anest¨¦sico, la nomenclatura del f¨²tbol afronta con espasmos una situaci¨®n parad¨®jica: ?ser¨¢ precisamente en Brasil, su vivero m¨¢s feliz, donde se le desinfle la burbuja? ?Es posible que una cartelera con 64 partidos y 736 jugadores no pueda justificar el dispendio en un pa¨ªs que siempre fue la gracia por excelencia del f¨²tbol? Por el eco que llega en Brasil, la tierra de Le¨®nidas, Pel¨¦ y Ronaldo, la respuesta es no. Con el f¨²tbol por bandera no vale todo y, a dos d¨ªas de que se abra el tel¨®n de este vig¨¦simo Mundial, la FIFA y su caladero pol¨ªtico se encuentran con una oposici¨®n que ya trasciende lo popular. La calle, donde se priorizan otras necesidades, protesta contra el derroche y hasta los patrocinadores elevan la voz, temerosos de que se emborrone su imagen.
En Brasil, donde el f¨²tbol nunca tuvo precio, hoy los excesos resultan un agravio. Por un lado, hinchas incluidos, se multiplican las voces contra ese realismo m¨¢gico de los despachos en los que se ha triplicado el gasto ¡ªhasta los 2.500 millones de euros, por los 1.000 que le cost¨® a Sud¨¢frica¡ª en la construcci¨®n de estadios. Algunos tan innecesarios como el de Manaos, donde se han inyectado unos 200 millones de euros en un lugar donde el aforo medio a los partidos locales roza los 500 espectadores. Y qu¨¦ decir de Brasilia, capital que nunca sembr¨® el f¨²tbol, pero que ha tirado la casa por la ventana como ninguna sede y se ha construido una catedral por valor de 450 millones. Ya es chocante que este estadio lleve el nombre de Garrincha, aquel maravilloso pajarillo in¨²til y deforme, al que se conoci¨® como la alegr¨ªa de pueblo por su infinito cat¨¢logo de regates, y que muri¨® en la absoluta miseria en 1983.
Por mucho que el Gobierno local subraye que en una d¨¦cada la clase media brasile?a se ha elevado a 42 millones de personas y se han alejado del umbral de la pobreza otros 36 millones, el pueblo a¨²n tiene claras las prioridades. El supuesto man¨¢ del Mundial no cuela en un pa¨ªs que siempre tuvo en el f¨²tbol su mejor escaparate, el orgullo de sus gentes, las de cualquier condici¨®n social.
Con S?o Paulo, escenario del partido inaugural del jueves entre la Canarinha y Croacia, al borde del colapso total por una huelga de metro, en la mayor¨ªa de las sedes se apuran los deberes pendientes con las obras. En algunas, el retraso es tal que la organizaci¨®n ha decidido reducir el aforo por falta de tiempo para colocar los asientos y pasar con garant¨ªas el control de seguridad.
En seis estadios ya se ha descartado una se?al de wi-fi. En otros rincones hay serias dificultades a?adidas. Es el caso de Curitiba, donde est¨¢ el cuartel general de Espa?a, que aterriz¨® en la noche del domingo bajo un torrencial de goterones. Las inundaciones en este Estado de Paran¨¢, donde la lluvia es una postal diaria y la humedad no baja del 100%, lo complican todo mucho m¨¢s. No es casual que la Roja, tan campeona como poco previsora, se plantee ahora un cambio de residencia. En Salvador de Bah¨ªa, a 2.300 kil¨®metros al norte, donde debutar¨¢ el viernes ante Holanda, jugar¨¢ con unos 15 grados m¨¢s de temperatura, como en R¨ªo de Janeiro ante Chile, en la segunda cita. Si llegara apurada al tercer duelo, con Australia, entonces deber¨ªa abrigarse en Curitiba.
Mientras al Gobierno brasile?o se le enreda el Mundial, a la FIFA se le tambalea el andamio. Hoy y ma?ana tiene previsto su Congreso en S?o Paulo y esta vez no habr¨¢ muchas pompas. Los indicios de corruptelas con la designaci¨®n de Qatar 2022 desvelan a sus principales sostenes financieros, como Sony y Adidas, que piden explicaciones. Y no son los ¨²nicos. Buena parte del suculento negocio depende de ellos. En parte, es de esa caja de donde salen las cuantiosas primas que, recaudadas por la FIFA, se repartir¨¢n los jugadores espa?oles ¡ª720.000 euros por barba¡ª. En Camer¨²n, un pa¨ªs con una renta per c¨¢pita de 900 euros, los internacionales casi se amotinan por parecerles poco 76.000 euracos. Al p¨²blico le cuesta entender, lo uno y lo otro, por m¨¢s que est¨¦ acostumbrado a que el f¨²tbol anide en su nube. Quiz¨¢ por ser tenido como el juego del pueblo sus cuentas escandalizan y se fiscalizan mucho m¨¢s que las de otros espect¨¢culos.
Si la presi¨®n no baja en Brasil, los jerarcas del f¨²tbol tendr¨¢n que revisar el tinglado. La veta les puede explotar. Y no solo la econ¨®mica. La voracidad financiera, el mercantilismo extremo, ha saturado de tal forma el calendario que cuesta recordar un gran campeonato con tantas bajas y tantos futbolistas al l¨ªmite, desde Messi a Cristiano, pasando por Diego Costa. No dan para m¨¢s y la feria se resiente sin sus mejores int¨¦rpretes en plenitud.
Con tanto problema de fondo, conviene medir si en estos tiempos el bal¨®n a¨²n servir¨¢ sedante o, por el contrario, ha llegado la hora de revisar a fondo el modelo, perturbador hasta en la patria de Maracan¨¢. Ser¨ªa la pen¨²ltima contribuci¨®n de Brasil al maravilloso juego que le ense?¨® aquel descendiente escoc¨¦s llamado Charles Miller, al que los historiadores locales remiten como el padre del primer bal¨®n que brinc¨® por estas tierras a finales del XIX. Paradigm¨¢tico: la burbuja se cuestiona como nunca donde al f¨²tbol jam¨¢s le falt¨® una sonrisa.
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