Abucheos
La protesta de una parte del p¨²blico contra la presidenta de Brasil en el partido inaugural inflam¨® las redes sociales e incendi¨® la precampa?a de las elecciones de octubre
El f¨²tbol comenz¨® a jugarse en Brasil entre finales del XIX y principios del siglo pasado. Lleg¨® de manos de ingleses o de familias pudientes de origen ingl¨¦s, por lo general relacionadas con los negocios cafeteros de la ¨¦poca o con la construcci¨®n de v¨ªas f¨¦rreas en un pa¨ªs inmenso que empezaba a despertar para la industria. As¨ª, el f¨²tbol fue, en principio, una cosa de finolis que, sobre todo, se vanagloriaban de su fair-play. Hasta el punto de que en un partido jugado en 1889 en S?o Paulo, un defensa exagerado advirti¨® al ¨¢rbitro de que no hab¨ªa pitado un penalti que acababa de cometer. No se registraron las caras de sus compa?eros, aunque tal vez estuvieran de acuerdo con el gesto. No s¨¦ qu¨¦ pasar¨ªa con ese defensa si se le ocurriera hacer lo mismo en cualquier partido de este Campeonato del Mundo.
Pero volvamos a los tiempos de esa caballerosidad algo afectada, que, por otra parte, no pod¨ªa durar demasiado. Pronto, adem¨¢s de las ¨¦lites que acud¨ªan a ver los partidos sin increparse para luego tomarse un vinito caro todos juntos, se acerc¨® a los campos la gente normal, un signo de la poderosa atracci¨®n popular de este deporte. Algunos ve¨ªan el juego subidos a los tejados o a los ¨¢rboles. Enseguida hubo quien se declar¨® seguidor de un equipo o de otro, de un jugador o de otro, y comenzaron los silbidos cuando el ¨¢rbitro, cuando las faltas, cuando el delantero no la mete o el defensa no la despeja, en fin, qu¨¦ les voy a contar. Pero ?ah! aquellos eran (todav¨ªa) otros tiempos y hubo intentos para detener lo imposible: en 1904, un redactor del Jornal do Commercio de S?o Paulo escrib¨ªa: "Antes de acabar esta noticia, tenemos que hacer una gran objeci¨®n a gran parte de los espectadores (¡) que abuchearon a los jugadores y al ¨¢rbitro por alg¨²n hecho ocurrido en el terreno de juego que no fue de su agrado. (¡) Esperemos que estos actos tan reprobables no se repitan".
Se repitieron, claro. Y de qu¨¦ manera. Hasta hoy. En el partido inaugural, en S?o Paulo, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff fue abucheada por los espectadores (la mayor¨ªa de clase media-alta) e insultada. La misma Rousseff, un d¨ªa despu¨¦s, quit¨® hierro al asunto. A una periodista de la revista Istoe , el mismo d¨ªa del partido, sonriendo, le dijo, quitando importancia al hecho: "Ay, querida, esto es la vida misma". Pero la cosa inflam¨® las redes sociales, en un sentido y en otro, incendi¨® la precampa?a electoral de las elecciones de octubre e hizo reaccionar a los l¨ªderes de todos los partidos pol¨ªticos brasile?os.
Uno dar¨ªa un brazo por saber lo que habr¨ªa escrito el educad¨ªsimo (y algo tiquismiquis) redactor del Jornal do Commercio de haber presenciado la escena.
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