Djokovic-Federer, final de Wimbledon
El serbio gana a Dimitrov en un partido lleno de altibajos y marcado por el viento y jugar¨¢ ante el suizo (triple 6-4 a Raonic)


Revolotean papeles, vasos y toallas. Sopla el viento y la pelota no se queda quieta. El sol aprieta. Novak Djokovic y Grigor Dimitrov se enfrentan en complicadas circunstancias en las semifinales de Wimbledon. Durante set y medio, al b¨²lgaro le queda grande el partido, que el serbio parece listo para reclamar como suyo en un suspiro. Este, sin embargo, es un encuentro que vale su peso en oro. La tensi¨®n que sienten los dos rivales es m¨¢xima. Djokovic pasa de mandar por set y break de ventaja a ver el encuentro igualado a un parcial para cada contrincante. Comete un error tras otro. Solo la inexperiencia del n¨²mero 13 le permite avanzar 6-4, 3-6, 7-6 y 7-6 hasta la final, donde tiene la posibilidad de celebrar al mismo tiempo la Copa y su vuelta al n¨²mero uno. Enfrente, Roger Federer, que con casi 33 a?os busca convertirse en el campe¨®n de m¨¢s edad del torneo y que dej¨® una lecci¨®n magistral al resto frente al canadiense Milos Raonic (triple 6-4)

Para encontrarse en esa situaci¨®n, el n¨²mero dos tiene que pasar un mal trago. El Djokovic impecable que empieza el partido sufre una metamorfosis radical y entra en una espiral autodestructiva que le convierte en un tenista irreconocible. De fallo en fallo, Nole juega corto, pierde la coordinaci¨®n y firma algunas voleas para la galer¨ªa de los horrores. ?l, que es un tenista de ritmo que ha hecho carrera desde la l¨ªnea de fondo, intenta defender su suerte en el partido con un saque-red tras otro. La opci¨®n estrat¨¦gica del serbio, m¨¢s propia de Boris Becker, su t¨¦cnico, acaba en desastre. Lo que intenta Nole se parece a pedirle a Usain Bolt que corra el marat¨®n o a Messi que juegue de defensa. Es antinatural. Parece provocado por sus dificultades para jugar desde el fondo con el viento. Y as¨ª, de rareza en rareza, el serbio, que pierde el oremus (cede la segunda manga pidiendo un Ojo de Halc¨®n inexplicable), convierte en un problema un partido que estaba siendo id¨ªlico para sus intereses.
Durante largos minutos, el n¨²mero dos mundial es un tenista en crisis. Sus dos grandes se?as de identidad, que son el resto y el rev¨¦s, acumulan fallos con la misma frecuencia inaplazable con la que avanza el segundero en el reloj. Dimitrov, el aspirante, huele la sangre. Este no es el ogro serbio. Y se lanza a deg¨¹ello, presionando con sus reveses cortados, visitando la red y apretando para cambiar el ritmo con su drive. Con 3-3 en la tercera manga, el b¨²lgaro tiene punto de break. Pega un trallazo de resto, Nole recoge la bola con los ojos cerrados, y la pelota pasa por un suspiro rozando la red para darle un ganador que no existe. No hay mejor retrato de lo que est¨¢ pasando. El campe¨®n de seis grandes sobrevive como puede, no como quiere, porque se lo impide su mala tarde. Su raqueta vuela por los aires. Lanza una pelota contra la pared. Otra contra el marcador. Est¨¢ desesperado.
La puerta para que vuelva al partido se la abre Dimitrov pese a desear el partido con el ardor que reflejan sus mil ca¨ªdas sobre la hierba en busca de pelotas imposibles. El b¨²lgaro no aprovecha la bola de break que salva el serbio con ese rev¨¦s milagroso y compite mal el tie-break de la tercera manga, en el que firma una doble falta. Con 1-1 en el cuarto parcial, una incre¨ªble racha de tres dobles faltas seguidas suyas le da el break a su contrario. Djokovic, que una y otra vez se queja de que su rival apure las l¨ªneas, ya solo puede ganar o ganar, pese a que cede de nuevo un break y a que se tiene que enfrentar a otras tres pelotas que le dan la posibilidad de una nueva rotura a Dimitrov. Para el b¨²lgaro, que volvi¨® a dejar muestras tanto de su gran clase como de su fala de consistencia, los partidos siguen dependiendo demasiado del talento y la inspiraci¨®n, de ese chispazo de genio que incline en su favor la balanza. Eso, que es mucho, le permite estirarse hasta cuatro bolas de set en el cuarto parcial.
Verlas esfumarse le hunde en el abismo. Se juega el tie-break, y comete una nueva doble falta. Pese a que niega el primer punto de partido, es el fin del b¨²lgaro. El alivio del serbio. Si el n¨²mero dos mundial gana su pr¨®ximo partido, ganar¨¢ Wimbledon y recuperar¨¢ el trono que distingue al mejor tenista del momento.
Federer intentar¨¢ evitarlo. El genial suizo volvi¨® a dar una lecci¨®n de c¨®mo gestionar recursos en su victoria ante Raonic. Tras romper de entrada el afamado servicio del canadiense, el n¨²mero cuatro mundial compiti¨® de punto corto en punto corto, sin desgastarse las piernas gracias a su privilegiado talento, que le permite atacar y atacar, presionando al contrario sin ser dominado. El gigant¨®n Raonic, que crey¨® tener un aliado en la hierba, pen¨® dobl¨¢ndose una y otra vez para intentar recoger los endiablados restos cortados del suizo, un maestro en la combinaci¨®n del slice y el golpetazo, el cambio de ritmo que tantos t¨ªtulos le ha dado. En Londres, Federer luchar¨¢ por extender su r¨¦cord de 17 grandes y por volver a desmentir a los que le pusieron fecha de caducidad por no haber disputado una final de la categor¨ªa desde 2012. La hierba le acuna. Compite en su jard¨ªn. Solo Djokovic le separa de volver a demostrar que es infinito.

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