Bienvenido, amigo uruguayo
Los seguidores locales aclaman a la selecci¨®n que provoc¨® la mayor tragedia deportiva de Brasil
Eduardo Fusatti y sus tres amigos se subieron al coche en Montevideo y recorrieron 2.000 kil¨®metros cuando se bajaron en el estadio Yacar¨¦ de la peque?a localidad de Sete Lagoas, en el medio de ese extenso monte interior que los brasile?os llaman cerrado. Uno de ellos llevaba una m¨¢scara del presidente Jos¨¦ Mujica y dec¨ªa: ¡°?No van a dejar entrar a las autoridades?¡±. Otro iba envuelto en una pancarta impresa con la foto en blanco y negro del gol de Ghiggia en la final del Mundial de 1950. El gol fat¨ªdico. El gol que cerr¨® el ¨²ltimo Mundial que organiz¨® Brasil, cuyo desenlace provoc¨® la que probablemente sea la mayor tragedia deportiva de la historia.
Aqu¨ª la gente nos tiene mucho respeto¡±
Cebolla Rodr¨ªguez
A uruguayos y brasile?os no los une el amor sino el espanto. Alguna guerra en el siglo XIX y una rivalidad futbol¨ªstica persistente que tuvo su m¨¢xima expresi¨®n en el Maracanazo refieren una historia de aparente confrontaci¨®n. Pero a Fusatti los habitantes de Sete Lagoas le dieron la bienvenida con la misma efusividad que a sus compatriotas, los jugadores de la selecci¨®n de Uruguay. Hab¨ªa cientos en el estadio Yacar¨¦ para recibir al equipo, que se entren¨® a puertas abiertas. La ovaci¨®n fue clamorosa cuando los jugadores saltaron al campo. Las ni?as chillaban como enamoradas y los ¡®garotos¡¯ miraban admirados a Forl¨¢n y Cavani haciendo ejercicios de posesi¨®n. ¡°Aqu¨ª la gente nos tiene mucho respeto¡±, dijo el Cebolla Rodr¨ªguez. Ayer, el diario ¡®Estado de Minas¡¯, el m¨¢s importante de la regi¨®n, abri¨® su edici¨®n con un titular significativo: ¡°Rivalidad, 0; Amistad, 2¡±.
El periodista uruguayo Atilio Garrido, autor del libro Maracan¨¢, la historia secreta, desmitifica el pasado. ¡°Uruguayos y brasile?os siempre tuvieron una relaci¨®n de hermandad¡±, dice, sentado en las gradas del Yacar¨¦. ¡°En el Maracanazo no hubo vencedores ni vencidos. ?Todos los que jugaron esa final acabaron en la miseria! ?Los uruguayos y los brasile?os!¡±.
El libro de Garrido inspir¨® el documental Maracan¨¢. La crudeza de la verdad debi¨® emocionar al capit¨¢n uruguayo, Diego Lugano, que antes de viajar a Brasil organiz¨® un pase para toda la plantilla en la concentraci¨®n del Complejo Celeste, junto a Montevideo. Lugano cree que es importante conocer c¨®mo fueron los hechos porque s¨®lo as¨ª sus compa?eros se quitar¨¢n de encima el peso de los fantasmas, esa farfolla patri¨®tica que convirti¨® en h¨¦roes nacionales a los futbolistas de 1950. ¡°El Maracanazo no se repetir¨¢ m¨¢s¡±, insiste Lugano.
¡°En 1950 el f¨²tbol m¨¢s avanzado del planeta se practicaba junto al R¨ªo de la Plata¡±, recuerda el escritor. ¡°La defensa uruguaya conoc¨ªa perfectamente el ataque de Brasil y la defensa brasile?a en cambio no sab¨ªa nada de los atacantes uruguayos. El resultado era previsible¡±.
Garrido recuerda que las dos plantillas del 50 quedaron tan vinculadas que M¨¢spoli, Obdulio Varela y Ademir convocaron a los 42 para disputar un amistoso en el Centenario, en 1963. La raz¨®n fue recaudar fondos en la lucha contra la poliomelitis. Estaban todos retirados menos Ghiggia. Solo Schiaffino declin¨® la proposici¨®n, porque se sent¨ªa viejo y, dijo, no quer¨ªa hacer un ¡°papel¨®n¡±. El partido fue un ¨¦xito absoluto. Una fiesta. ¡°Nos marc¨® a toda una generaci¨®n¡±, confiesa Garrido. ¡°?Ellos se hicieron amigos!¡±.
La celebraci¨®n contin¨²a en el centro de Sete Lagoas, donde la alcald¨ªa ha montado un establecimiento dedicado a Uruguay, en la plaza Tiradentes. All¨ª suena el tango y se sirve puchero, chivito y alfajores. El clima de agitaci¨®n no se parece en nada al que reina en la concentraci¨®n del equipo, en la hacienda agropecuaria JN, a diez kil¨®metros al sur. Enclavado en un valle salpicado de lagunas en la sierra de Santa Helena, entre ¨¢rboles magn¨ªficos y praderas donde pacen las vacas, el aire que envuelve al hotel est¨¢ cargado de un potente olor a guano. Es, al parecer, la clase de aislamiento que buscan los discretos uruguayos, con su seleccionador ?scar Washington Tab¨¢rez al frente. ¡°Este lugar ha colmado nuestras expectativas¡±, dice el t¨¦cnico. ¡°Es un lugar bonito y la gente es muy amable. Creo que el pueblo disfrut¨® en el entrenamiento y nosotros tratamos de agradecerle todo lo que hemos encontrado aqu¨ª: privacidad, tranquilidad y espacio para la convivencia¡±.
Los ecos del pasado, la guerra, la pobreza, la fraternidad, el Maracan¨¢, repican en el valle. En la voz del viejo Tab¨¢rez y en la voz del capit¨¢n Lugano: ¡°No se repetir¨¢ m¨¢s, no se repetir¨¢ m¨¢s¡±.
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