El mejor ataque es una buena defensa

A David de la Cruz le dijeron que el Tour es una guerra, y el debutante, escalador de Sabadell, se presenta preparado para la guerra en la l¨ªnea de salida de la vieja York, donde cuecen el jam¨®n, como un recluta: el pelo rapado al uno, las mejillas sonrosadas y suaves, y todo su ser, su ¨¢nimo nervioso, dominado por una mirada viva e iluminada por la curiosidad, por unas ganas de descubrir que parecen inagotables. As¨ª fue siempre en el Tour, as¨ª llegan siempre los novatos. A sus espaldas, Nico Portal, un director casi tan novato como el catal¨¢n en el Tour, a¨²n mantiene la frescura en la mirada, pero no el nerviosismo. ¡°Estoy m¨¢s tranquilo que nunca, tranquilo como no esperaba estarlo¡±, dice el director que gui¨® a Froome a la victoria hace un a?o y que mantiene el esp¨ªritu guerrero. ¡°No me siento presionado, entre otras cosas porque no venimos con la idea de que tengamos que defender lo conseguido el a?o pasado, sino de conquistarlo de nuevo¡±.

A su mirada decidida, como corresponde, De la Cruz la sigui¨® m¨¢s tarde, unos centenares de metros reci¨¦n comenzada la etapa m¨¢s temida, con los hechos: el Tour es una guerra y yo un conquistador, pareci¨® pensar el joven ciclista del NetApp, el peque?o equipo alem¨¢n que le hizo un hueco hace a?os, que se lanz¨® en fuga con media docena de ciclistas m¨¢s. Y tambi¨¦n como corresponde a un director aun novato, cuya principal funci¨®n cuando habla es la de despistar, Portal no condujo una estrategia de conquista con sus skies, sino de defensa, asumiendo efectivamente que el suyo, que Froome, es el l¨ªder aunque no vaya de amarillo. O quiz¨¢s, porque sabe, como es la obligaci¨®n de todos los que se han empapado con la historia del ciclismo, el mejor ataque sobre dos ruedas es siempre una buena defensa.

Cuando ya De la Cruz y sus compa?eros de vanguardia hab¨ªan sido reducidos a la casi nada (perdi¨® cuarto de hora el catal¨¢n, como su paisano Purito, que sigue una estrategia de largo plazo), cuando ya la dureza del recorrido (nueve subidas puntuables, incluida la primera de segunda, el Holme Moss, no muy lejos de Manchester, llamado el Galibier de los Peninos, y otras tantas que no alcanzaban la categor¨ªa pero hab¨ªa que subirlas igual en los p¨¢ramos verdes de hierba y brezo, y viento, y cercados de nuevo por millones de aficionados que asustaban m¨¢s a los corredores que las mismas subidas: y todos llegaron a meta, los primeros y los ¨²ltimos, con la mirada amarilla de miedo pasado, de la tensi¨®n de quien debe circular durante 200 kil¨®metros a trav¨¦s de un pasillo chill¨®n y lleno de ni?os sueltos que cruzan sin mirar, y adem¨¢s lograr no caerse, no atropellar a nadie, no perder de vista el desarrollo de la carrera, y tambi¨¦n dar espect¨¢culo) hab¨ªa dejado reducido el pelot¨®n a los mejores (no faltaba ninguno, como en el arca de No¨¦), tocaba subir una cuesta en una carretera (Jenkin Road) que serpenteaba entre las acer¨ªas apagadas de Sheffield y su paisaje de revoluci¨®n industrial, ya tan lejana.

M¨¢s que una cuesta, era un muro, una invitaci¨®n a lo que, espectacularmente, sucedi¨® en pocos minutos, y que comenz¨® como una ceremonia de intimidaci¨®n similar al ritual del pesaje la v¨ªspera de un combate de boxeo, cuando los p¨²giles intentan asustarse con muecas, gestos y miradas, cuando Contador aceler¨® ligero y fuerte en un par de ocasiones (y puso a todos en fila a su rueda) y cuando Froome le respondi¨® otras dos veces. Fue el pre¨¢mbulo a un combate de verdad, en el que se pegaron fuerte (o no tan fuerte: por la sala de prensa todos recordaban una frase de Sagan: ¡°Nibali es mi amigo y me alegro de su victoria) fueron Sagan, ansioso, y Nibali, fantasioso, que atac¨® ya en el llano contra el viento, a menos de dos kil¨®metros de la meta.

Valverde, otro de los favoritos que andaba por ah¨ª, pero excesivamente solitario (ning¨²n Movistar a la redonda) para intentar algo, actu¨® de ¨¢rbitro no tan neutral, pues sabiendo que ten¨ªa imposible la victoria, solo se movi¨® para cerrar el hueco abierto por un movimiento de Rui Costa y Froome, el conquistador, que pon¨ªan en peligro la victoria de Nibali. El Tibur¨®n de Messina, el tercero en discordia, gan¨® la etapa con 2s de ventaja, y se visti¨® de amarillo sobre la maglia tricolor de campe¨®n de Italia, con lo que se emocionaron much¨ªsimo, por este orden, su familia, los italianos en general y los periodistas italianos en particular, que no ve¨ªan a uno de los suyos de amarillo desde Nocentini en 2009. Como record¨® Nibali, esto no significa nada m¨¢s que un s¨ªmbolo hermoso, dado que queda a¨²n todo el Tour, pero ¨¦l, ganador de la Vuelta del 10 y del Giro del 13, entra en el peque?o grupo de quienes han vestido las tres prendas m¨¢s prestigiosas del ciclismo: la rosa, la roja, el amarillo.

Ahora que los veteranos dicen que el ciclismo, como todos los deportes, se ha dulcificado, los dos favoritos quisieron probar que en absoluto, que todo lo contrario, pero lo explicaron a la defensiva: ¡°No, yo no he atacado¡±, dijo Contador. ¡°No hab¨ªa terreno¡±. ¡°No, yo no me he defendido, solo he estado en mis sitio¡±, dijo Froome. ¡°?Defenderme de qui¨¦n?¡±.