Am¨¦rica marca territorio
Cerrada la primera fase, se mantiene la hist¨®rica pujanza americana en casa y la criba europea
Concluida la primera fase, Brasil 2014 apunta hacia una de las pocas certidumbres que ha sostenido el f¨²tbol desde su primera piedra. Desde los siglos de los siglos no hay quien pueda con Am¨¦rica en Am¨¦rica. Y para poder con Europa en Europa hay que llamarse Pel¨¦. El desaf¨ªo territorial es may¨²sculo. Las estad¨ªsticas son rotundas: en los siete cert¨¢menes que ya se celebraron en suelo americano, hubo m¨¢s participantes europeos que locales (43 por 66), pero s¨®lo cuatro selecciones (Italia, en dos ocasiones, Checoslovaquia, Holanda y Alemania) alcanzaron la final. Y todas sin ¨¦xito. En cambio, en los 10 torneos en Europa, con 50 americanos y 125 equipos dom¨¦sticos, apenas Brasil, por dos veces, y Argentina en una oportunidad, llegaron al ¨²ltimo encuentro. Los europeos lo hicieron en 17 ocasiones y s¨®lo fall¨® Suecia, que en su Mundial del 58 fue batida por un Rei brasile?o en el ¨²nico ultraje hasta la fecha. Salvo que Alemania, Francia, Holanda, B¨¦lgica, Suiza o Grecia lo desmientan estos d¨ªas, en Am¨¦rica, Europa sigue a los pies de Am¨¦rica, que con la mitad de presencias en Mundiales est¨¢ a un solo t¨ªtulo.
En el campeonato en marcha, la superioridad americana tambi¨¦n resulta aplastante. Sobreviven ocho de los 10 concursantes -s¨®lo est¨¢n en el exilio Ecuador, por poco, y Honduras-. Lo de Europa ha sido una criba: de los 13 aspirantes, ya volaron siete, incluidos campeones como Espa?a, Inglaterra e Italia, iconos como Cristiano Ronaldo y los petrod¨®lares rusos de Capello. Con la historia a cuestas, no es extra?o que los octavos de final arranquen hoy como si el Mundial fuera la Copa Am¨¦rica, con el Brasil-Chile y el Colombia-Uruguay. Entre los expertos no hay una teor¨ªa ¨²nica de este fen¨®meno. Las causas de esta insalvable frontera para americanos y europeos son tan variopintas como remotas.
Lo enigm¨¢tico es que 80 a?os despu¨¦s de aquellos quijotescos torneos iniciales se mantengan las barreras
En el f¨²tbol, donde los desmentidos son perpetuos, la prevalencia de las selecciones que juegan en casa es una constante desde que el abogado franc¨¦s Jules Rimet y el diplom¨¢tico uruguayo Enrique Buero so?aran en Par¨ªs all¨¢ por 1925 con poner en marcha un Campeonato del Mundo. Ya entonces hubo recelos entre americanos y europeos. Parec¨ªa comprensible que por Europa se multiplicaran las renuncias a viajar a Uruguay para el primer Mundial. En 1930, la traves¨ªa en el Conte Verde -el medio preferido de Carlos Gardel- supon¨ªa dos semanas de ida y otras tantas de vuelta con un mes de campeonato por el medio. S¨®lo se atrevieron a embarcar en el trasatl¨¢ntico B¨¦lgica, Francia y Ruman¨ªa. Yugoslavia, que cerr¨® la participaci¨®n, lo hizo por su cuenta. La experiencia result¨® agotadora. Am¨¦rica tom¨® nota y cuatro a?os despu¨¦s s¨®lo Argentina, Estados Unidos y Brasil -la ¨²nica selecci¨®n presente en todas las citas-, se animaron con la aventura de ir a la Italia de Mussolini. Entonces, el clima, la comida, los agotadores viajes eran condicionantes absolutos. Lo enigm¨¢tico es que 80 a?os despu¨¦s de aquellos quijotescos torneos iniciales se mantengan las barreras. Y que incluso se agudicen, como se desprende por el momento del Mundial brasile?o.
Lo que acontece estos d¨ªas en Brasil es la ¨²ltima verificaci¨®n de la corriente emocional que catapulta a las selecciones americanas, abrigadas todas por hinchadas multitudinarias y efervescentes. Una pasi¨®n nacionalista que se percibe en las calles, en las tribunas, en la extrema solemnidad de los himnos que provocan una regadera de l¨¢grimas en las gradas y en los campos. Cada partido es casi una cuesti¨®n de Estado, como se ha visto con el intervencionismo del presidente uruguayo, Jos¨¦ Mujica, en el caso Luis Su¨¢rez. Bocados al margen, un futbolista sintom¨¢tico del frenes¨ª que invade a Uruguay y otros vecinos. En el partido entre La Celeste y los ingleses, Su¨¢rez, que se hab¨ªa operado de un menisco apenas un mes antes del Mundial, lleg¨® al tramo final acalambrado, como tantos otros, europeos o americanos. Cuando todo el mundo esperaba que le cambiaran, el jugador del Liverpool esprint¨® como un jamaicano de cien metros y al llegar al ¨¢rea revent¨® la pelota como si hubiera sido propulsada desde Navarone. Luego, se fue a la banqueta exhausto y con un tonelaje en las piernas.
No se percibe igual combusti¨®n en los europeos, que no sienten de forma directa la misma presi¨®n cuando cruzan el charco
No se percibe igual combusti¨®n en los europeos, que no sienten de forma directa la misma presi¨®n cuando cruzan el charco. Incluso cuando juegan en su patio destilan otro tipo de arrebato, de menos calado con la identidad patria y cuestiones semejantes. Los clubes europeos pescan en el caladero americano, pero luego son v¨ªctimas de su rearme como selecci¨®n. Como sostiene Jorge Valdano, campe¨®n del mundo ante Alemania en su M¨¦xico, "muchos sudamericanos, por mucho que se profesionalicen a lo grande en Europa, cuando juegan para sus pa¨ªses recuperan el esp¨ªritu amateur". No consta que sea el ejemplo del impenetrable Messi, con la losa de un mito cada d¨ªa m¨¢s mito como Maradona, pero hace a?os que desde su entorno cul¨¦ subrayan que vive a diario en Rosario y "baja" a entrenarse a Barcelona. Am¨¦rica pone la cuna, Europa la plata y luego Am¨¦rica, cuando hace de casera, reta a Europa con el alma por escudo.
De alguna forma, los Mundiales siempre representaron la vuelta a lo concreto, a las ra¨ªces, a lo tribal, al consangu¨ªneo hechizo con este juego. Alumbrada por el mercantilismo futbolero, Europa hace tiempo que se despoj¨® de todo ello, salvo en excepciones contadas. A¨²n acude a los campeonatos m¨¢s desde lo profesional que desde lo ardoroso. Por algo nunca ha logrado colonizar futbol¨ªsticamente Am¨¦rica. Quiz¨¢ porque dios nunca fue europeo, sino colombiano; o porque el ¨²nico dios con mano de gol era argentino. O porque Europa hace tiempo que cort¨® la vena de Bill Shankly: "El f¨²tbol no es una cuesti¨®n de vida o muerte, es mucho m¨¢s importante que eso". Por lo visto estos tiempos en Brasil, a¨²n prende la llama del dramaturgo brasile?o Nelson Rodrigues ante un partido de su selecci¨®n: "Nadie puede faltar en Maracan¨¢, ni los fantasmas. La muerte no exime del deber con el equipo".
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